domingo, 31 de octubre de 2021

La Armada despliega su fuerza tras la pandemia

Acaba de amanecer en la bahía de Cádiz. Son las ocho y media de la mañana y tres helicópteros SH3D y SH60F de la quinta escuadrilla aérea sobrevuelan el portaeronaves anfibio multipropósito Juan Carlos I. Construido en su totalidad en España, es el mayor buque de guerra y el orgullo de la Armada. Junto a él, a estribor, siguen el mismo rumbo las fragatas ‘Numancia’, ‘Reina Sofía’ y ‘Santa María’; a babor, el buque de asalto anfibio ‘Galicia’, las fragatas ‘Blas de Lezo’ y ‘Álvaro de Bazán’ y el cazaminas ‘Tambre’ siguen también su misma dirección. Sobre la cubierta del Juan Carlos I, tres pilotos en sus respectivos aviones caza ‘Harrier’, esperan la señal de la torre de control –en el puente de gobierno– que les permita despegar. En los instantes previos, un tripulante del servicio de vuelo (equipado con un chaleco de color amarillo), se situará delante del caza y levantará los brazos sujetando las trincas –las cadenas que anclan el avión a los tinteros de hierro del suelo del barco– y los calzos de madera que hacen que las ruedas no se muevan. Con este movimiento de abajo a arriba, el piloto sabe que el caza está libre para volar. En cuestión de segundos, se producen un rugido y un vendaval inconfundibles y el raudo despegue del primer avión, al que le siguen los otros dos. Los cazas 'Harrier' sobre la cubierta del buque Juan Carlos I - A. Vázquez Acaba de amanecer y el movimiento es frenético en esta costa del océano atlántico. La Armada del país Iberia (España) despliega su fuerza para rescatar a un contingente de cascos azules de la ONU, que se encuentra en la frontera entre dos países enemigos. Ha sufrido un ataque de un grupo terrorista y se ve además amenazado por las mafias de inmigración de la zona. En esta crisis simulada, la situación de estas tropas de la ONU es extremadamente grave. Necesitan la capacidad de la Armada Española para desembarcar en ‘Retinia’, territorio seguro para su extracción. Una ubicación que en la vida real corresponde a la playa situada en el campo de adiestramiento de la Sierra del Retín, entre la costa de Barbate y Zahara de los Atunes. En estas aguas de la bahía de Cádiz estos días se lleva a cabo el Flotex-21, el ejercicio anual de nivel avanzado de la Armada. Doce días de maniobras Se trata del primer ejercicio presencial de esta envergadura desde que estalló la pandemia en 2019 y está conducido por el almirante Comandante del Cuartel General Marítimo de Alta Disponibilidad, vicealmirante José María Núñez Torrente. «Mis prioridades en Flotex-21 son tres:la seguridad de las dotaciones participantes, utilizar los medios de forma lo más eficiente posible y cerrar el círculo analizándolo bien a posteriori», afirma. Así, estas maniobras comenzaron el 25 de octubre y el ‘día D’ está previsto para el 5 de noviembre. Hasta entonces, en el ejercicio participan 3.632 militares, 14 buques, 12 aeronaves, ocho lanchas de desembarco, 97 vehículos y 760 infantes de Marina. También efectivos del Ejército de Tierra y el Ejército del Aire y unidades internacionales integradas en Euromarfor, como la fragata italiana ‘Rizzo’. Imagen de la torre de gobierno - A. Vázquez El Juan Carlos I se ha convertido estos días en un ir y venir acelerado de 1.039 hombres y mujeres embarcados, que dan lo mejor de ellos mismos para demostrar todo el potencial de la Armada. Este ejercicio es una especie de examen anual al que, a los problemas que se plantean y los que van surgiendo, hay que añadir las condiciones del mar, que empeora por días. Conforme se descienden cubiertas desde el exterior, en dirección al hangar de aeronaves y garaje superior –en la cubierta 01, donde se encuentran los vehículos de carga ligera–, el movimiento del Juan Carlos I comienza a sentirse. Porque, pese a sus 30.000 toneladas de desplazamiento y 231 metros de eslora, el barco se mueve. Saltan las alarmas ante un posible mareo. Primera fase del desembarco anfibio: la barcaza entra en el dique inundable para cargar los vehículos pesados - Antonio Vázquez Incluso los más veteranos a bordo se han mareado alguna vez. Son gajes del oficio, dicen. Cuando les ocurre, intentan seguir trabajando. Como al resto de mortales, la biodramina con cafeína es su mayor aliado, también los antimareos en forma de inyección que puede suministrar el médico del buque en situaciones de emergencia. Si el vahído persiste, se encierran en sus camarotes y a pasarlo. No hay remedios milagrosos más allá de las advertencias preventivas que sugieren beber poco líquido, tener el estómago siempre lleno e hincarle el diente a una manzana. «Comer miguitas de pan suele venir bien», explica el capitán Juan Carlos Andrés durante la comida. No es un chusco cualquiera, se trata de un pan fresado estupendo que se hornea a diario en la panadería del Juan Carlos I y que acompaña, en este caso, a una sopa de fideos y un lacón con patata y grelos. Los platos los ha preparado el servicio de aprovisionamiento del buque, en el que hay, entre otras especialidades, personal formado en hostelería (HAM), en la Escuela de Especialidades de la Estación Naval de La Graña (ESENGRA), en Ferrol. En la mesa de al lado, los tres pilotos de los Harrier ya han terminado su misión y se disponen a comer antes de un merecido y estricto descanso. «Con los Harrier somos una herramienta que tiene el barco para llegar primero a un sitio, dar esa superioridad y seguridad, capacidad ofensiva y disuasión en el caso de que haga falta y luego además dar apoyo en cuanto a inteligencia y otras labores en el barco que pudiera necesitar de nosotros», explica el Teniente Navío, Pedro López Montoya. ¿Y cómo es verlo todo desde ahí arriba? «Es precioso. Los pilotos tenemos un punto de vista privilegiado», cuenta, al tiempo que añade que siempre que está en tierra tiene mono de volver al cielo. El ejercicio continúa en el dique inundable y garaje inferior, en la cubierta 04. Ahí se encuentran los vehículos de carga pesada. Estacionados de forma consecutiva, para cargarlos en las cuatro barcazas de desembarco anfibio de medios mecanizados (LCM), hay que jugar a deshacer un tetris. Segunda fase del desembarco anfibio: las barcazas llegan a tierra,. Descienden los infantes de Marina con los vehículos pesados - Antonio Vázquez La segunda fase del desembarco anfibio comienza cuando las LCM ya cargadas y con los infantes de Marina del Tercio de Armada de San Fernando a bordo, salen del Juan Carlos I y se dirigen hacia la playa del Retín. La misión finaliza cuando las barcazas tocan tierra y desembarcan los infantes. Unos inspeccionan el terreno y otros conducen los vehículos con los que ejecutarán la acción de salvamento de los cascos azules de la ONU. La misión ha culminado con éxito. Momento en que uno de los vehículos pesados desembarca en la playa del Retín - A. Vázquez Flotex-21 Objetivo de la misión La Armada española recibe la llamada de auxilio de un contigente de cascos azules de la ONU, que se encuentra en una situación de extremo peligro al encontrarse en la frontera entre dos países enemigos. Esta crisis simulada forma parte del ejercicio Flopex-21. 3.632 Son los hombres y mujeres de la Armada que participan en el ejercicio anual de nivel avanzado Flotex-21. De ellos, 1.039 se encuentran embarcados en el buque Juan Carlos I, el orgullo de la Armada. Desembarco anfibio Una de las misiones del Flotex-21 consiste en realizar un desembarco anfibio. Consiste en cargar los vehículos pesados en las barcazas LCM. A bordo de ellas se desplazan hasta la costa los infantes de Marina. 760 Son los infantes de Marina desplegados en la misión.

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