sábado, 30 de octubre de 2021

25 años del desalojo del Cine Princesa, mitología de la Barcelona 'okupa'

Carles Vallejo conoce bien la Vía Layetana de Barcelona. Durante el franquismo fue torturado por la Brigada Político-Social en el edificio del número 47, que ahora alberga la Jefatura de la Policía Nacional. Tiempo después volvió a esta arteria de la capital catalana por cuestión profesional: ejercer como delegado sindical de Seat desde la sede de CC.OO que allí se ubica. En ese lugar se encontraba en marzo de 1996, cuando un grupo de jóvenes ocupó el Cine Princesa. «Viví el episodio desde la sede del sindicato. Era la Barcelona postolímpica, veníamos del proceso de transformación y debíamos encontrar otros encajes como ciudad», explica a ABC. La ocupación duró siete meses en los que el espacio reconvertido en «centro social autogestionado» se erigió como un símbolo 'okupa' de Barcelona. La crónica de ABC sobre su desalojo habla de «batalla campal». Unos 200 agentes de la Policía Nacional detuvieron a 48 personas y otras 14 resultaron heridas. «Vía Layetana, territorio comanche», fue el titular del día después, el 29 de octubre de 1996. Durante cuatro horas, casi hasta al amanecer, esta arteria de la capital catalana se convirtió en un polvorín. Tras los avisos por megafonía para desalojar el edificio, comenzó la intervención de los uniformados. Por su parte, quienes se resistían a salir lanzaron botellas, cascotes, e incluso muebles en llamas desde la azotea de los cines. «Que nos quiten lo 'bailao'», quedó escrito en una de sus paredes. «Si solo hablamos de movimiento okupa nos perdemos una parte de lo que estaba pasando: un grupo de jóvenes convierte un lugar céntrico en un punto de encuentro. El local estuvo vacío durante años. Incluso Pasqual Maragall, entonces alcalde, quiso marcar distancia con el desalojo», señala Jordi Mir, experto en movimientos sociales. Así lo corrobora Andrés Naya, vicepresidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) en aquella época. «Hubo un gran rechazo social porque la intervención por parte de la policía fue durísima», explica sobre el desalojo. Tal fue así que miles de personas acudieron a la concentración de repulsa frente a la comisaría de policía. Tras esta, el consistorio cedió a la Asamblea de O-kupas de Barcelona un espacio del Born para celebrar un «festival antirrepresivo», con la mediación de la FAVB. La intención del acto era recaudar fondos para la defensa de los detenidos, que asumió, entre otros, el ahora presidente del grupo de Podemos en el Congreso, Jaume Asens. En aquella época la capital catalana estaba «en plena efervescencia de ocupación de pisos y locales», recuerda Naya. Todavía lejos del estallido que llegaría tiempo después, cuando el fenómeno se trasladó a pisos de particulares, cosechando así el rechazo social. «Batallas campales» Vallejo explica que tanto el edificio de CC.OO, como el del Cine Princesa, habían pertenecido al Sindicato Vertical. «Después del franquismo, se usó para celebrar asambleas laborales, pero por su mal estado dejó de utilizarse y fue cuando lo ocuparon», recuerda y apunta que el desalojo policial fue «espectacular» en cuanto al despliegue, «pero bueno, aquí en Layetana ya estamos acostumbrados a las batallas campales», ironiza por, entre otros, los disturbios tras la condena del 1-O. «La movilización social planteó necesidades como el derecho a la vivienda, que también reivindica el movimiento okupa, y ese es un reclamo aún vigente», reflexiona Mir. Fue en 1995 cuando el Gobierno de Felipe González reformó el Código Penal para que la usurpación de bienes inmuebles pasase a ser un delito, castigado con penas de tres a seis meses de cárcel. Previamente, no se perseguía a quienes ocupaban un espacio, siempre que este no fuese morada o se ejerciese para ello la violencia. Una modificación que cuando decenas de jóvenes se instalaron en el cine no había entrado en vigor. Precisamente este fue el motivo por el que la Audiencia de Barcelona absolvió a los detenidos durante el desalojo. Aún hoy, como apunta Lucía Delgado, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), acceder a un piso en Barcelona sigue siendo una quimera, sobre todo para los trabajadores precarios. A los bajos salarios se une el alto coste de los alquileres y la falta de vivienda pública y social. Lo que, indica, a veces lleva a okupar.

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