sábado, 30 de octubre de 2021

Valverde y el Tour, un adiós sin amor

Fiel a las tradiciones que presiden la cuna navarra del Movistar, se junta el equipo telefónico en los alrededores de Pamplona para gestionar la logística y el apartado técnico del año que vendrá. Y de la concentración de grupo sale una certeza en una casa que suele moverse entre grises, siempre sin pillarse los dedos en las predicciones. Alejandro Valverde no quiere correr el Tour. Lo dice en RNE en el enésimo vaivén de sus anuncios de retirada. Valverde lleva declarando su adiós desde hace tiempo, una temporada que sí y otra que no, la siguiente tal vez, en el afán de perdurar en el pelotón en lucha contra la edad que a nadie perdona. Quiere pasarlo bien en la que se supone, ahora sí, será su última sesión y para disfrutar el ciclista con más medallas en los Mundiales prefiere esquivar el Tour. Es una historia de desamor entre la mejor prueba del mundo y el corredor que no necesitó conquistarla para ser considerado uno de los más grandes. «Quiero disfrutar de mi última temporada como profesional. Todavía no tengo definido el calendario pero la participación en el Tour está descartada», aventura el murciano. En la intrahistoria de este desencuentro entre Valverde y el Tour se cruzaron dos caminos, la tradición de grandes vueltas, el Tour en especial, que siempre mantuvo la casa navarra con José Miguel Echávarri primero y Eusebio Unzué después, y las cualidades sobresalientes del ciclista murciano, más enfocado su perfil hacia las pruebas cortas y cualquier posibilidad de victoria antes que las pruebas de tres semanas. Así lo ha demostrado su hoja de servicios durante dos décadas. Echávarri y Unzué siempre vieron en Valverde un apellido para prolongar la costumbre veraniega en Francia. Desde Ángel Arroyo en el Tour de 1983, precursor de los españoles con cuajo para desafiar obstáculos y montaña en el país vecino, pasando por el magnetismo siempre vibrante de Perico Delgado, la fiabilidad total de Miguel Induráin, la apuesta incompleta de Abraham Olano, las locuras geniales del Chava Jiménez, la insegura cadencia de Alex Zülle, el sueño amarillo no concretado de Nairo Quintana, el fichaje fallido de Mikel Landa o el proyecto a medio cuajar de Enric Mas… El Movistar (antes Reynolds, Banesto, Caisse d’Epargne y Baleares) siempre contó con un hombre designado para llevar la bandera de la ilusión en el Tour. El triunfo de Courchevel Alejandro Valverde ingresó en esa categoría, pese a que sus virtudes ciclistas, que son casi ilimitadas, no incluyen el ritmo superlativo en la alta montaña o la contrarreloj, las dos modalidades donde se han decidido históricamente los Tour de Francia. Por mucho que lo intentó, por más que su debut en la Grand Boucle incluyera una victoria en la cumbre de Courchevel ante el mismísimo Lance Armstrong dominador de la época, Valverde llegó a su tope en 2015, tercero en el podio de los Campos Elíseos. Por motivos indescifrables que tienen que ver con la química y la piel, Valverde nunca se sintió a gusto en el Tour. Y el desamor empezó pronto. Unos días después de su célebre triunfo en Courchevel se retiró de la carrera aquejado de un misterioso golpe en la rodilla, nunca bien explicado. Todo el estrés que le generaba la prueba gala era deleite y sensaciones agradables en la Vuelta a España, donde se ha sentido siempre un príncipe agasajado (ganó la general en 2009 a base de bonificaciones y aguantar en la montaña). Suma doce victorias de etapa. En la ronda nacional sonríe, saluda, firma autógrafos, gasta bromas... Gana y se alimenta de su voracidad. En el Tour siempre ha estado tenso, hasta el punto que liberó los nervios en 2015 llorando en el podio, conseguido el propósito después de tantos años de pelea. Entronizado como la punta de lanza del Movistar siguió acumulando clásicas estilo monumento o similares (tiene cuatro Liejas, cinco Flechas Valona, dos Clásicas de San Sebastián y seis medallas en los Mundiales al margen el oro en Innsbruck 2018), mientras el Tour le volvía la espalda. Fue líder dos días en 2008 en una edición que parecía invocarle y que terminó conquistando otro español, Carlos Sastre. «El Tour es una combinación de forma, salud y suerte», le gustaba decir a su exdirector José Miguel Echávarri. Los tres soles nunca se juntaron en el umbral de Valverde, convertido los últimos años en una especie de capitán de ruta para amortiguar tensiones entre otros líderes (Nairo, Landa, Supermán López, Enric Mas) que han aspirado a vencer en el Tour. La caída de 2017 que le destrozó la rodilla amenazó su carrera y, si por él hubiera sido, lo hubiera retirado para siempre del estrés del Tour. Como otras veces, se levantó de sus cenizas (estuvo dos años sancionado por la operación Puerto) para seguir sumando triunfos. Nacido para ganar, era conocido como el ‘Imbatido’ en su época juvenil, y suma 130 victorias en su palmarés. Pero será en 2022 cuando el campeón del mundo en 2018 se libere de la pesada losa que para él ha supuesto la mejor carrera del planeta. Valverde, con el maillot amarillo, durante el Tour de 2018Valverde en el Tour Debut: debutó en 2005 con el Baleares (actual Movistar) y ganó Courchevel delante de Amstrong. Victorias: ha conseguido cuatro etapas (2005, dos en 2008 y 2012) Clasificación general: Su mejor puesto fue tercero en 2015, por detrás de Chris Froome y Nairo Quintana. Maillot amarillo: Fue líder del Tour durante dos días en 2008 Caída grave: en 2017 sufrió una tremenda caídaen el prólogo que le destrozó la rodilla. Abandonos: se ha retirado del Tour tres veces (2005, 2016 y 2017). Ciclista para la historia: es uno de los 18 ciclistas de la historia que ha hecho podio en el Tour, la Vuelta y el Giro.

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