domingo, 31 de octubre de 2021

La muerte y sus miserias en el Archivo de Protocolos

Los legajos y documentos en apariencia ilegibles del Archivo Histórico de Protocolos de Madrid esconden la vida misma. Y la muerte. La Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid permite consultarlos en la ‘web’ del Portal de Archivos de la Comunidad de Madrid, resumidos y ‘traducidos’ para el ojo profano. Son 20 documentos dignos de un repaso por lo que dicen y por lo que permiten imaginar. El documento lleva por título ‘Santos y Difuntos. Por la salvación de mi alma’, y muestra una selección de documentos fechados entre 1575 y 1914 y custodiados en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Se detiene en detalles como los testamentos de ilustres fallecidos, las actas notariales sobre su estado, o los costes de los entierros en diferentes épocas históricas. Últimas voluntades de ilustres, anécdotas o curiosidades a golpe de clic. Viene de antiguo la tradición de celebrar el día de Todos los Santos: desde el Imperio Romano, y más concretamente, a raíz de la gran mortandad de mártires durante la Gran Persecución del emperador Diocleciano. Luego, en 835, en tiempos del Papa Gregorio IV, se concretó la fecha del 1 de noviembre para esta celebración. Una primera sección del documento, ideal para una tarde de lluvia, se dedica a los testamentos ilustres. Como, por ejemplo, el de Lope de Vega: los documentos permiten bucear por sus inquietudes y deseos, e incluso valorar su evolución, puesto que redactó varias versiones a lo largo de los años. En una de ellas, se refería a Joan de Piña, el escribano ante quien redacta el documento y gran amigo suyo, y al que le entrega un obsequio: «Por saber quanto se ocupa en la lección de libros curiosos el tiempo que le sobra de su exerçiçio, quiero que se le den çinquenta libros de mi estudio y le ruego que crea que mí quisiera que fueran otras joias de diamantes; pero piedras preciosas son los libros». Sin música «voluptuosa» Otro testamento destacado que puede releerse en la ‘web’ es el de Calderón de la Barca:en 1681 lo redactó y firmó, justo unos días antes de morir. Y en un estado de salud ya bastante delicado, como se observa por la debilidad de los trazos. Juan Donoso Cortés, primer marqués de Valdegamas, es muy claro en sus últimas voluntades:«Prohíbo expresamente que mis exequias sean ostentosas: bástele a la vanidad su imperio sobre los vivos, y que deje en paz a los muertos: prohíbo sobre todo en la celebración de mis exequias, aquella música profana y voluptuosa que ha convertido nuestros tiempos en teatros…». Singular es asimismo el testamento de Jacome Gratii, popularmente conocido como Caballero de Gracia, que escribe las palabras del mismo dándole la forma de la cruz, como muestra de su gran devoción. Un segundo bloque del documento recoge escrituras notariales dedicadas a la muerte. Como las Declaraciones de pobre de dos personas de 1786. El escribano da fe del estado del cadáver de Antonio Ponce de León Spínola, duque de Arcos: «Vestido con la ropa blanca, el uniforme grande completo de Capitán del Real Cuerpo de Guardia de Corps, el manto de la orden que profesaba, las bandas de la orden de Carlos III…». Entierro acompañado Anécdotas también se han dado en entierros y funerales, y quedan constancia de algunas en los Archivos:como el que dice que al cadáver del conde de Aranda, en 1869, se le colocó durante su traslado en el mismo coche una caja que parece contenía los restos de don Francisco de Quevedo». Una curiosidad no menor es la descripción, exhaustiva hasta el exceso, que da el notario del estado del cuerpo del famoso actor Julián Romea: «Cadáver del eminente artista, bien conservado, notándose en su integridad, el pelo, la piel de la cara y cuello, los labios y los dientes, y únicamente los globos oculares estaban casi extinguidos». Merece destacarse la parte dedicada a los gastos fúnebres. Que se recogen con precisión en muchos de los documentos que conserva el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Estudiándolo, es posible descubrir cómo la muerte, aunque iguala, no es igual en los distintos estamentos. Afinales del siglo XVI, aparece la certificación de gastos del concejo madrileño por la muerte del rey Felipe II. Y en las mismas fechas, el entierro de una anónima vecina de Madrid, Agustina Ruiz. El primer entierro gastó 16.418 reales, equivalentes a 558.222 maravedíes. Dar tierra a Agustina costó a su familia, con mucho esfuerzo, 57 reales. La Consejería de Cultura, Turismo y Deporte, que dirige Marta Rivera de la Cruz, pone a disposición de quien esté interesado esta visita virtual al Archivo de Protocolos para arrojar luz sobre las circunstancias en que, a lo largo de los siglos, nos hemos acercado a la muerte. Cómo eran los lugares de enterramiento, las preocupaciones al morir, los costes de estos servicios y otras curiosidades al alcance de quien dedique algo de tiempo a estos documentos. Comprobará que, en el fondo, las cosas apenas han cambiado.

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