Felipe II no está envuelto en una capa de armiño, sino en papel de burbujas. La efigie del monarca permanece desde 2013 en un almacén de Paracuellos del Jarama, tumbada y rodeada de viejos faroles del cuartel de Conde Duque, a la espera de que culminen las obras del Museo de Colecciones Reales , para regresar en 2021 con honores a su lugar de origen, en la plaza de la Armería, entre el Palacio Real y la Catedral de La Almudena. Como la figura del monarca, cientos de conjuntos ornamentales, restos arqueológicos, monumentos y piezas históricas aguardan el momento de volver a lucirse en las calles de la capital. Mientras llega su oportunidad, esperan en este prosaico «museo», ocultos a los ojos de los visitantes. Protegidos de los efectos de la meteorología entre palés y material aislante y rodeados de losas con las que realizar nuevo mobiliario urbano, en el taller municipal de cantería de la Casa de Campo custodian las piezas más grandes. En este lugar, llamado «la casilla» -donde estaban las antiguas caballerizas de los reyes- hace, al menos, cuatro grados menos que en el resto de la ciudad. Allí recibe a ABC uno de los cinco canteros municipales, que arregla en una sala llena de polvo en suspensión el escudo del Oso y el Madroño de la Calle Mayor tras partirse en dos. Otro de los miembros del equipo termina los detalles del «asiento» donde se apoyarán en la nueva Gran Vía los famosos hermanos «heavies», a quienes la ampliación de aceras les quitó su respaldo. Mimetizado entre las piezas de patrimonio retiradas se encuentra una de las obras maestras de estos artesanos del siglo XXI: la enorme fuente dedicada al dios Eolo. «Se ideó para colocarla en la glorieta de Cuatro Caminos, pero es tan grande y tan pesada que es imposible, y menos para un lugar por el que pasa el metro», explica a este diario el historiador del Área de Cultura del Ayuntamiento Luis Pérez. Los leones del Retiro irán al Instituto de Patrimonio Histórico para estudiar el deterioro de la piedra Junto a las figuras aladas de la fuente que nunca tendrá agua, se encuentran los leones del monumento a Alfonso XII de El Retiro , que llevan un esponjoso abrigo naranja de material aislante para que no se les desdibujen más sus deterioradas siluetas. Fueron labrados por prestigiosos escultores pero sobre una piedra arenisca de Novelda de pésima calidad -el homenaje se erigió por suscripción popular en una época de escasez de recursos-, que se meteoriza casi sin tocarla. En su lugar, se instalaron unas réplicas en bronce. «Los leones están muy mal, prácticamente no se pueden ni mover de aquí porque se deshacen. Por ello, se está pensando en llevarlos al Instituto de Patrimonio Histórico, para que trabajen con ellos el tema de cómo envejece la piedra y cómo le afecta la polución», indica el experto municipal. Cuando el monumento a Juan de Villanueva se trasladó en 1994 al Parque del Oeste, los cuatro grupos escultóricos que formaban parte del homenaje situado hasta entonces en la glorieta de San Vicente se diseminaron por distintas partes de la ciudad. Una de las obras del escultor Santiago Costa fue a parar a El Retiro y el grupo de San Isidro a la dalieda, junto al mirador de San Francisco el Grande. Las tres restantes, todas ellas piezas de 1946, cuentan los días para terminar su «purgatorio». «En los próximos meses, después de que sean restauradas, se llevarán también a la dalieda», anuncia el historiador. Entre jardineras y bolardos de este siglo, se ocultan las pilastras de las portadas de los palacetes perdidos del paseo de la Castellana. Entre ellos, la del desaparecido Palacio de Larios, sobre el que ahora se sitúa el Hotel Villamagna. Los restos pétreos del primer monumento levantado en la Calle Mayor a las víctimas del atentado a Alfonso XIII el 31 de mayo de 1906 se distinguen del resto de baldosas modernas por el color oscurecido de su piedra. Los capiteles que remataban esas columnas se encuentran ahora en el parque de Olof Palme, en Usera. También hay esperanza para las verjas originales del siglo XVIII de la Puerta del Rey, que aún conservan el escudo republicano. Con la construcción de Madrid Río, se desmontaron y la parte sobrante que no se recolocó aguarda en «la casilla». Según Pérez, con la restauración de la Casa de los Vargas, podrían reubicarse allí. «Escombros medievales» Las obras de peatonalización de plazas como la del Callao o la de la Red de San Luis retiraron de las calles sus fuentes sin que se les encontrara una ubicación. Otras excavaciones, como la del «parking» de Barceló o Serrano y también de la remodelación de Madrid Río sacaron a la luz bóvedas, restos de la muralla y arcos medievales del puente de Toledo o el de Segovia. «Se trajeron aquí algunos lienzos porque tienen difícil encaje en la ciudad y es difícil musealizarlos», reconoce el historiador. «Otras son sólo piezas de sílex que carecen de valor patrimonial, pero que se guardan para usarlas en la restauración de esas construcciones y ser más fiel al original», añade Pérez, que los tilda de «escombros medievales». Las piezas más pequeñas y más valiosas que se retiran de la vía pública suelen conservarse en el almacén de Paracuellos para su posterior reubicación. Así, los faroles que salieron del Cuartel del Conde Duque se apilan en torno a la figura de Felipe II a la espera de que concluya la restauración del Palacio del Capricho, para decorar sus estancias. Las ninfas de la fuente del Nacimiento del Agua de la plaza de España están desde hace meses en dique seco. Ellas, obras del artista murciano Antonio Campillo, junto con las conchas -que se encuentran en el taller de cantería-, serán trasladadas cuando termine la reforma frente a la iglesia de San José y Santa Teresa, donde serán las protagonistas de su plaza de acceso, al estilo italiano. No obstante, muchos de los elementos que se custodian en Paracuellos llegaron por accidentes en las que salieron dañadas: la cola del Pegaso de la plaza de Legazpi, cuyo peso complica su restauración; la diosa solar del templete del parque de Villarosa, a la que le arrancaron el respaldo de la silla; un brazo de uno de los monarcas de la plaza de Oriente, que un camión se llevó por delante en Navidad; el reloj de sol de la salida de la Renfe de Recoletos, que apreció completamente abollado; o una de las efigies del Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana, que fue arrollado por un coche que salió disparado del puente de Eduardo Dato. Incluso hay obras como el rostro en bronce de Agustín Lara que desde que se encargó en 1990 jamás ha visto la luz y que espera una oportunidad que la saque del olvido.
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sábado, 22 de febrero de 2020
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» El patrimonio escondido de Madrid: viaje al «museo» oculto en el almacén de monumentos
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