viernes, 28 de febrero de 2020

Monterrey, el palacio de los Alba donde se diluyen las huellas de doña Cayetana

Cuando aún gozaba de buena salud y la temperatura acompañaba, Cayetana de Alba acostumbraba a pasear por los jardines del Campo de San Francisco con sus perritos durante sus estadías en Salamanca. Siempre sintió una conexión especial con esta ciudad y durante años su presencia fue habitual en septiembre para la celebración de la fiestas de la Virgen de la Vega. Hasta el año 2011 la vimos en el tendido de la plaza de toros de la Glorieta junto a su marido Alfonso Diez. Aprovechaba sus visitas a la capital del Tormes pare degustar el tostón, uno de sus platos preferidos, o la ensalada de maruja castellana. Siempre acompañado de una cerveza de barril Cruzcampo bien fría. La última vez que doña Cayetana pernoctó en el palacio de Monterrey fue en septiembre de 2013, un año antes de su fallecimiento el 20 de noviembre de 2014. Levantado en el siglo XVI en la plaza de las Agustinas, esta residencia perteneciente a la Fundación Casa de Alba es uno de grandes monumentos platerescos de la ciudad charra. Tras una profunda rehabilitación, en mayo de 2018 abría sus puertas al público. Un gesto que el pueblo acogió de muy buen agrado. Durante los primeros once meses recibió 23.594 visitantes, previo pago de 5 euros. La imponente fachada del palacio, tallada con la característica piedra de Villamayor que se torna en oro al atardecer, contrasta con la decoración más bien austera y sobria. Tras la muerte de doña Cayetana se realizaron algunas modificaciones. «Se han cambiado figuritas y cuadros. Se han quitado las porcelanas y las cajitas, en definitiva limpiar las cosas que saturaban visualmente para adaptarse a los gustos de su nuevo dueño», comenta la guía del palacio Jennifer de Castro, durante un recorrido por la ciudad organizado por Opel para presentar su nuevo Astra que destaca por su estilo y eficiencia, con las versiones de menor consumo y emisiones de su historia. «Carácter extrovertido» El duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, se deja ver por Salamanca menos de lo que hacía su madre. «La última vez que Carlos se hospedó aquí fue hace cuatro o cinco meses. Viene menos que su madre. Ella salía mucho y los vecinos le tenían un gran cariño. Era cercana y se paraba siempre a saludar. Carlos también es muy extrovertido, más de lo que parece», asegura. «Dos personas se encargan actualmente del mantenimiento de Monterrey. Viven aquí. Una está centrada en las labores de limpieza, mientras que la otra se encarga más de los arreglos, de cambiar una bombilla o lo que necesiten. En el caso de que el duque se aloje aquí, suelen traer un refuerzo, personal de su equipo». En las estancias del palacio se suceden los retratos del duque de Alba y de sus hijos Fernando y Carlos Fitz- James Stuart y de Solís. También hay varias imágenes de la boda del duque de Huéscar con Sofía Palazuelo, celebrada en el palacio de Liria de Madrid. «El matrimonio se alojó aquí el pasado enero, vinieron en su tiempo libre, una visita de ocio». El recuerdo de Unamuno En el interior se aprecia el calor de una casa habitada y muy cuidada, distribuida en varios niveles. La planta baja está reservada al servicio doméstico, con una hilera de pequeñas habitaciones que desembocan en una gran cocina, donde llaman la atención dos tarros de pisto con una etiqueta de septiembre de 2019. En esta parte no se permite tomar fotos por expreso deseo del duque de Alba, según advierte la guía. Del hall de entrada nace una escalera que conduce a los salones y las habitaciones. En la decoración destacan los famosísimos paisajes de José de Ribera, el retrato del III duque de Alba por Sánchez Coello u óleos de Salvatore Rosa o Tiziano. También destaca un cuarto de baño bellamente decorado con azulejos de Talavera de la Reina o el despacho del duque, dispuesto con un escritorio en el que la vista se detiene en una fotografía de Miguel de Unamuno, cuya casa se halla a escasos diez minutos caminando desde allí. La última de las estancias que compone el recorrido podría considerarse como la habitación de invitados. Un dormitorio de decoración austera, pero con ventanales en sus tres paredes convirtiéndola en la más luminosa. Llama la atención el cuadro del Conde Duque de Olivares de Manolo Valdés que compró Cayetana y una placa que recuerda que se alojó Don Juan Carlos cuando venía a Salamanca. «Era la época en la que se formaba en la academia de Zaragoza», puntualiza Jennifer.

De Estilo https://ift.tt/32zKwJ7

0 comentarios:

Publicar un comentario