jueves, 27 de febrero de 2020

Los líderes del 1-O recibieron 2.300 visitas en solo seis meses

La peregrinación carcelaria ha acabado convirtiéndose casi en un deber para cualquier independentista con ánimo de hacer carrera en la política catalana. No solo desfilan los más altos cargos de la Generalitat y del resto de administraciones públicas, sino que cualquier concejal del pueblo más remoto de Cataluña busca un hueco en su agenda para «fichar» en Lledoners. Rendir cuentas ante los políticos presos y, sobre todo, publicitarlo a bombo y platillo en redes sociales para no dejar dudas sobre su fidelidad al «procés» y a sus «mártires». El Ministerio Público ha puesto cifras a este peregrinaje. Los líderes encarcelados recibieron 2.300 visitas de autoridades en solo seis meses antes de ser trasladados a cárceles madrileñas para su enjuiciamiento en el Tribunal Supremo. Cuando acabó la vista, regresaron a prisiones catalanas a cumplir la pena. Esa cifra la desveló ayer el fiscal superior catalán, Francisco Bañeres, en una comparecencia en la comisión de justicia del Parlament. Fue después de que el diputado de Junts per Catalunya (JpC) Eusebi Campdepadrós le afeara el «sesgo ideológico» de la Fiscalía hacia los políticos presos. Se refería a un informe en el que el Ministerio Público criticaba las asiduas manifestaciones a las puertas del centro penitenciario y las continuas visitas de autoridades. Por ejemplo, las de Quim Torra, que, tal y como desveló ABC, visitó hasta en treinta ocasiones a los presos separatistas en 21 meses de mandato. No hay nada irregular en esas excursiones de los políticos secesionistas para ver a sus líderes presos. Las visitas de autoridades están permitidas y el reglamento no establece un límite, como sí ocurre con las que son de carácter personal y familiar. En sí mismo no es un privilegio, pero los políticos no acostumbran a visitar a los presos comunes. Bañeres explicó ayer que a la Fiscalía le «llamó la atención» el elevado número de visitas institucionales a los líderes del «procés», que pueden alterar la normalidad de la cárcel. Convirtieron Lledoners en su propio despacho.

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