No acabo de entender la indignada extrañeza de la señora Arrimadas ante la inconmovible negativa de Feijóo a una coalición electoral entre PP y Ciudadanos con vistas al 5-A. Tal vez se deba a un problema de desenfoque en el análisis de los datos objetivos. O quizá proceda de un error en la contabilidad de los votos recibidos por cada cual en los comicios más recientes. La señora Arrimadas, de talento político y coraje personal incuestionables, tiene que ser conocedora, sin duda, del peso de su partido en Galicia, de la estrechez de su fuerza y de la realidad de su implantación. Podría decirse, con cierta crueldad pero sin faltar a la verdad, que es un partido rayano en la inexistencia; limitémonos a decir que es un partido circunstancial, con presencia salteada y testimonial. En el dietario político de Galicia, todo lo que no es PP anda repartido en salvedades más o menos esparcidas. Incluso el PSOE, centenario, sucursalista y animoso, es incapaz de asentamientos mayoritarios si no es mediante pactos coyunturales con afines y vecinos de parcela. El caso de Vigo queda exento de la ley natural. No sabríamos decir si eso es bueno o es malo, pero es. El legado del largo ciclo fraguiano no es de naturaleza propiamente ideológica, sino más bien estructural. La herencia política del patrón no es de identificación sino de cimentación. De ahí que Feijóo no pierda de vista el primer mandamiento de la única ley de observancia obligatoria para todo mandatario que no esté dispuesto a subordinar la razón a la pasión: son los Gobiernos en el poder los que pierden o ganan las elecciones, un empeño fuera del alcance de la oposición. Estamos, pues, ante «la realidad como resultado», dicho a la manera del profesor Tierno. Aunque ellos no lo crean, Inés Arrimadas y Gonzalo Caballero cojean del mismo pie. La una cree que la puesta en común de media docena de principios generales es suficiente soldadura política; el otro está persuadido de que la indignación a voz en cuello derriba las murallas de Jericó. Entusiastas pero ingenuos. No se preocupen: ya crecerán.
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