Los gallegos tienen, desde siempre, uno de los paladares más desarrollados a la hora de catar vinos. La suerte de poder conocer y producir de primera mano Albariño y otras variantes de vino blanco, como puede ser Godello, hace de la gastronomía autonómica una experiencia digna de reconocimiento. Sin embargo, la innovación es también indispensable para poder continuar con la calidad exigida por el consumidor. Movida por esta necesidad, la bodega gallega Mar de Frades decidió el año pasado que era el momento de diferenciarse. Los sabores ya conocidos están bien, pero no eran suficientes para motivarlos a la hora de trabajar. Por eso, poniéndose en contacto con Misión Biológica de Galicia (MBG), un centro adherido al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), consiguieron encontrar tres variedades hasta entonces desconocidas; unas cepas que, por sus cualidades y características, podrían llegar a convertirse en una uva sana y con el sabor preciso para dar un vino nuevo, diferenciador en los mercados y original. Eso es precisamente lo que pretendía Paula Fandiño, enóloga de la bodega, quien asegura a ABC que «la idea parte de querer ser únicos y aspirar a diferenciarnos y a mantener nuestro galleguismo, sentirnos gallegos y seguir trabajando en ambientes locales y con productos locales y con variedades». Esta manera de innovar es, para la MBG, un proyecto de largo recorrido. Desde una parcela experimental, pequeña, lograron recoger datos sobre estas tres nuevas variedades –Brancellao Blanco, Blanca Desconocida-1 y Blanca Desconocida-2– para comprobar que, efectivamente, eran especies óptimas para intentar vinificar el producto. Carmen Martínez, científica de la MBG, confiesa que «eran plantas centenarias y teníamos ejemplares en nuestra colección». Por ello, el centro ha cedido «a esta bodega –Mar de Frades– la planta ya insertada de esas tres variedades para ver cómo se comportan en los diferentes sistemas de poda y producción y qué tipo de vino producen». Sin embargo, esto no deja de ser una fase completamente experimental, de prueba. «Vamos a estudiarlas para saber cuáles son las cualidades que tiene, esto no es un caso de éxito, es un caso de estudio», explica Fandiño. El proyecto, financiado por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial y que comenzó ya en el 2019, tendrá continuidad hasta 2022, cuando se podrán completar los estudios del crecimiento de las cepas. A partir de ahí, se comprobará si son uvas con la calidad suficiente como para poder vinificarlas. «La bodega ha arriesgado mucho invirtiendo porque no hay nada claro, aunque tenemos verdaderas esperanzas de que el proyecto salga adelante», señala Martínez. «Nos planteamos este riesgo que estamos corriendo porque sabemos que es un caso de estudio en el que podemos perder o no obtener nada», recuerda la enóloga. La importancia, asegura la científica, radica, sin embargo, en la divulgación de los resultados para que «otros viticultores en Galicia o en cualquier zona de España puedan aprovecharlo». Un «olvido» de alcance milenario Estas tres especies eran milenarias, propias de Galicia. Sin embargo, nadie las había utilizado todavía para intentar hacer vino. Aunque los motivos se desconocen, lo cierto es que es necesario estudiarlo. Por ello, tal y como aseguran fuentes de la bodega Mar de Frades, se probarán diferentes manejos de cultura y se aplicarán una serie de parámetros agronómicos, así como de sensibilidad de infecciones fúngicas para comprobar su potencial en función de diferentes aspectos, como puede ser el climatológico o el del suelo.
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