Hace cuatro años (enero de 2016), Artur Mas pasó a la «papelera de la historia» gracias a la CUP, que en las elecciones autonómicas de 2015 se había convertido en pieza fundamental para que los independentistas mantuvieran la Generalitat de Cataluña. Apareció, entonces, Carles Puigdemont, alcalde de Gerona y designado a dedo de un día para otro como su sucesor. Lo que vino después se conoce como procés (aprobación de normas inconstitucionales en el Parlamento autonómico catalán, referéndum ilegal, dos declaraciones unilaterales de independencia y aplicación del artículo 155 de la Constitución) y tuvo su cénit en 2017. Hoy se cumple el plazo de inhabilitación para cargo público de 13 meses a los que fue condenado Mas (23 de enero de 2019) por planificar y llevar a cabo la consulta secesionista del 9 de noviembre de 2014, también ilegal como el 1-O, estando al frente del gobierno catalán. A partir de mañana, por lo tanto, Mas puede formar parte de una lista electoral y salir de la «papelera de la historia». El procés ha sido tan intenso, con un elevado coste (en lo económico y en lo personal para los catalanes) y deja un vacío de liderazgo en las filas secesionistas que una parte del sector empresarial, así como de la antigua Convergència, sueña con la vuelta del delfín de Jordi Pujol. Mas puso en marcha el procés y ahora, vistos sus efectos, quieren que lo reconduzca. Sin embargo, si algo ha cambiado en Cataluña de enero de 2016 a febrero de 2020, sobre todo, es el mundo político independentista. Puigdemont se ha convertido en su único motor y ha demostrado que es muy potente electoralmente. En 2017, pese a la victoria de Inés Arrimadas (Cs), superó a ERC, y en 2019, en un pulso directo con Oriol Junqueras (ERC), le venció claramente en la cita electoral para el Parlamento Europeo. Así, Mas prefiere tender puentes entre Puigdemont y su entorno y los sectores independentistas que se han vuelto pragmáticos tras la aplicación del 155 y la comprobación de que el Estado de derecho se impone, con cárcel si es necesario. En este segundo grupo se encuentra la dirección del PDECat encabezada por David Bonvehí y satélites como Marta Pascal, que desearían ver en Mas a cual Íñigo Urkullu (PNV). A partir de mañana, la mejor baza de Mas es la de dejar claro a todo el mundo que puede volver. Aunque no lo haga. Pero se deje querer. «Lo que me llega es que no quiere hacer nada más que de Reina Madre, manteniendo unidos a los convergentes para influir en todo lo que pueda en Puigdemont», señala a ABC un ex alto cargo de CiU de las épocas de Pujol y Mas. Otro, que ocupó un escaño de CiU en el Congreso, afina más: «Mueve la cola, pero no le veo encabezando una lista con Puigdemont. Si hubiera una escisión en el PDECat y Puigdemont rompiera amarras... quizás, en este caso, sí lo entendería». Una semana grande De momento, el fin de la inhabilitación lo va a celebrar a lo grande. Anoche estuvo en directo en TV3. El miércoles (26), el mismo día que PedroSánchez se reúne con Quim Torra en La Moncloa, pronunciará una conferencia en Barcelona (Fórum Europa). Un día después, el jueves (27), presenta su libro Cabeza fría, corazón caliente. El ‘‘procés’’ en primera persona (Columna). Y sus apariciones públicas y mediáticas se reproducirán en tanto él mismo vea que puede dar el paso definitivo –al que nunca ha renunciado– para volver a la primera línea política. Siempre, eso sí, deberá contar con el visto bueno de Puigdemont, salvo que se rompa la alianza. Algo poco probable. Está confirmada su asistencia al gran acto que Puigdemont tiene previsto protagonizar en Perpiñán (Francia) el sábado (29) para celebrar su inmunidad europea. Mas fue condenado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña el 13 de marzo de 2017 a dos años de inhabilitación para cargo público por desobediencia. El Tribunal Supremo, tras el correspondiente recurso, rebajó la pena el 17 de diciembre de 2018 a un año y un mes. Y su ejecución se puso en marcha el 23 de enero de 2019. Mañana, justo, se cumplen los 13 meses. La casualidad ha hecho que mañana, lunes 24 de febrero, se cumplan 15 años de otra fecha a tener en cuenta para saber si Mas (64 años) opta por volver a la trinchera política. Aquel día de 2005, en el Parlamento de Cataluña, el entonces presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall (PSC), le dijo al líder de la oposición, un tal Artur Mas: «Ustedes tienen un problema, y este problema se llama 3 por ciento». Desde entonces, la Justicia tiene abiertas diversas causas cuya resolución afectará al futuro del delfín de Pujol.
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