En La Cubierta de Leganés asoma la ferralla entre unas escaleras carcomidas por el paso del tiempo y el escaso mantenimiento prestado a uno de los principales edificios inaugurados, a finales de la década de los noventa, en Madrid. Poco queda de lo que fue antaño: majestuosa plaza de toros con techo retráctil. Las paredes, grises, cuando no pintarrajeadas con grafitis sin gracia ni arte, dejan ver los ladrillos de su construcción. La suciedad (botellas, latas, vasos de plástico y colillas amarillentas) se amontona en recónditos lugares como huecos de las escaleras. Hay también manchas de orines y maderas astilladas debido a puñetazos y patadas recibidas en las peleas que se suceden alrededor del coso. La última, que acabó en asesinato, sucedió en octubre de 2019 y puso el broche final a una década de dejadez y delincuencia. Un hombre, de 30 años y nacionalidad magrebí, murió a consecuencia de cinco puñaladas recibidas por la espalda. La multitudinaria reyerta se originó en uno de los locales de la planta baja del centro taurino. «Lo de hoy ya no nos sorprende. Siempre pasa algo», dijeron en su momento los vecinos a ABC. Ellos son los mismos que hace tres años firmaron una petición para que el Ayuntamiento hiciera lo que parece que ahora va a materializar: cerrar los locales de copas problemáticos. Esos establecimientos los frecuentaba hace dos años Esmeralda, peruana que recayó en Leganés y que acudía a La Cubierta «porque es un sitio concurrido por los latinos». «No pienso volver –dice ahora–, prefiero trasladarme hasta el centro de Madrid que quedarme aquí. En uno de los sitios a los que fui llegaron a cerrar las puertas una madrugada para no tener líos con la Policía. Podría haber ocurrido cualquier cosa». La violencia ha hartado a los vecinos, en una situación límite por lo que presencian desde sus ventanas, que quieren soluciones ya. «La gente joven que no viene a estos sitios, ni siquiera se atreve a pasar por aquí de madrugada. Tiene que dar un rodeo para evitar que les digan algo», asegura una de las moradoras del bloque de en frente al recinto. «Esto viene de lejos y nunca se le ha puesto solución. El cierre tiene que llegar ya y, ojalá, las cámaras, para controlar la seguridad más, aunque ya haya Policía dando vueltas siempre por aquí», coincide otra mujer que la acompaña en su paseo. Tan lejos, que hace justo dos años hubo tres heridos por arma blanca y arma de fuego, no de ellos grave tras salir de una zona de «afters». Y, diez antes, cuatro jóvenes fueron procesados por el homicidio de otro, de 19 años, al que propinaron patadas y golpearon en la cara, hasta con una botella, porque «les miró mal».
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