Si hay una cualidad que ha definido al Atlético de Madrid desde que Diego Simeone ocupa su banquillo es, sin duda, esa machacona intensidad que terminó convirtiéndose en hábito en cada uno de los partidos disputados desde 2012. Alabado por sus rivales, el ADN inyectado por el técnico desde el día de su llegada ha guiado los éxitos de un equipo que este curso, a pesar de los resultados, no termina de encontrarse. Entre otras cosas porque, extrañamente, ya no muerde como hacía antaño, ni en la medular ni en otras zonas del campo. La presión que antes comenzada por los delanteros tampoco resulta ahora asfixiante y el entrenador argentino no es ajeno a esa pérdida de identidad, reconociendo en varias ruedas de prensa una preocupante falta de intensidad que volvió a repetirse el pasado martes en la jugada del gol del Milán en la Liga de Campeones. Un mal al que el Cholo quiere empezar a poner coto en el duelo de esta noche ante el Barcelona para que su Atlético vuelva a ser tan reconocible como lo ha sido siempre. «Será un partido muy competido. Nosotros estamos buscando crecer y la tensión la centramos en eso», manifestó ayer ajeno a la crisis del Barça. La falta de intensidad provoca que el Atlético ya no salga siempre vencedor en la disputa por los balones divididos, pero no es la única carencia en unAtlético que este curso tampoco consigue mantener en pie el muro delante de Oblak. Los seis goles recibidos en las siete primeras jornadas del campeonato desnudan la debilidad de una defensa especialmente vulnerable y dubitativa en el juego aéreo. Los rivales consiguen rematar lo que no hace tanto tiempo parecía un imposible ante una zaga del Cholo. El Getafe se adelantó en el marcador hace dos jornadas con un cabezazo y el pasado fin de semana otro testarazo provocó la primera derrota colchonera en esta Liga. Con una de las mejores plantillas de su historia, eljuego tampoco termina de enganchar, aunque el Atlético de Madrid aparece en la zona alta de la clasificación convertido en un equipo de dos caras porque se está acostumbrando a regalar el primer tiempo de los partidos a los que parece saltar con un piloto automático plano y falto de nervio. Lo hizo ante el Milán, aunque el acierto de Griezmann y Luis Suárez en la recta final provocó la remontada, como ya sucedió en las visitas al Espanyol y al Getafe, o en el empate in extremis en el Wanda ante el Villarreal. Aunque la reacción no llegó en Mendizorroza, la fe sí es una virtud que no se pierde nunca conSimeone, que ante el Barça quiere recuperar la intensidad del pasado tan añorada en esta campaña.
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