lunes, 25 de noviembre de 2019

Roberto Bautista: «Quedarme en el sofá llorando no me hubiese ayudado en nada»

España empezó a ganar la Copa Davis el sábado en un bar de carretera de Motilla del Palancar, a mitad de camino entre Castellón y Madrid. Roberto Bautista estaba de regreso a la capital después de despedirse de su padre, que murió el jueves al empeorar su estado de salud (sufrió un accidente en 2016), y quería dar una sorpresa a sus compañeros, afectados también por el mazazo y muy cercanos y cariñosos en todo este proceso. Ya apurando el postre, en ese bar de la provincia de Cuenca, sonó el teléfono de Pepe Vendrell, entrenador del número 9 del mundo. Era Ángel Ruiz Cotorro, médico de la Federación Española de Tenis, y no se anduvo por las ramas: «Pepe, el equipo está muy justo, necesitamos a Roberto. ¿Cómo está?». El técnico de Bautista ni se había atrevido a sugerirle la posibilidad de volver a jugar en lo que quedaba de Davis, pensando que no tendría cuerpo después de otro golpe anímico de difícil digestión (murió su madre también en mayo de 2018), pero, al colgar, insinuó que estaba esa posibilidad ante los problemas físicos de Pablo Carreño y Marcel Granollers y su pupilo reaccionó de inmediato. Dejó la cuajada en la mesa, pidió la cuenta y a Madrid que se fue convencido. «Juego, juego». Lo que viene después, ese Bautista triunfal en su duelo ante Felix Auger-Aliassime para poner a España a tiro de Ensaladera en la final ante Canadá, ya se sabe, motivo más que justificado para que se ganase el aplauso de todo el planeta por su entereza y su compromiso. En las tripas de la Caja Mágica, agotado por la paliza, Roberto Bautista asumía con naturalidad las felicitaciones. Le fue imposible contener el llanto en la pista y contagió con su discurso al resto de la selección, con Nadal también traicionado por las lágrimas, pero su intención nunca fue la de dar pena, ni siquiera pretendía que su proeza se entendiera como un ejemplo. Delatado por la voz, y antes de la fiesta en un restaurante de moda de Madrid, atendió a ABC a la carrera. Esta Davis de Nadal también tendrá un recuerdo eterno para Bautista, quien, por cierto, tiene previsto casarse el sábado. -¿Cómo está? -Ahora contento, acabamos de ganar la sexta Copa Davis. El jueves, cuando la doctora de mi padre me llamó y me dijo que podría quedarle poco, tenía que tomar una decisión. Hablé con el capitán y salí para casa. Cogí el coche y después de todo pude vivir con mi padre unos momentos muy especiales. Los últimos. Ayer por la mañana -por el sábado- le despedimos y luego me vine para aquí. No sabía la situación del equipo y quería que vieran mi apoyo. No tenía pensado jugar. -¿Y cómo logra concentrarse en la pista y mantener el nivel emocional estable después de todo? -Al final salimos a la pista a darlo todo, cada día del año pasamos dificultades, con momentos de mucha presión. Hoy lo que he intentado es salir a la pista, dar lo mejor de mí. Se había puesto todo de cara para conseguir el primer punto y es lo que he intentado. -¿Es el partido más difícil de los que ha jugado? -Pues bueno... Creo que ha sido uno de los más difíciles. Por desgracia he vivido ya este momento antes y creo que me sentía con la confianza y con fortaleza de que si salía a la pista iba a hacerlo bien y a darle el primer punto a España. -Cuando le proponen jugar, en ese bar de carretera, ¿en qué piensa? -Yo pensaba en llegar a la concentración de sorpresa más o menos a las cinco de la tarde. Y, como dicen, estábamos comiendo en ese bar y me coge mi entrenador, me separa de la mesa y me dice que el equipo está pasando momentos críticos con jugadores tocados o con algún lesionado. Y en ese momento ya cambio el chip, me enchufo y me concentro con todo el equipo. Me entrené lo que pude ayer, llevaba dos días sin jugar, pero el haber jugado dos partidos en la fase de grupos me ha ayudado y me ha dado el ritmo para hacer un buen partido. Creo que ha salido todo increíble. Efectivamente, Bautista jugó con una solidez encomiable, por fin una gran tarde de Davis para su colección. Lo necesitaba por varios motivos y su victoria emocionó a la españolía, que gritó su nombre con la misma pasión con la que grita el de Nadal, que no es poca cosa. El mallorquín, por cierto, regaló una de esas frases fantásticas para titular cuando resumió lo que había sido la final: «Yo he ganado ocho partidos, pero lo digo con el corazón: la persona que ha sido vital en esta Copa Davis es Roberto. Lo que ha hecho es algo casi inhumano, no lo sé explicar». -¿Le abruma que se le ponga como ejemplo por lo que ha hecho? -No, no. Ni lo pienso, la verdad. Igual que yo, Rafa o cualquiera de nosotros sale a la pista e intenta ganar y hacer lo que uno mejor sabe. Eso es lo que he intentado hoy. -¿Y qué se le pasa por la cabeza una vez gana el partido? -Pasan muchas emociones. Por supuesto, dedicar el triunfo a mis padres, que sin ellos no podría estar aquí ni podría haber sido tenista. Y querer compartir con mis compañeros y con todo el equipo todas las emociones y lo bonito que ha sido dar el primer punto a España. De paso, agradecerles todo el cariño que me han ofrecido. -¿Ayuda el tenis a sobrellevar estas situaciones? ¿Le sirve como refugio? -Sí, la verdad es que sí. Amo el tenis. El tenis es mi vida. Y el haberme quedado en casa, en el sofá, llorando o muerto de pena no me hubiese ayudado. Y lo que me hubiesen dicho ellos (sus padres) es que cogiera el coche y que me viniera con el equipo. Al final es lo que yo quería. Son decisiones personales y mi padre me hubiera dado un tirón de orejas si me hubiera quedado en casa. Después de una desgracia hay que dar un paso adelante. Todos los padres del mundo quieren que la vida continúe y que todo siga adelante. He venido a Madrid a hacer mi trabajo, que es jugar al tenis.

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