viernes, 29 de noviembre de 2019

Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción: pasión por el pueblo

Cuando Madrid se pone gris y frío, y las mañanas exhalan el aliento de la incertidumbre, las iglesias se convierten en seguros refugios. Entro en el templo de Nuestra Señora de la Concepción de Pueblo Nuevo, Ciudad Lineal, Arturo Soria, 5, lo que la buena gente del barrio entiende como La Cruz. Porque allí, en el cruce de caminos, Arturo Soria, Alcalá, la hoy avenida de la Institución Libre de Enseñanza, antes Hermanos García Noblejas, hubo una cruz en memoria de los caídos de la victoria. Una cruz que solo perdura en el imaginario del pueblo. A primera hora de la mañana, acabada la misa de los que pronto se levantan y a la espera del rosario de 10,30 horas, que en esta parroquia hay rosario matutino y vespertino, al entrar en el templo me encuentro a la fe pura, a su expresión más sencilla, casi diría desgarradora. Una señora de mediana edad arrodillada delante del altar. Trasluce sufrimiento, mucho sufrimiento. El retablo y el altar bien cuidados y custodiados por el neomudéjar, ese ladrillo rojo de tierras recias de Castilla, aquí espejo del mudéjar de la iglesia de Canillejas. Sigue la señora de rodillas delante del altar, en medio del presbiterio. Se levanta y con una dignidad recompuesta, sale de la Iglesia por el pasillo central con la cabeza alta y la mirada en lo eterno. Lágrimas de vida. En ese momento, se asoma por una puerta lateral, la de la sacristía, el párroco, don Pedro Ochaita, que, casualidades de la vida, lo fue antes de la que trajimos la pasada semana a estas páginas, San Emilio. La conversación con el párroco, en la mesa de la sacristía, es interrumpida por un improvisado consejo parroquial, al que se incorpora Teresa, voluntaria de Cáritas, que viene acompañada por dos amigas, que solo asienten. T eresa y sus dos amigas se encargan de la acogida en Cáritas y de la distribución mensual de alimentos al cerca de un centenar de familias. Además, la vista domiciliaria y una iniciativa que me parece novedosa, la misa mensual a favor de la vida, que congrega a las jóvenes que están embarazadas y reciben ayudas de Cáritas. En esa misa se da gracias a Dios por el don de la vida y se reparten canastillas con ropa de recién nacidos, biberones y algunos productos de higiene elemental. La vida que nace no está sola. Al incorporado consejo en la sacristía, en el que por cierto reina un frío eclesial de invierno, se suman el vicario parroquial, José Ramón Hurtado de Mendoza Infantes, y el sacerdote adscrito, Eusebio Bartolomé Llorente, durante muchos años párroco del Santo Cristo del Amor de Aluche, lector semanal de esta serie de parroquias y, por lo que se ve, curtido en mil batallas. Don Pedro Ochaita, cercano, hasta jovial diría, durante no poco tiempo, fue secretario de Vicaría. Da juego a su equipo sacerdotal, que al trabajar en una iglesia de paso, dedica no poco tiempo al culto divino, a las misas, al confesionario. Porque esta parroquia de Nuestra Señor de la Concepción de Pueblo Nuevo se caracteriza por la intensa colaboración de los fieles a través de los grupos con los que cuenta la parroquia: el de jóvenes, que se han bautizado como Vida Nueva, la Acción Católica, la Legión de María, la Renovación carismática, Vida Ascendente, Adoración Nocturna, Pastoral de la Salud, el grupo de liturgia, los coros, el grupo de teatro, el aula cultural para mayores y la Hermandad del Cristo de las Angustias y de la Virgen de los dolores, las dos tallas mas impresionantes de la parroquia. Pero en la sacristía también está la foto, en blanco y negro, de un sacerdote que ha marcado la historia de la parroquia. Se trata de don Wolfrando Carrillo de Blas, sacerdote coadjutor de la parroquia, asesinado en la carretera de Aragón el 14 de septiembre de 1936, cuyos restos mortales reposan en el Cementerio de Barajas, según el «Martirologio Matritense del siglo XX». El relato de la vida de don Wolfrando, el contexto histórico, está descrito de forma estremecedora por el que fue párroco de esta iglesia, don Crescencio Gutiérrez Caridad, en el libro de la historia de la parroquia, que también lo es de la historia del barrio, en un Madrid cruce de caminos. Páginas que estremecen por su pasión por el Evangelio y por el pueblo.

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