viernes, 29 de noviembre de 2019

El último histórico de la saga Vuitton

No podría haber imaginado aquel adolescente llamado Louis Vuitton que sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos vivirían en la abundancia por su saber hacer. Fundador de la maison française de mayor notoriedad en el mundo, buscaba trabajos que le dieran alojamiento y alimento mientras recorría a pie durante dos años el largo camino entre su región natal del Jura y su soñada París. Hace escasos días, el último tataranieto histórico de monsieur que se mantenía implicado en la empresa nos dijo adiós. Se trataba de Patrick Louis Vuitton, cara y voz de los pedidos especiales en las últimas décadas. Patrick Louis Vuitton ya no poseía ningún paquete accionarial de importancia en la empresa creada por su tatarabuelo Louis en 1854. Tras el fundador, había tomado las riendas de la empresa su hijo Georges Vuitton, el creador del famoso monograma LV con el que intentaba proteger de las copias los artículos de la marca sin sospechar que ello la convertiría exactamente en la más copiada del mundo. Padre, hijo -y el nieto, Gaston Vuitton- abrieron tiendas no solo en París sino incluso en Londres y Nueva York, algo sin precedentes en la época. En los años 70, la empresa, dormida y olvidada, estaba en manos de varias de las bisnietas del fundador. Fue entonces cuando el exitoso empresario Henry Racamier, casado con una de ellas -Odile Vuitton- entró en acción. Henry Racamier, graduado de la ya entonces famosa École de Commerce parisina H.E.C., después de transformar una pequeña pyme familiar en un gigante del acero, vendió su gran obra, Stinox, al grupo Thyssen. Tras ello, se dedico más por entretenimiento que por necesidad, a revitalizar la marca fundada por el bisabuelo de su esposa. En los años 70, Vuitton solamente contaba con dos tiendas y había dado marcha atrás en todos los sentidos. En 1977 Racamier tomó las riendas de la empresa y en 10 años consiguió crear una red de más de 100 tiendas en el mundo. En 1984, la empresa, con un tamaño descomunal, sale a bolsa. Bernard Arnault, cuyo padre le había cedido una parte de la propiedad de Boussac tejidos -propietaria a su vez de Christian Dior- se hace a través de la bolsa con un gran paquete accionarial. Y el que en principio parece al viejo Racamier un posible aliado contra la Guinness - deseosa de entrar en lo que ya era LVMH- se acaba por convertir en 1990 en el accionista mayoritario y gestor del grupo que les quita el puesto. Bon vivant y orgulloso Los Vuitton y los Racamier fueron perdiendo toda participación en el grupo LVMH. Patrick-Louis Vuitton, desaparecido hace unos días, se apuntó a la empresa familiar en 1973. Bon vivant, con mucho carácter, gracia y muy orgulloso de su apellido, era la imagen más tradicional de la marca en actos relacionados con los artículos a medida y en grandes aperturas de tiendas. En España nos acompañó en varias ocasiones a Madrid, Barcelona y Valencia. Gran aficionado al campo y la caza, al oleo y a la acuarela, apreciaba los buenos caldos, la gastronomía tradicional y las tertulias. Siempre con su pipa en ristre - incluso cuando la llevaba apagada- escudriñaba a los asistentes a cada evento, intentando detectar si llevaban alguna pieza falsificada. Patrick-Louis era buena persona, ocurrente y natural. La casa Vuitton está de luto, pues no en vano ha desaparecido un hombre emblemático que supo representar la esencia más tradicional de Vuitton en los últimos 45 años. Sus dos hijos, Pierre-Louis y Benoît-Louis, seguirán trabajando en distintos departamentos de la empresa. Á plus tard, Patrick.

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