sábado, 30 de noviembre de 2019

Errejón cae en la más cruel de las insigficancias

Nadie en Podemos quería hacer referencia a Más País en la campaña. La máxima fue evitar la confrontación y esquivar el nombre del que fue cofundador e ideólogo del partido, y que se marchó en enero dando un portazo. Pero la noche electoral del 10-N, cuando los resultados eran insalvables para Más País, el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, asestó el último golpe (por ahora) en la guerra de trincheras que ambos disputan entre bambalinas desde antes de que su antiguo escudero y estratega abandonara el partido. «Conozco a Íñigo Errejón, sé que es el día más difícil de su vida y le mando un abrazo solidario», expresó Iglesias. Su mensaje fue un regalo envenenado, un caballo de Troya que escondía regocijo adornado con buenas palabras, pero que pese a la picardía no le faltó razón. Errejón replicó a regañadientes tras el batacazo: «Yo también mando abrazos calurosos». Los resultados de Más País fueron cinco veces menores que las expectativas aireadas para justificar su participación a dos meses de la repetición electoral. Manifestaron que iban a sacar 16 escaños, pero consiguieron tres y 554.066 votos (un 2,3 por ciento). El líder de Más País tampoco logró grupo propio, su principal aspiración; condenado a diluir su figura política en el Grupo Mixto y a luchar contra la irrelevancia que eso supone. Los números de su proyecto nacional son la consecuencia de una sucesión de errores de cálculo, parches y revanchismo que cierran un «annus horribilis» en el que Errejón se ha visto reducido a ser la némesis fallida de Iglesias. No captaron al descontento Más País solo consiguió representación en dos circunscripciones de las 18 en las que se presentó. El escaño del valenciano Joan Baldoví, de Compromís, y los dos de la Comunidad de Madrid; el de Errejón y el de Marta Higueras, la segunda de Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid. Aunque Higueras rechazó la semana pasada el acta para que pudiera entrar Inés Sabanés, de Equo, después de que los verdes se quedasen sin representación. El promedio de encuestas pasó de otorgarles un 5,5 por ciento en septiembre, cuando anunciaron su participación, a caer hasta el 2,2 según se iban acercando las elecciones. Autopresentados como el «antídoto» contra la desafección, los análisis postelectorales revelan que no capitalizaron al votante de la izquierda descontento con el bloqueo de PSOE y Unidas Podemos. Antes de que la papeleta de Más País se formalizara, en julio, desde La Moncloa se aprovechó la brecha abierta entre Errejón e Iglesias para proyectar el daño que le produciría a Podemos la hipotética candidatura nacional de Más Madrid. En el Gobierno en funciones inflaron a Errejón para presionar y generar la preocupación en la formación morada de que si bloqueaban la investidura de Sánchez sufrirían el desgaste en una segunda vuelta el 10-N. Por otra parte, el movimiento con Manuela Carmena de crear Más Madrid a principios de año había generado las expectativas internas y externas de ser un buen laboratorio para testar un proyecto nacional con el que l iderar el espacio político a la izquierda del PSOE y como sustituto de Podemos. Creyeron que con el 10-N llegaba su momento. Errejón corre riesgo de ser irrelevante si arranca la legislatura; con él en el gallinero e Iglesias en la bancada azul Las declaraciones de Errejón donde aseguraba que había «claramente sitio para otra fuerza progresista no sectaria» y que no descartaba participar si se celebraban otros comicios, alimentaban su aspiración y la de su equipo. El «plan A» de Errejón era que la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, fuese la número uno al Congreso por Más País, pero la exregidora se negó a pesar de los intensos intentos por convencerla. Y se pasó al «plan B». Errejón no tuvo más remedio que ponerse a la cabeza de un proyecto que siempre había querido, pero que alumbró en un momento desafortunado. Se vio obligado a abandonar su acta en la Asamblea de Madrid en noviembre, cuatro meses después de haberla conseguido, para presentarse a las elecciones generales ante el estupor de parte de sus votantes y de recelos internos. La premura para levantar a contra reloj un proyecto de partido nacional en 18 regiones y en apenas dos meses d erivó en decisiones estratégicas contraproducentes que enfrentaron a Errejón con compañeros y aliados clave. Malestar interno y bajas Clara Serra, exdiputada regional de Más Madrid, dimitió en octubre por discrepancias con la estrategia del líder de Más País. «Tengo motivos políticos de peso para no seguir acompañando este proyecto», expresó. Lamentó particularmente que se presentase una lista en Barcelona contra los comunes de Ada Colau. «Olvida y menosprecia años de trabajo de compañeros de territorios que han conseguido levantar proyectos necesarios», añadió. También su candidata al Senado, Jennifer Salmerón, expresó en Twitter su «gran decepción» y denunció «una campaña de desprestigio y de falsas acusaciones» por «disentir» con algunos de los dirigentes. Además, según reveló La Vanguardia, el malestar en las bases y en los principales líderes del partido aumentó tras el tortazo electoral. No se pueden entender las maniobras de Errejón sin Iglesias. El líder de Más País abandonó Podemos para concurrir con Más Madrid, un espacio político más «transversal» y «abierto», según dijo en su momento. Fue una condena al hiperliderazgo del partido morado y a las ataduras que Iglesias le había impuesto desde antes de ganarle en el Congreso de Vistalegre II, en 2017. Un año antes se había conocido la llamada Operación Jaque Pastor, donde el equipo de Iglesias descubre por casualidad un grupo de Telegram liderado por Errejón para desbancar al secretario general. Un negocio secreto para acabar con la cúpula de Podemos que se repetirá en 2018 cuando Carolina Bescansa revela por error su plan para liderar el partido junto a Errejón. Dos sucesos que disparan la desconfianza y el malestar en Iglesias. Iglesias, Más fuerte En los círculos de Podemos existe un sentimiento de traición «fuerte y extendido», explican desde dentro, al considerar que Errejón se sirvió del partido para impulsar su proyecto personal. Sin embargo, en el entorno de Iglesias también valoran que con su afán por configurarse como alternativa a Podemos, sumado a sus prisas, lastró su carrera. En contraste con la figura de Iglesias, hoy más fuerte que el 28-A, a pesar de tener menos apoyos, tras firmar una coalición con el PSOE, el papel de Errejón corre el riesgo de ser irrelevante si sale adelante la legislatura. Con él en el gallinero e Iglesias en la bancada azul del Gobierno.

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