sábado, 30 de noviembre de 2019

No todo vale

La izquierda gallega tiene una capacidad innata para enrolarse en batallas de nula utilidad y escasa o dudosa moralidad. Es la consecuencia consustancial de su proceder habitual, de actuar únicamente en función de intereses partidistas en busca de presuntos réditos electorales que nunca llegan y a base de ocurrencias y gags infantiloides que siempre fracasan. De ahí las carnavaladas a las que ya han acostumbrado a la sociedad esas fuerzas políticas. Organizaciones que, sin pudor, demuestran a diario una absoluta ausencia de sentido del ridículo y un alto, altísimo, grado de cinismo. En todo caso, el problema ya no es la vacuidad de su discurso. El problema es que su demagogia no resulta inocua. El drama es el daño que pueden provocar sus campañas de descrédito y linchamiento. Dos noticias de esta semana ponen sobre la mesa la ausencia de límites con la que operan estos partidos. Uno, el archivo del caso de la hepatitis C, el cierre de la instrucción en la que estaban siendo investigados como presuntos responsables de un delito de homicidio por imprudencia grave profesional dos ex altos cargos del Sergas a los que la oposición sometió a una shitstorm prolongada durante años. Y dos, la manifestación convocada por Nunca Máis en Ares tras haber embarrancado allí el Blue Star. Ambos casos evidencian hasta dónde están dispuestos a llegar. A usar la desgracia ajena en beneficio propio. A usar cualquier catástrofe para arañar un puñado de votos. Y no, no todo vale. ¿Cuándo van a pedirle disculpas a Félix Rubial y Carolina González-Criado? Nunca. No, no cabe esperar de estas fuerzas políticas ningún acto de contrición por las desmesuradas acusaciones vertidas contra ellos y el Servicio Gallego de Salud. Ni tampoco propósito alguno de enmienda. Es más, si pueden volverán a hacerlo en cuanto se presente la ocasión. Amparados en una mal entendida inmunidad parlamentaria, colocan con sus declaraciones en la picota a cualquiera que no piense como ellos, milite en otro partido o sirva en la función pública a una administración dirigida por el centroderecha. Son juez y parte. Imputan y condenan. Sin derecho a defensa. Lincharon al que fue director general de asistencia sanitaria y a la entonces subdirectora de Farmacia. Lo hicieron en la esfera política, intentando frenar el salto de González-Criado al Ministerio de Sanidad. Y lo hicieron en el ámbito público, a través de una plataforma que dirigía —oh, casualidad— quien acabó siendo candidato del rupturismo. Ese es el procedimiento habitual para medrar en ese tipo de organizaciones. También el BNG utilizó como cantera el movimiento Nunca Máis. Una plataforma que resurgió estos días —¡cómo no!— a raíz del encallamiento del Blue Star en la costa gallega. En cuanto huelen una posibilidad de catástrofe allá van todos. No habían transcurrido ni 24 horas desde primera noticia sobre el barco y Néstor Rego ya estaba en Ares haciendo campaña. No pasó ni una semana antes de que convocasen una manifestación. Y el barco no llevaba carga. Y no hubo ninguna negligencia apreciable en el manejo de la situación. La izquierda se ahoga en su demagogia. Viven atrapados en la miseria del cortoplacismo. En la búsqueda permanente del titular dramático. En el reduccionismo intelectual. En el discurso vacuo y el postureo. En el tacticismo de luces cortas y menor recorrido. Y no. La política es y debe ser algo más que un relato torticero hecho a medida de los intereses electorales de una u otra fuerza política. No todo vale. La izquierda debería haber entendido que el tiempo da y quita razones. Tarde o temprano. A veces, sí, demasiado tarde. Pero siempre, en cualquier caso, dicta sentencia. Es un juez insobornable. Y deja a cada uno en el sitio que se ha buscado. Ahora, tras años de linchamiento, ha quedado claro que no había caso en el sumario de la hepatitis C. La cuestión es si la izquierda está dispuesta a pedir disculpas y enmendarse o si está esperando otro Prestige para salir a pescar un puñado de votos.

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