La joya se transformó en una selva de maleza, lodo y ladrillos rotos. En 1958 había deslumbrado en la primera gran exposición internacional que se organizó tras la Segunda Guerra Mundial, en Bruselas. Tardó una década en caer en el olvido, en un rincón de la madrileña Casa de Campo. Hasta que, hace tres años, el Ayuntamiento decidió recuperar su esplendor. La primera fase de las obras ha culminado y el Pabellón de los Hexágonos ha resucitado. Al menos, un tercio. La rehabilitación ha terminado con medio siglo de abandono que convirtió este espacio emblemático en un lienzo para grafiteros. Pero antes de que los años la deterioraran, la obra diseñada por José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún representó a España en la Expo ‘58 (Exposición Universal de Bruselas), donde ganó el primer premio de arquitectura. Al año siguiente se trasladó, pieza a pieza, a su actual ubicación, en los recintos feriales de la Casa de Campo, y uno de los iconos del siglo XX, que incluso superó al famoso Atomium —la molécula gigante de acero y símbolo de la Expo ‘58—, sucumbió al paso del tiempo. El regreso al pasado ha costado a las arcas municipales más de un millón de euros. Con esta inversión, el Área de Cultura, Turismo y Deporte ha devuelto su aspecto original a cerca de un tercio de la superficie total del Pabellón de los Hexágonos, casi 1.000 metros cuadrados. Aún faltan pequeños trabajos para desmontar algunos elementos en riesgo de la zona sin restaurar y adquirir un sencillo mobiliario y un sistema de seguridad. Unos 400.000 euros más que sumar a esta primera fase de las obras, que también ha rescatado la entrada principal. A la izqda., el estado del pabellón en 2019; a la dcha., el espacio rehabilitado - D. S. B. / AYUNTAMIENTO El oro de la Expo ‘58 es un modelo de arquitectura modular (versátil y tecnológica) que se presentó por primera vez en un concurso de ideas, dos años antes del certamen internacional. Un puñado de paraguas invertidos con forma de hexágono que componían una cubierta a partir de solo cuatro materiales. Acero, vidrio, aluminio y ladrillo para una estructura que recoge el agua de lluvia y la conduce a una red de saneamiento. 63 años más tarde, el Ayuntamiento ha procurado aunar técnicas actuales y clásicas para mejorar las prestaciones del diseño inicial. Una exposición para la obra Al trasladar el Pabellón de los Hexágonos a Madrid, sus arquitectos idearon una configuración diferente a la exhibida en la capital belga, para adaptarlo a un territorio y clima distintos. Diez años después del traslado a la Casa de Campo, el Ministerio de Agricultura (de quien dependía entonces) modificó la obra. En 1975 el edificio fue abandonado a su suerte y condenado al desuso, salvo por las actuaciones de las escuelas-taller durante los ochenta y noventa. Un paradigma de la arquitectura moderna convertido en campo de pruebas. Ahora, el Consistorio pretende montar una exposición permanente para descubrir el espacio, su técnica, el contexto de la Casa de Campo y el de Bruselas y las señas de la arquitectura española de la época. Sin embargo, aunque la vida vuelva al Pabellón de los Hexágonos, quedan obras pendientes. La restauración completa debía tardar 24 meses y la pandemia ha trastocado los planes. Todavía faltan dos tercios por recomponer.
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