Un clásico no necesita ningún aliciente extra para cargarlo de épica. Tampoco ayer, que además del resultado ponía en juego media Liga. Pero la noche de perros que trajo la borrasca Jorge a la península ayudó al misticismo de un partido con sabor a final. Frío, viento y lluvia, y varios miles de chubasqueros blancos en la grada para aderezar un Madrid-Barça que le devuelve el liderato y la sonrisa a los de Zidane. El temporal debió recordar a Thibaut su infancia en Bélgica y su paso por el Chelsea. Y el portero blanco se mimetizó con la climatología y sacó su mejor versión, como ya hiciera el miércoles ante el City. Se ha repuesto pronto Courtois de su error en el Ciudad de Valencia, escondiendo brazos cuando el disparo de Morales exigía firmeza en ellos. Contra los ingleses sostuvo a su equipo en los momentos más delicados y poco pudo hacer en el remate a bocajarro de Gabriel Jesús y el excelente penalti de Kevin de Bruyne. Anoche, repitió función. En el tramo final de la primera mitad detuvo un disparo de Messi, tras una serie de rebotes de la que suele salirle siempre cara a Leo. Cerca del descanso, llegó la primera de las dos paradas clave. Un mano a mano de Arthur, inteligente en el cuerpo a cuerpo con Kroos para ganarle los metros suficientes y plantarse solo delante de Thibaut, lo mandó a saque de esquina el belga, rápido de reflejos con su mano izquierda al intento de vaselina del brasileño. La segunda, justo un minuto antes del gol de Vinicius. Con la entrepierna salva otro cara a cara, esta vez de Braithwaite: «Ha sido fundamental», dijo Zidane. «Contra el Celta, Levante y City fuimos mejores, como hoy, y no merecimos esos resultados», analizó el arquero. Si Courtois se ganó sobre el verde ser uno de los jugadores más determinantes del clásico, Marcelo también, aupado al once ayer. El brasileño, suplente desde la pasada temporada tras la llegada de Solari, estatus mutado puntualmente con la vuelta de Zidane, encontró esta temporada un fiero competidor en Mendy, apuesta personal del entrenador francés. Tanto que muy pronto, ya en octubre, volvió al banquillo como hábitat natural. Minutos en Copa, en partidos sin nada juego en Champions, y encuentros de Liga frente a rivales de talla menor. La solvencia defensiva de lateral francés prevalecía sobre la zozobra ofensiva del brasileño. Plan de verano De poco sirvió que Zidane mandara a Reguilón cedido al Sevilla y que Marcelo perdiera más de cinco kilos en verano, con un plan personal iniciado en abril del pasado año. El segundo capitán, motu proprio, decidió llevar a cabo con gente de su confianza un plan de entrenamientos y de alimentación que le hiciera mejorar su estado físico. Marcelo se entregó a una dieta completa en proteínas y baja en carbohidratos, con verduras y frutas como base de la misma. El objetivo, definir su musculatura a través de la pérdida de grasa. En verano, varias fotos suyas en sus redes sociales constataban el éxito de su plan de trabajo, llevado a rajatabla también durante las vacaciones. El premio lo recogió pronto, comenzando el curso como titular, pero el dubitativo inicio de curso del Madrid y dos inoportunas lesiones encadenadas una detrás de otra le sacaron del once titular en lugar de Mendy. Hasta ayer, solo había participado en nueve de veinticinco partidos ligueros, y no ha habido encuentro gordo esta temporada con Marcelo jugando de partida. Anoche, en un clásico de consecuencias casi definitivas, Zidane apostó por él, y acertó. El brasileño le devolvió la confianza con un partido a la altura del mismo. El mayor peligro del Madrid llegó desde su banda, en buenas asociaciones con Vinicius e Isco, y en defensa estuvo atento, poco habitual en él, ayudando a Ramos en el marcaje a Messi, cuando caía el argentino a esa zona derecha del ataque blaugrana. También cuidó mucho su espalda, sin duda su punto más débil. Y evitó el empate en el minuto 75, ganándole una carrera a Messi, en dirección recta y sin oponente hacia Courtois. Lo celebró como un título. Y quizás sea así en mayo.
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