lunes, 30 de marzo de 2020

La coalición se agrieta, olvida sus planes y afronta sus horas más complicadas

La legislatura ha cambiado para siempre. Y no volverá a ser igual. Los buenos propósitos del inicio del mandato han quedado atrás. Ningún plan o calendario tiene ya sentido. La coalición sobrevive pero el brillo de la alianza se ha esfumado. Antes de esta crisis Pedro Sánchez y Pablo Iglesias limaban cualquier discrepancia por una razón: ambos estaban convencidos de que el éxito de la coalición era fundamental para ambas formaciones. Y que un descalabro precipitado no beneficiaría ni a PSOE ni a Unidas Podemos. Todos esos cálculos carecen ya de sentido. Esta crisis sanitaria y sus efectos económicos marcará la legislatura. Sánchez abrió el mandato con el objetivo de una legislatura larga. Tal vez no los cuatro años completos que él mismo pregonaba si antes le venía mejor la convocatoria. Pero sí un mandato con a ser posible un par de Presupuestos a sus espaldas. Ahora ya no vale ninguno de esos cálculos. «Ni siquiera sabemos cuándo podremos volver a una situación que podamos considerar normal», expresa con incertidumbre un alto cargo del Ejecutivo. Fuentes del Consejo de Ministros zanjan el debate sobre la duración de la legislatura: «Eso no lo sabe ahora mismo el presidente». No obstante, un importante dirigente socialista recuerda: «La aritmética sigue siendo la misma. No hay mayoría en contra. Pueden no dejarnos gobernar, pero no pueden gobernar». La herida en la coalición solo se estabiliza por el consenso respecto a lo inconveniente que sería destripar ahora las divisiones en la coalición. Pero varias fuentes consultadas por este medio constatan la existencia de una brecha difícil de superar. Aunque no todo empezó con el coronavirus. Unos días antes, cuando el coronavirus ya existía pero no preocupaba, ya surgió un primer cisma por la redacción por parte del Ministerio de Igualdad de la ley de libertades sexuales. Aquella crisis generó un primer cisma. Pero desde Unidas Podemos se afanaban en no querer interpretarlo todo como una pugna entre los dos partidos. Entonces señalaban a «ministros concretos» del PSOE como Carmen Calvo, Fernando Grande-Marlaska o Isabel Celaá. Se les consideraba responsables de vulnerar puntos del acuerdo de coalición. Con Nadia Calviño, aseguran fuentes gubernamentales, la relación era mucho más fluida de lo esperado. Las diferencias con ella en materia económica son más que evidentes. Pero en una legislatura normal cada uno hacía su camino y entendía su lugar. UP gana espacio Sin embargo, la respuesta a las consecuencias económicas de la crisis sanitaria ha puesto a Pablo Iglesias y sus ministros a la ofensiva. Dispuestos a que sus recetas económicas sean predominantes. Y lo cierto es que sus recetas en el ámbito laboral y la apuesta por una paralización más drástica de la economía han tensado al Gobierno, con la vicepresidenta Nadia Calviño y la Ministra de Hacienda, María Jesús Montero, muy preocupados por las consecuencias del frenazo económico. Fuentes gubernamentales aseguran que las fricciones no responden exclusivamente a una división entre PSOE y Unidas Podemos. Hay una parte de los ministros socialistas que se han posicionado del lado morado, señalan, como el de Seguridad Social, José Luis Escrivá, o el de Transportes, José Luis Ábalos. Pero este último, apostillan, se ha mostrado más frío con los últimos planteamientos de UP sobre medidas para el alquiler. En cambio sí estuvieron alineados en la demanda inicial para decretar el estado de alarma. El enfrentamiento entre los dos sectores se inició con las deliberaciones del primer decreto donde UP pidió la moratoria del pago de las hipotecas. La propuesta se incluyó a pesar de las reticencias de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, Calviño y María Jesús Montero, preocupadas por el equilibrio presupuestario. Aunque desde UP siguen insistiendo en aprobar ayudas sociales y renunciar a los objetivos del déficit. Más tensión en los último días De la fluidez de la coalición sale cuestionado el papel de la vicepresidenta primera Calvo, que tiene en sus funciones esa armonización. Pero por encima de todo la misma vida de la coalición. También queda en entredicho el futuro del equipo económico: «La convivencia de dos visiones tan distintas en lo económico es delicada», reconocían ayer fuentes gubernamentales. Muchos ministros respaldan el papel de Calviño como «fundamental». Pero esta semana vuelve a circular la idea de que Calviño se habría planteado dimitir. Integrantes del Consejo de Ministros consideran ese extremo «exagerado». Pero corroboran que la tensión de los últimos días está siendo importante. Por su parte, desde el entorno de Iglesias culpan al equipo de Calviño de generar esas tiranteces. Desde el Gobierno también limitan ese presunto éxito de Podemos, que atribuyen en el fondo a que «ellos se venden muy bien». Apuntan a que había frenazos más drásticos que no se han valorado. Si lamentan que su peso real parece más fuerte de lo que el reparto ministerial hacía pensar. Aunque varias personas vienen apuntando en que la actitud de Iglesias y los suyos en el largo Consejo de Ministros que decretó el estado de alarma no gustaron nada a Sánchez. Y desde La Moncloa insisten que «más allá de los debates cruzados» el que manda es el presidente del Gobierno. «Todo lo que se decide y todo lo que no se decide es porque él lo consiente», aseguran. De esta crisis no sale cuestionado por sus compañeros pero si «tocado» en sus funciones el ministro Illa. En el Gobierno se destaca el papel de Ábalos y de la ministra de Defensa, Margarita Robles. Así como en Unidas Podemos la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, por sus competencias, al igual que Iglesias, por su condición de líder, resultan figuras relevantes de una coalición que navega en un escenario muy distinto al de cuando fue alumbrada.

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