sábado, 28 de marzo de 2020

La cuarentena debilita el trapicheo de droga: de noche y con señuelos

El corazón de Jaime (nombre ficticio) se acelera cuando a las puertas de un hipermercado observa un control policial. Subido en su vehículo, espera temeroso el turno para poder acceder al parking. Por fortuna para él, los agentes no le dan el alto; aunque la salida será el momento más complicado. Allí, en un sector determinado de la primera planta del aparcamiento subterráneo, ha quedado con su «camello». Después de encontrarse «al descuido» y pillar cien euros de una sustancia estupefaciente que prefiere no especificar, vendedor y cliente se separan para realizar sendas compras de alimentos con las que poder enmascarar la transacción. Logrado el objetivo, cada uno se marcha por su cuenta y riesgo, conscientes de que ningún agente se apiadará de ellos si nota cualquier mínimo atisbo de nervios. El trapicheo de droga no escapa a las dificultades de la cuarentena. Al creciente desabastecimiento se une la compleja situación para efectuar los intercambios a pequeña escala por los cauces habituales. El tránsito en los narcopisos de distritos como Puente de Vallecas, Villaverde o Centro ha descendido, principalmente, por dos motivos: primero, el temor de los traficantes a que los consumidores sean sorprendidos en las inmediaciones de los mismos y pongan en el disparadero sus negocios; y, segundo, debido a las restricciones horarias y medidas de seguridad adoptadas en estos espacios de menudeo. La venta en la vía pública, aunque escasa, continúa al caer la noche. «A partir de las nueve seguimos viendo a personas que salen a la calle para pasar droga», explica la portavoz de la Plataforma del Barrio de Lavapiés, Begoña Sebastián, quien señala la vía de Lavapiés, entre la plaza homónima y Tirso de Molina, como uno de los focos más problemáticos. El pasado 19 de marzo, cinco días después de decretarse el estado de alarma, dos individuos fueron sorprendidos por la Policía Municipal al deambular por el enclave en actitud sospechosa. Tras ser cacheados, los agentes encontraron varias bolsitas con cocaína y heroína y una más grande con marihuana, además de 160 euros y material para el corte de las sustancias. En zonas muy concretas del barrio de San Diego (Puente de Vallecas), también es frecuente el tránsito de personas en busca de su ansiada dosis. Es el caso de la calle de la Peña de la Atalaya, donde los vecinos advierten del mantenimiento de la actividad por parte de una problemática familia, conocida por todos. «La semana pasada vino la Policía y multó a varios miembros por estar dentro de un coche», señala una residente, antes de revelar las estratagemas adoptadas: «A ciertas horas del día, colocan una silla en la puerta para indicar que se puede entrar al narcopiso. Y por la noche, a partir de las doce, ya es barra libre». En esta calle son varios los coches que han aparecido forzados o con las ventanillas rotas desde el inicio de la alerta. El tráfico, además, continúa a través de las empresas de envío a domicilio, sin que sus repartidores sepan la mercancía que trasladan. Compañías como Glovo o Deliveroo son utilizadas por los «camellos» ante la falta de filtros para controlar lo transportado. Con todo, el viernes un trabajador de Glovo llamó a la Policía al desconfiar de un paquete que un hombre le había entregado. El vendedor fue detenido después de verificarse que contenía droga. También, el Cuerpo Municipal arrestó esta semana a una persona en Arganzuela que aprovechaba los paseos con su perro para realizar «pases» de estupefacientes. Lejos del núcleo urbano, el flujo de drogodependientes en el sector 6 de la Cañada Real Galiana no ha cesado, si bien el número de desplazados es menor. El progresivo desmantelamiento de este conflictivo enclave ha provocado una reducción, amplificada ahora por las medidas de confinamiento adoptadas. Dado lo llamativo de las cundas, los toxicómanos se desplazan en transporte público y a pie hasta alcanzar los puntos de venta que todavía existen.

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