martes, 31 de marzo de 2020

Homilías frente a la soledad de Sánchez

Ahí estaban Nadia Calviño y Pablo Iglesias en la enésima operación de imagen para simular paz donde no la hay. Iglesias, reaparecido con el medido cuentagotas que le permite Pedro Sánchez, y adoctrinando con ideología trasnochada de colectivización forzosa frente a la insensibilidad de los fondos buitre. Demagogia con tono pausado y doliente de seminarista recién ordenado. Es tiempo de homilías, misereres, triduos y quinarios en plena semana de pasión con España paralizada. Los ministros salen de cinco en cinco, en relevos organizados por horas, haciéndose presentes para monopolizar las horas vacías de los españoles en busca de una esperanza… La dichosa curva. Pero el discurso oficial se contradice. Unos ministros presumen de que los transportes colectivos han visto rebajada su afluencia en un 40 por ciento, mientras la mesa del Consejo de Ministros insiste en que Sánchez no ha paralizado España. Nunca se volvió a saber del índice de consumo de queroseno…, pero no queda un solo ciudadano sin protección social. Ironía. Frente a la propaganda oficialista, emerge la evidencia de que la soledad política de Pedro Sánchez aumenta. Le han abandonado sus socios, y de modo patente el PNV, recipendiario de la indignación de la empresa y la industria vasca. Le ha abandonado la oposición, hastiada del desdén del Gobierno y de ser despreciada en su lealtad ante la adversidad. Le han abandonado las comunidades autónomas, incluidas algunas del PSOE absortas con la percepción de que Pablo Iglesias se ha apoderado del Consejo de Ministros. Y le ha abandonado Europa. El discurso del sábado de Sánchez, con un sobreactuado tono de advertencia a Alemania y Holanda por su insolidaridad con el sur de Europa, sonó a desesperación ante la derrota. «Pedro, te queda recurrir al rescate. Punto…», es lo que le dijeron. Sánchez ha dejado sola a España frente a su tragedia, y su réplica es diseñar una suerte de reconciliación fingida entre Nadia Calviño y Pablo Iglesias para acallar la tragedia de empresarios, autónomos y financieros. E Iglesias pidió perdón por los errores. Eso le honra después de haber impuesto un «corralito» emocional y de insinuar que España necesita expropiaciones y una gota de agit-prop bolivariana. Pero pidió perdón leyéndolo en un papel, como si fuese el guión no creíble de una burda estrategia de gestión de crisis. Él vela por la «gente» sin recursos. España está herida, pero en orden. La curva… bien. Y Nadia Calviño en la comparsa, con María Jesús Montero como árbitro verborreico. El escudo social. Otra vez. Con una diferencia sustancial: por primera vez, Sánchez se ha quedado solo.

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