Durante décadas, en términos políticos en Cataluña estaban CiU y el resto. Pivotando sobre Convergència Democràtica de Cataluña (CDC), y con el complemento de Unió Democràtica (UDC), Convergència i Unió (CiU) fue una formidable máquina de ganar elecciones. Bajo el liderazgo de Jordi Pujol, CiU funcionó en realidad como un catch all party (partido atrapalotodo) que, apelando al catalanismo y sobre el autocomplejo del resto de partidos, acabó tan identificado con Cataluña que a la llamada «minoría catalana» en el Congreso, por ejemplo, se la trataba por el todo. Las alfombras rojas se tendían a su paso y el PSC, incapaz de hacer valer su poderío entre el votante urbano más allá de las elecciones locales, acabó renunciando a armar un relato alternativo: Cataluña y el catalanismo eran CiU y Pujol. De aquella realidad apenas queda nada, sí acaso la nostalgia por un tiempo político mucho más aburrido que el actual, previsible, en el que la única ansia periodística era dar cuenta de las batallas internas entre CDC y UDC y relatar sus sucesivas mayorías absolutas. No es ningún descubrimiento, el proceso independentista trituró esa realidad -el oasis catalán, se le llamó- a medida que el antiguo catalanismo se transformaba en secesionismo y partidos como el PSC sufrían un cataclismo electoral. En poco más de cinco años, el mapa político dio un vuelco, y en lo que se intuye ya como el postprocés, el espacio que ha dejado libre el desplazamiento de los herederos de la antigua CiU al secesionismo trata de ser ocupado por nuevas marcas que reivindican la bandera del catalanismo en todos sus matices: desde un independentismo pragmático que apuesta por un referéndum siempre que sea acordado, a opciones más templadas que no van más allá de la exigencia de mayor autogobierno y el reconocimiento de la cultura catalana. La pregunta que surge de manera inevitable es si esas fórmulas, más si se presentan tan atomizadas, son viables para un electorado que, como en su momento la propia CiU, se escoró del catalanismo al independentismo. El modelo del PNV La confluencia que ahora está más madura es la que se disponen a conformar la Lliga Democràtica, de reciente formación, y Lliures, y que aglutina, entre otros, a Antoni Fernández Teixidó (ex CiU), Roger Montañola (ex CiU), Josep Ramon Bosch (ex PP y ex SCC), Santiago Fisas (ex PP), Montserrat Nebrera (ex PP) y, entre otros, Josep Miró Ardèvol (ex CiU). Con Astrid Barrio como portavoz y cabeza visible, reivindican «el reconocimiento de la identidad nacional de Cataluña», «el ejercicio pleno de las facultades y competencias reconocidas en el Estatuto», así como «conseguir una fiscalidad propia». Respecto al secesionismo, no renuncian a «los anhelos que todo el mundo pueda tener sobre el futuro de Cataluña», pero matizan que solo desde el respeto «al ordenamiento jurídico es posible el mantenimiento de la democracia». Otra iniciativa que está fraguando es la que se aglutina entorno al colectivo El País de Demà, básicamente cuadros del PDECat descontentos con la vía unilateralista-mesiánica de Carles Puigdemont y el secuestro del partido por parte de éste, deseosos de recuperar la esencia de la antigua CDC con el PNV como modelo. Figuras como los represaliados Carles Campuzano y Jordi Xuclà, y el exconsejero Lluís Recoder impulsan el grupo, que tiene en la exlíder del PDECat y recientemente senadora dimitida Marta Pascal su referente. A este grupo podría sumarse Units -herederos de la antigua Unió liderados por Ramon Espadaler y Albert Batlle-, ahora coaligados con el PSC. Convergents, impulsado por el exconsejero Germà Gordó -salpicado por la trama del 3 por ciento-, bascula entre el polo formado por la Lliga y Lliures y el que conformarían El País de Demà y Units. Ya en el campo netamente independentista, la incógnita es conocer cómo vehiculará Puigdemont el control de todo el espacio que no ocupe ERC y la CUP. El instrumento es la Crida, con el que pretende diluir al PDECat, integrando también a Demòcrates, escisión independentista de Unió ahora dentro del grupo parlamentario de ERC. Muchas siglas, poco espacio.
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