lunes, 2 de marzo de 2020

De todo, menos divertido

Cansado de las críticas y de los malos resultados en Europa, Josep Maria Bartomeu se entregó al cruyffismo tratando de acallar las críticas y contentar al entorno, tan proclive a fiscalizar el estilo de juego de los últimos entrenadores (Luis Enrique y Valverde) a pesar de los grandes éxitos cosechados. Se propuso regresar a los orígenes y fichó a jugadores de la escuela del Ajax, con Frenkie de Jong como el máximo exponente (75 millones de euros fijos más otros 11 en variables), aunque el entrenador seguía siendo la fuente de censuras y reprobación. Finalmente cedió a las presiones a mitad de temporada, obvió el liderato liguero del equipo, su inmaculada clasificación en la Champions y destituyó a Valverde para confiarle el equipo a Quique Setién, máximo ideólogo del cruyffismo, aunque en su palmares destaquen más elogios que trofeos. Aterrizó el cántabro con una promesa de diversión, un proyecto vintage del Dream Team y un manual de buenas intenciones. «Solo puedo garantizar una cosa: mi equipo va a jugar bien», era la frase que resumía su decálogo, además de prometer títulos divirtiendo a la grada. De momento ha perdido el liderato liguero en dos ocasiones (tras perder en Mestalla y en el Bernabéu), ha quedado eliminado de la Copa y acumula críticas sobre su planteamiento de los partidos. Lejos del 4-3-3 o del 3-4-3 que se presumía, Setién ha recuperado los cuatro centrocampistas para plantear un 4-4-2 en el que prioriza los galones del vestuario a la creatividad. Solo así se explica que Arturo Vidal haya arrinconado a Ansu Fati. El chileno, con muchas virtudes, no presenta un ADN que encaje con los gustos del «soci» aunque no parece tenerlo en cuenta Setién, que prioriza el trabajo de desgaste, presión, intimidación y recuperación que realiza el chileno por delante de la fantasía de otros futbolistas que adolecen de una garra que el Camp Nou no valora. Ansu Fati ha dejado de ser importante en los últimos tres partidos (Eibar, Nápoles y Real Madrid), donde solo ha acumulado 13 minutos de juego. Una situación extensiva a la Masía. El último canterano (a parte de Fati) en disputar algunos minutos ha sido Collado en Mestalla a finales de enero. El resto de apariciones en las convocatorias han sido gestos de cara a la galería. Abel Ruiz, Brandáriz, Riqui Puig, Araujo Akieme o Rey Manaj solo han calentado banquillo y han puesto de manifiesto aún más la mala planificación de la dirección deportiva, sin efectivos suficientes para preparar los partidos. Setién adorna sus decisiones y las exime de autocrítica, como demostró tras la derrota en el Bernabéu. «Todavía no tiene un gran significado. Esto puede dar muchas vueltas. Este partido en ningún caso iba a ser decisivo, lo dijimos Zidane y yo en la previa. Tienen el gol average a favor, pero quedan muchísimos puntos por jugar. Es una derrota dura, estos partidos siempre te afectan, pero tenemos capacidad de sobra para sobreponernos. Hay muchas cosas que rescatar, positivas. La dinámica del equipo es buena y el fútbol a veces tiene estas cosas», comentó tras el baño del Real Madrid en la segunda parte. Nula autocensura, como la de Bartomeu, que asegura que «no pasa nada, la Liga es muy larga». De Jong, una decepción Pero la escasa reacción de Setién durante los partidos o sus planteamientos, lejanos a sus promesas, es extensiva al rendimiento que están dando los caros fichajes perpetrados este año con la intención de acercarse al ideario cruyffista que tanto agrada al barcelonismo. La máxima expresión la representa De Jong, que fue uno de los artífices, con el Ajax, de la eliminación de Madrid en la Champions del año pasado. Desde que se enfundó la camiseta azulgrana no ha sido capaz de justificar la inversión realizada. Ni crea juego, ni espacios, ni encuentra las líneas de pase que provocaron el viaje de Bartomeu a Amsterdam para ficharle. La decepción que está provocando De Jong se suma a la que genera Antoine Griezmann, la otra gran apuesta esta temporada (120 millones de euros) para pelear por todos los títulos. El francés, a pesar de sus 14 goles y de ser un auténtico abrelatas, no acaba de convencer a la afición culé, que sigue sin perdonarle su desplante hace dos años. Y la desazón la completa las sensaciones que transmite Messi, apático e intermitente.

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