viernes, 8 de julio de 2022

VOCES POR LA DIVERSIDAD SEXUAL Y CONTRA LA 'REGRESIÓN'

Son hombres, mujeres y personas no identificadas con ningún género específico. Gente de edad avanzada, otros jóvenes y maduros. Madres solteras o matrimonios con hijos. Homosexuales, bisexuales, pansexuales. Activistas, educadores, policías, profesionales liberales, productores audiovisuales... ABC reúne en el día más importantes de la semana del Orgullo LGTBI a distintos perfiles que tienen grandes historias vitales detrás de miedo, lucha o autodeterminación sexual y afectiva. Y todas con el éxito personal como colofón. Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de Diciembre «Mi madre me denunció cuando tenía 17 años: me consideraba un enfermo al que tenían que curar» Federico Armenteros, en la Fundación 26 de diciembre, esta semana ISABEL PERMUY El recorrido de Federico Armenteros (Madrid, 1959) abarca tres generaciones. Una dictadura, la Transición, el noviciado, su trabajo como terapeuta con sectores desfavorecidos, el matrimonio con una mujer, su hija, y otra boda (con un hombre). Hoy, preside la Fundación 26 de Diciembre, con sede en Lavapiés. Un centro abierto a todos, con especial atención a los más invisibles del colectivo LGTBI: los mayores. En septiembre espera que se acaben las obras de la primera residencia para gente del colectivo de esas edades y que antes de finales de año esté en funcionamiento, en Villaverde. «Nací en Entrevías, en las llamadas 'casas de las domingueras', porque nuestros padres tenían que ir los domingos a colaborar en su construcción. Fui el primer 'niño niñe' del barrio», recuerda, y bromea: «Entonces no había ecografías y la 'brujería' de las vecinas pronosticaban que iba a ser niña. Mi madre me lo había comprado todo rosa. No se confundió, la pobre... Me vistieron todo de rosa cuando nací». Federico es muy locuaz, a veces tira de ironía, quizá como medio de autoprotección, al recordar los avatares de su vida. Lo más curioso es que no se atisba rencor en su relato. «El balance de mi vida es muy positivo, porque si no me hubiera ocurrido todo esto, no tendría una hija, estaría muerto por sida … Me da mucha alegría cómo ha avanzado el país, no tengo rencor, porque veo también la suerte de no haber vivido una guerra, como nuestros padres. Sigue habiendo de todo, pero también muy buena gente. Aún existen motivos para celebrar el Orgullo y reivindicar. Hemos llegado hasta aquí, tras tragar sapos. Y a Vox le diría que ya somos una sociedad diversa». «Milité en el PCE, pero ni la izquierda nos aceptaba. Para ellos, era un vicio burgués» Cuando vino al mundo, el 24 de febrero de 1959, aún existía la Ley de Vagos y Maleantes , que consideraba a los homosexuales peligrosos. «En 1970 ya estaba muy señalado por la sociedad y ya me sentía raro e intentaban 'corregirme': en la familia, el barrio y el colegio. Mi madre me denunció cuando tenía 17 años porque consideraba que era una persona enferma y tenía que curarme». Federico Armenteros pasó su adolescencia en el colegio Primero de Mayo, del padre Llanos , donde se sentía más integrado. Militó en el PCE: «Ni siquiera la izquierda nos aceptaba, porque consideraban la homosexualidad un 'vicio burgués'». Había sitios de ligue en la calle por Recoletos, pero «también muchos locales, como Chicote, a los que solo podían ir los que tenían dinero». Ese aislamiento en su infancia le llevó a «compensarlo con una vida interior muy intensa». «Los mismos que no querían jugar conmigo de día me intentaban llevar a la oscuridad para tocarme por las noches», dice sobre su niñez. Cuando recaló en el Primero de Mayo sí hizo un grupo «bastante majo», pero «más unido por la política», porque les «preparaban para la democracia» . El propio Federico desconocía que su padre pertenecía también al PCE desde la clandestinidad. Era 1972. Cuatro años después, los 'grises' le detuvieron por acudir a la primera manifestación del 1 de Mayo, aún prohibida. Por eso no pudo estudiar para ATS y por haber sido delegado de alumnos en el colegio del padre Llanos. «Yo entonces me sentía enfermo» , algo que continuó creyendo durante décadas posteriores: «Un psicólogo me diagnosticó con 22 años homosexualidad egodistónica , lo que ahora sería homofobia interiorizada». Trabajó como auxiliar de puericultura en el sanatorio de Navacerrada, para enfermos mentales, y hoy en día abandonado. Allí recaló después de que le despidieran de su empleo como electricista en la construcción del Burger King de Diego de León porque sus padres presionaron a sus jefes, para que así volviera a su casa: «Pensaba que mi madre me odiaba». «En el sanatorio de Navacerrada vi cómo se hacían lobotomías y la gente quedaba vegetal» En el centro de Navacerrada, entonces dependiente del Auxilio Social, vio de todo: «Se hacían lobotomías y la gente quedaba vegetal de por vida, practicaban con electroshocks...». Sus miedos llegaron a más, si cabe cuando empezó la plaga del sida y la proliferación de las drogas. «Era todo una cuestión interna mía tan fuerte, que no hacía falta que me reprimiera, me reprimía yo ». En Navacerrada vieron que tenía dotes para los cuidados a discapacitados y «los curas dijeron que tenía que ser sacerdote». Federico sentía que la gente le utilizaba pero no le valoraba. Él quería ser médico, estudiar esa carrera, y podría conseguirlo si se convertía en religioso, después de hacer Teología. Se preparó para tomar los hábitos en Roma y Tortona. «Así fue como me hice religioso. Me metí en una congregación muy de derechas, en contra de la Teología de la Liberación . Lo veía como una forma de formarme y encontrarme a mí mismo. Fue cuando salió el asunto de la pederastia en la Iglesia y Juan Pablo II decidió expulsar a los homosexuales que querían ser curas», afirma. Regresó a España en 1981. Se fue a Posada de Llanes, en Asturias, y presenció a «compañeros que violaban a chavales y hasta casos de zoofilia» . Es cuando su tono se vuelve más grave en la conversación con ABC. Pero donde peor lo pasó fue en las comunidades terapéuticas, cuando trabajaba para sacar de la droga a jóvenes. Asegura que vio «más casos de abusos» , y le echaron. Tenía que partir de cero. Y entró de becario en un centro para discapacitados de Arturo Soria. En una noche en que los monitores llevaron a los chavales con síndrome de Down a una discoteca, una compañera de trabajo intentó seducirlo y Federico pensaba que se «había curado». De allí se fue a Cedeira (La Coruña), donde participó en un proyecto educativo con un amigo, trabajando con personas gitanas. Conoció en Galicia a una chica. «Y me casé con ella. Todo el mundo se quedó sorprendido. A ella, su abuelo le dijo: 'Te vas a casar con un maricón' ». Estuvo 12 años con ella y tienen una hija de 34 años. Fue el peor momento de su vida, «porque vivía en dos mundos». «No he bebido alcohol hasta los 50 años y me daban pánico las drogas, por si perdía el control de mi vida». «Pasé tres años de terapia e intenté suicidarme estrellándome con el coche» «He pasado mi vida haciendo activismo de espaldas a mi propia realidad. Pasé tres años de terapia y tuve un intento de suicidio muy fuerte. En 1996, iba a 140 con mi coche para estrellarme con un puente o lo que fuera, y me vino mi hija a la cabeza, que tenía 9 años en ese momento. No podía dejarla sola. Cómo le voy a hacer esto a mi hija, y más siendo educador», señala. Se separó de Lolita, su mujer, aunque aún se quieren mucho y no se divorciaron hasta hace unos años. Federico tiene ahora marido , al que conoció hace 15 años. Ese periodo anterior sufrió «muchas depresiones», hasta diagnosticarle «como maniaco depresivo». Llegó a Madrid en 2000, «habiendo quemado el armario». Volvió al trabajo de ayuda contra las drogas en Ambite. Ahora, a punto de estrenar la residencia de la Fundación, reivindica que «no es un gueto, sino un derecho»: «Los mayores somos invisibles. El edadismo nos está pasando factura. Afortunadamente, los medios estáis dando espacio a los mayores LGTBI». En el centro de Lavapiés atienden a 5.000 personas, también tienen pisos supervisados, dan comida, hay trabajadores sociales, psicólogas, voluntarios que acompañan, gente en residencias, ayuda a domicilio... «Aquí vienen alrededor de 500 personas al día, y no preguntamos por su orientación sexual». Sobre política, afirma que no entiende por qué «Almeida y Ayuso se han negado a poner la bandera LGTBI en las instituciones». «Creo que están mal asesorados. Pero también es cierto que los pisos nos los dio Ana Botella y la cesión de la residencia la hizo Cristina Cifuentes Sin embargo, Manuela Carmena sólo nos dejó un piso , y nos costó un montón. Al final, no es una cuestión de partidos, sino de la sensibilidad de las personas». Darko Decimavilla, persona no binaria «No es real que seamos un país ni una ciudad tan avanzados: nazis se pasean por Chueca gritando 'maricones', 'sidosos'. Eso es inconcebible en una democracia» Darko Decimavilla, en casa de sus padres, tras la entrevista ISABEL PERMUY Darko no se llamaba oficialmente así (en su DNI) hasta el pasado mes de febrero, cuando cumplió 34 años. Prefiere no especificar cómo era el que tenía (compuesto). Nos recibe en el piso de sus padres, mientras él prepara mudanza cerca, en el distrito de Tetuán. Lleva ocho años haciendo activismo por una de las causas más desconocidas del mundo LGTBI, la de las personas no binarias. Su discurso deja claras dos cosas: su interés didáctico en explicar su realidad y normalizarla. «Somos quienes no nos identificamos como hombre ni mujer, al menos no totalmente ni todo el tiempo. En realidad es una 'contradefinición': nos definimos por lo que no somos . Es un concepto correspondiente al género. El no binario puede fluir entre dos géneros o más, o ser agénero (no se identifican con ninguno). Por eso nuestras experiencias son individuales y personales, hay muchas realidades e identidades. Los géneros, más allá de hombre y mujer, existen desde hace mucho tiempo, desde antes de la colonización. En mi caso, me identifico con los dos géneros a la vez. También es un acto político: no estoy de acuerdo con los estereotipos y roles binarios ». Trabaja en la hostelería, pero también como productor audiovisual. Se le nota una persona muy inquieta, de esas a las que las 24 horas del día se le quedan cortas. Durante la charla, abre su mundo, lo explica. Y lo reivindica. La palabra que más repite es diversidad . «Tener las uñas pintadas es más de mujer, y yo las llevo pintadas. Tener pechos es más de mujer y voy a empezar un proceso hormonal para tener pecho, pero quiero tener barba. Jugamos con estas normas impuestas socialmente y las rompemos. Lo 'queer' para mí es un posicionamiento político frente al sistema. Personalmente, lo uso como un 'apellido'», explica. A nivel particular (cada caso es un mundo), le atraen las personas independientemente de su género. «La atracción sexual y afectiva es con personas», apostilla. Recuerda cómo, «desde peque», siempre tenía la sensación de que le faltaba algo: «En el patio del colegio socializaba más con las chicas y siempre he tenido pluma, así que era 'el maricón' . Pero también había cosas que no me cuadraban. Con 20 años, comencé a conocer a personas 'trans'. Y otras formas de ser 'trans', porque lo no binario entra dentro de lo 'trans', pues no estamos de acuerdo con el género asignado al nacer. Por eso, huimos mucho de las palabras transexual y transgénero. Porque una mujer 'trans' lo es se haya operado o no. Incluso hay personas 'trans' que no se operan y no se hormonan. Vamos hacia los cuerpos que queremos, igual que otra gente va al gimnasio, otras que hacen dieta, otras que se operan o se hormonan...». «Dentro del mundo gay hay discriminación hacia otras siglas. Pero existe en todos sitios» Entre los 20 y los 26 años dejó de pensar en el asunto. Hasta que acudió a una charla del Consejo de la Juventud de España sobre «realidades 'trans', y había dos personas no binarias». «Fue la primera vez que oí ese término. No se nos da una educación sexual desde pequeños. Empecé a investigar y vi dónde encajo. Por un lado me sentí bien porque encontré mi etiqueta con la definirme y mal porque me había perdido toda mi vida. El activismo que hago es para que las personas no binarias lo sepan cuanto antes y no tengan que vivir lo que he vivido yo», sentencia Darko. El protagonista de esta historia salió del armario «como pansexual» a los 15 o 16 años con sus amigos, explica. Y con sus padres, a los 17 o 18: «Son personas abiertas de mente y siempre he tenido mucho apoyo de ellos». Darko pertenece a la asociación No Binaries España , fundada hace apenas dos años: «Estamos bastante excluidos y apartados del activismo, porque llevamos menos tiempo en él. Hemos conseguido grandes logros, como estar en la mesa de trabajo de la Ley estatal y tenemos buenas relaciones en estamentos de países europeos y argentina, por ejemplo. Dentro del mundo gay hay discriminación hacia otras siglas. Pero existe en todos sitios. A nivel de activismo tenemos muchos espacios en que no queremos juntarnos con el resto de siglas, pero a la vez es importante colectivizarse con las disidencias (no heterosexual, no 'cis'…), porque al final la opresión que podemos sufrir es la misma». Una diversidad que, de algún modo, explica, encuentra nexos dentro de las siglas del colectivo LGTBI+. Y lo hace con un símil: «Hay feminismo antirracista, hay ecofeminismo… Hay muchos tipos de feminismo. En el colectivo LGTBI es lo mismo: luchamos por puntos comunes y luego nuestras problemáticas distintas. Es la pirámide de privilegios: un hombre 'cis', heterosexual, con dinero está en la parte superior y luego vamos bajando… No es lo mismo uno con discapacidad que otro que o la tiene, por ejemplo». La explicación de Darko hace pensar, en un primer término, de cierto tipo de disidencia dentro de amplio arco de esa diversidad; pero al final reivindica la semana del Orgullo: « Queremos ser más visibles y hablar. Siempre son gais y, como mucho, alguna mujer. Pero nosotros hemos estado en el Orgullo Vallekano, en el Crítico, estaremos en la manifestación de hoy. Hay mucha desinformación, la premisa básica es la educación. Hay que educar desde pequeños en la diversidad. No hace falta entenderlo: yo no entiendo cómo funciona un avión y me subo a un avión. El ser humano tiene miedo a lo distinto. Muchos homófobos, si conocieran a gente del colectivo y hablaran de tú a tú con ellos, dejarían de serlo». ¿Por qué es necesario el Orgullo en la actualidad? «No es real que seamos un país ni una ciudad tan avanzados: vemos a nazis que se pasean por Chueca gritando 'maricones, sedosos, fuera de aquí'. Eso es inconcebible en un país democrático. Que se permita eso es inconcebible». Acerca de las leyes logradas en los últimos 15 años, las saluda pero con matices: «Sobre la del matrimonio igualitario: si tengo una relación con dos personas, no me puedo casar con dos personas . Es solo para gente monógama«. «Las leyes de la Comunidad de Madrid están muy bien redactadas, pero son papel mojado» Acerca de las dos leyes de la Comunidad de Madrid (Ley Trans y Ley contra la LGTBIfobia), se queja de que «no se aplican, son papel mojado». Reconoce que «están muy bien redactadas, pero falta un desarrollo». Uno de los protocolos más recientes permite acudir a la consulta de la unidad de identidad de género de cualquier hospital que cuente con ella. «Es algo que contemplaba la ley pero no se desarrollaba. Pedí cita el año pasado en marzo y me la han dado para el 23 de marzo de 2023 en el Ramón y Cajal. Y en el Clínico están dándola para el mes que viene», reseña. Considera que «ahora falta voluntad política porque gobierna el PP con el apoyo de Vox»: «No hay presupuesto para las leyes», se queja, a la vez que enfatiza: «Cristina Cifuentes era lo más de centro que he visto en el PP». Su gobierno propulsó ambas leyes, aunque las que se aprobaron en la Asamblea, con la abstención de los populares, fueron al final las que salieron de las enmiendas de la oposición de izquierdas. En el día a día, Darko quizá sienta más discriminación en la administración que en el barrio, el trabajo, la sociedad. «He tenido que denunciar a Metro de Madrid porque no me querían cambiar mi nombre en el abono de transportes. Cuando he ido al padrón, a cambiar la tarjeta sanitaria, he tenido que citar los artículos de la ley o llevarla en la mano», asegura. Ahora, el objetivo principal de No Binaries España es que se les incluya en la Ley Trans estatal , aprobada por el Consejo de Ministros pero aún en proceso de enmiendas antes de pasar por el Parlamento. El principal escollo para ellos es el PSOE. «Podemos, Esquerra Republicana, Bildu, Más País… Están a favor de nosotros. Pero en la Comisión de Igualdad está la exvicepresidenta Carmen Calvo, socialista, que está en contra. Hay que hacerlo ya, porque el siguiente partido que va a gobernar en España es el PP». Jesús Santos, David Jericó y su hijo Gabriel. Familia homoparental «A quienes dicen que un niño no puede tener un desarrollo normal con dos padres o dos padres les digo: 'A los que os falta desarrollo es a vosotros'» Jesús y David, con su hijo Gabriel, en la vivienda familiar, en Chueca JOSÉ RAMÓN LADRA Jesús Santos tiene 50 años y hace 20 que, junto a su pareja, David Jericó, de 48, decidió ser padre. Pero a finales de 2002 no había ley del matrimonio igualitario. Faltaba año y medio. Conocían a Pedro Zerolo, principal impulsor de este derecho junto al presidente Rodríguez Zapatero, pero años atrás les parecía algo «marciano» conseguirlo. «Vimos las opciones y decidimos adoptar uno de nosotros, en este caso yo, como padre soltero, porque mi situación laboral era mejor que la de David, mi marido. Inicialmente, era para que los dos, como pareja, tuviésemos un hijo», explica Santos, que es ingeniero naval para Rolls Royce. Su ahora marido es decorador. Y son padres de pleno derecho de Gabriel, que ya cuenta con 19 años y también quiere ser ingeniero, aunque electrónico. «Desde luego, no ha sacado mis genes», bromea David. Hace veinte años «sí que era más complicada una adopción monoparental y que la de una familia heteronormativa», dice Jesús. Y lo resume de la siguiente manera: «Había mucha demanda de adopciones en España y las agencias internacionales atendían las más sencillas. Los solteros quedábamos al final de la cola. Una de las empresas nos ofreció hacer la adopción por libre: buscar los abogados en el país de origen y que gestionasen los trámites allí y nosotros los de aquí. Tienes que pasar por un proceso para obtener el proceso de idoneidad. Luego, aceptas en qué país lo quieres hacer. En ese momento, en 2002, Rusia era un país al que íbamos muchos españoles para adoptar. No se podían muchos problemas a personas solteras». Lo que son las cosas, viendo la situación actual del país con la comunidad LGTBI. Eso sí, en todo el proceso, y menos en Rusia, declararon abiertamente que eran homosexuales, aunque tampoco se lo preguntaron. El proceso no fue largo: seis meses para conseguir el certificado de idoneidad y otros seis meses para la adopción. «Hicimos dos viajes a Rusia y conocimos a Gabriel, que tenía dos años, en el orfanato. Fue un proceso muy emocionante y muy bonito». En 2004, ya eran una familia en su vivienda de Mirasierra. La idea inicial era que David fuera legalmente y ante notario una especie de tutor del pequeño. Pero llegó la ley igualitaria y lo adoptó también. El decorador lo reconoce: «Hemos tenido suerte durante toda nuestra vida. No observamos ningún rechazo, más allá del que produce el machismo: dos hombres qué van a hacer con un niño, no lo van a saber criar, decían, sobre todo nuestras madres y algunas amigas. Pero no fue un rechazo, eran quizá dudas por su parte. Eran más cuestiones de machismo que de homofobia. Mi madre decía: 'Con lo bien que vivís, qué ganas de complicaos la vida'; cosa que a mis hermanos heterosexuales, casados, no les dijeron cuando quisieron ser padres«. Y hace otra confesión: «El instinto paternal no te sale de buenas a primeras. Sí el instinto protector hacia el niño. En nuestro caso, yo no viajé a Rusia, porque nos dio miedo de que, en algún momento dado, se dieran cuenta de que éramos pareja. También nos recomendaron que la presencia femenina en las visitas a los orfanatos era importante, por lo que en un caso viaje vino una amiga y en otro una hermana de Jesús. La idea era para proyectar una figura femenina para cuidar de un bebé». Sin embargo, no todos son plenos poderes, como el poema de Neruda. «Fallan algunas cosas. La libertad de movimientos dentro de Europa es muy complicada para una familia monoparental, porque el derecho social es propio de cada país miembro de la UE. Eso no le ocurre a una pareja heterosexual. Y no te quiero decir nada de las parejas mixtas, de una chica francesa y una española, a la hora de separarse, por ejemplo», señala Jesús. Jesús Santos «La libertad de movimiento en la UE es muy complicada para una familia monoparental» El ingeniero cree que, para familias como la suya, ahora, «desgraciadamente, hay más hostilidad que antes»: «Porque recibimos ataques por parte de la extrema derecha pero también desde la izquierda . A veces, las familias resultamos incómodas dentro del colectivo LGTBI. Aunque los menores no formen parte de él, sí que sufren el discurso del odio, las agresiones que podamos tener nosotros, los padres. Es una lucha incluir a nuestros menores como miembros del colectivo LGTBI. Nuestros hijos, por muy heterosexuales que sean, pueden recibir una agresión por la condición de sus padres«. «Sí que hemos visto que somos menos aceptados que antes. Y además se ha entrado en el debate social de la gestación subrogada. Cuando Gabriel era pequeño e íbamos los tres por la calle, a la gente le parecía algo bonito. Ahora, casi todo el mundo presupone que ha venido por gestación subrogada . Y estamos viendo agresiones hacia nuestros hijos porque les dicen que son niños comprados. Por eso, las parejas homoparentales empezamos a ser incómodas«, considera Jesús Santos. Al plantearles la posibilidad de si ellos hubiesen optado por esa posibilidad, el matrimonio tiene opiniones distintas: «No sé si nos lo hubiésemos hecho (Jesús). Yo creo que sí (David), porque es un proceso más controlable». En lo que sí coinciden al 100% es en que la gente que conocen que lo han hecho lo califican como «una experiencia muy positiva» con la madre gestante. Gabriel «Desde siempre he sabido que tengo dos padres. Me he adaptado muy bien, haciendo vida normal» Ahora viven en Chueca. Gabriel tiene apenas 19 años y es sorprendente la normalidad con la que habla de lo que es ser una familia homoparental: «Desde mis primeros recuerdos siempre he sabido que tengo dos padres y no recuerdo una charla en la que me dijeran que soy adoptado. Yo me he adaptado muy bien, haciendo vida normal, tampoco es nada del otro mundo». Pone el ejemplo: «Tengo un amigo adoptado por una pareja heterosexual y nuestras vidas se parecen bastante». Sobre si tiene ganas de un hermano, bromea: «Ya les he dado mucha guerra a mis padres como para tener un hermano». ¿Qué le dirías a quienes comentan que un niño no puede tener un desarrollo normal con dos padres o dos madres? «Pues que a los que les falta desarrollo es a ellos». Begoña Gallego. Policía Nacional bisexual y presidenta de LGTBIPOL «En la Policía sigue habiendo mucho machismo y homofobia, sobre todo en los altos mandos» Begoña Gallego, presidenta de LGTBIPOL, esta semana en la zona de Canillas ISABEL PERMUY Begoña Gallego es un torbellino. Es inquieta hablando y no para de reivindicar y luchar por los derechos LGTBI. Hace seis años, inauguró la asociación LGTBIPOL , que aglutina a 300 personas del colectivo, de todos los Cuerpos de Seguridad. A sus 48 años, lleva desde los 15 residiendo en Madrid, pero no se apea del acento andaluz de su Jerez natal en ningún momento de la entrevista. A mucha honra. Siempre ha vivido su bisexualidad con mucha normalidad, aunque especifica que su trato íntimo con los hombres es más en el plano físico: «He estado con muchos hombres y he tenido parejas mujeres, que es con las que me gusta tener relaciones estables». «He estado con muchos hombres, pero con las mujeres me gusta tener relaciones estables» Begoña siempre fue policía, primero solo de corazón, porque a su padre no le gustaba y se dedicó a la peluquería hasta los 27 años, cuando entró en el Cuerpo por la escala básica. Sigue siendo policía rasa: «No he querido ascender, porque tengo una niña y en la Policía ascender significa irte. Y no estoy dispuesta a pagar ese precio». « Me casé, me divorcié, tuve una hija con una mujer. Me separé hace nueve años y llevo tres con mi pareja actual», recita casi de corrido. Pero cuando hizo la entrevista para entrar en la Policía pensaba que le preguntarían si tenía pareja. «Entonces no la tenía, pero tampoco lo he ocultado. Pero públicamente se sabe desde que presentamos la asociación, hace seis años», narra a ABC. ¿Es real el estigma de que en los Cuerpos de Seguridad son más homófobos? «Pienso que es así. Es verdad que la Policía ha ido cambiando en función de la sociedad, porque somos un reflejo de ella. A diferencia de las Policías Locales, hay mucho machismo aún y homofobia, sobre todo en los altos mandos», sentencia. «El único incidente que he vivido fue cuando empezamos con la asociación. Yo entonces trabajaba en el Congreso de los Diputados y una compañera, que es LGTBI, empezó a increparme en medio del hemiciclo: '¡Por tu culpa me están diciendo que soy lesbiana!'. Y todo porque le preguntaron si pertenecía a LGTBIPOL. Al principio fue duro, porque decían que era la 'asociación de los maricones'. Había críticas, pero las críticas son buenas, porque te creces y tienes que dar una respuesta lógica y coherente», reflexiona. Los inicios de LGTBIPOL fueron complicados: «Costaba mucho que se reunieran con nosotros, que nos abrieran las puertas. Cuando empezaron a ver que éramos serios, nos pedían ya protocolos, participamos en ponencias, eventos de la Policía y de la Guardia Civil. Se ve que hay más sensibilización y eso significa que nos han aceptado». ¿Y por qué hace falta una organización de este tipo? «Estamos aquí porque faltaba sensibilización a la hora de que un compañero fuera a denunciar y no se atreviera. No sabía cómo denunciar un delito de odio. O que tuviera a una pareja homosexual que le pegaba. Tiene que existir una sensibilización entre la ciudadanía y la Policía. Pensamos en formar a la gente sobre las leyes para que no tuvieran miedo a denunciar este tipo de cosas». Y pone varios ejemplos, el más grave el de «un compañero que lo está pasando muy mal». Se refiere a un policía al que le han discriminado en su grupo operativo y ha intentado suicidarse. Se encuentra de baja. «Un compañero lo está pasando muy mal porque le discriminan en su grupo de trabajo. Ha intentado suicidarse» Sobre la Guardia Civil , asegura que «ahora están más abiertos, desde que está la directora general», María Gámez. «En ese sentido, están más avanzados que la Policía», asegura Begoña. «Evidentemente, hay un retroceso, porque no se aplica la normativa a ciertos delitos. Ni los protocolos a los delitos de odio. Pero no solo a los gais, sino a la aporofobia que se ve en la Gran Vía. Es algo tremendo, exagerado. Todos los derechos y leyes que anulan supone una regresión, nos repercute. La gente del colectivo pierde la confianza, no solo en las asociaciones, sino en la Policía, que vuelve a ser 'mala y represora', y eso no es así, no es verdad. A la Policía, en los últimos años, se la ha tirado por tierra. Está costando sangre que la gente vuelva a confiar en nosotros. En esta sociedad es más fácil creer que somos los malos. La Policía también está aquí para ayudar a la gente». LGTBIPOL volverá a marchar hoy en el Orgullo , con un guardia civil trans entre ellos. «Claro que hace falta salir. Que pongan en entredicho que no puede existir un matrimonio entre personas del mismo sexo… Por cosas así, este día lo quiero. Nosotros marchamos, nos han ofrecido ir en tráilers, autobuses, pero LGTBIPOL ha dicho que no, porque la Policía va andando. A pie, como ellos, que somos unos más. La pena es que no nos dejen desfilar con uniforme. Tendrías que ver cómo nos vitorean en la manifestación. A mí sí me representa este día». ¿Y no queda diluido el papel de la mujer lesbiana en esta semana? «Hay que reconocer que, como esta sociedad invisibiliza a la mujer, el colectivo lesbiana también queda invisibilizado dentro del colectivo gay, pero es que eso es un reflejo de la sociedad», contesta. «Lo que me gustaría es que a las cúpulas de la Dirección General de la Policía y de la Guardia Civil haga más formación para los agentes y para la ciudadanía. Que si un trans va a una comisaría no se la trate mal ».

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