sábado, 30 de julio de 2022

Raúl y Cristina: crimen y castigo a manos del chico del sobresaliente

Crimen y castigo, pero a la inversa. El tormento de Cristina Romero, la joven de 18 años asesinada a puñaladas por su expareja Raúl en un parque de Parla, comenzó mucho antes del fatídico 29 de junio. Aquel jueves, el hoy encarcelado en la prisión de Alcalá Meco esperó a que su víctima saliera sola a pasear al perro para abordarla por sorpresa y asestarle 17 cuchilladas. Los gritos y el temor de un vecindario, que llevaba días alertando a la familia de la presencia de este individuo en las inmediaciones de su casa, fueron suficientes para intuir la gravedad de lo ocurrido. Pero el daño ya estaba hecho. Fue solo al verse acorralado, cuando el autor del macabro ataque decidió autolesionarse con la misma arma empleada. «Nunca quiso quitarse la vida», aseguran desde el entorno más cercano de Cristina. Ella, «alegría pura, risa desbordaba», fallecería horas después en el hospital. La historia de Cristina es la historia de una adolescente feliz , extrovertida, generosa con sus compañeros. «Sabías que estaba porque hacía muchísimo ruido, venía tarde, se le caía la botella, estornudaba mucho y siempre tenía temas de conversación», cuenta una de sus mejores amigas. La joven cursa primero de Bachillerato en el instituto Nicolás Copérnico de Parla y se fija en un chico de su clase. A él también le llama la atención, por lo que el flechazo es recíproco. Cristina y Raúl comienzan así una relación sentimental como cualquier otra a esa edad, pero pronto aparecen los problemas. A lo largo de los dos años y pico que están juntos, Cristina sufre un calvario . Repite curso para subir la media y poder estudiar en la universidad lo que le gusta: algo relacionado con el deporte, aunque más tarde, se abriría a la posibilidad de matricularse en Psicología. «Para ayudar a las mujeres que habían sufrido acoso», decía ella a sus amigas. De vuelta a primero de Bachillerato, pero con nuevos compañeros, la muchacha entabla amistad con otras chicas. Es ahí cuando se abre a ellas y revela las primeras discusiones. Familiares y amigos recuerdan a Cristina en el parque de Parla donde fue asesinada GUILLERMO NAVARRO «Nos habla de que las broncas y los insultos eran habituales», comenta otra compañera. El grupo lo tiene claro: «Nos reunimos con ella y le decimos que él tiene que cambiar y que si no lo hace debería cortar». En el instituto, Raúl sigue con su vida como si nada. Él sí pasa a segundo y mantiene una media de sobresaliente. Académicamente es brillante, se presenta a subir nota siempre que puede y no tolera la falta de exigencia. Una antigua profesora que le dio clase un año antes de iniciar su relación con Cristina lo recuerda así: «Si al terminar la evaluación su media era de 9,5, él venía a preguntar qué tenía que hacer para sacar un 10». Ya entonces, esta docente detectó algunos detalles en Raúl que chirriaban. «En la hora de tutoría, dedicábamos la clase a hablar de feminismo y de violencia machista. Y él siempre discutía estas cosas», recuerda, con el foco puesto en la sensación general de que muchos hombres piensan y hablan como él. «No se trata tanto de que este chaval fuera claramente un machista, porque este tipo de comentarios que decía los escucho continuamente», añade. Por ello, es consciente de que la sociedad, y especialmente el profesorado, deberían «tener más formación para no pasar por alto cualquier conato», como el acaecido después entre el que fuera su alumno y Cristina. Abandona el curso Poco antes de que ella empiece segundo de Bachillerato y él pase a la universidad para estudiar enfermería, la pareja rompe definitivamente. Pero la distancia entre ambos no borra las secuelas psicológicas de la joven. «Nos empezó a contar que la había pegado y violado, que tenía ataques de ira. Venía mal al instituto, cansada, le daban bajones y teníamos que salir de clase con ella porque se ponía a llorar», desvelan sus amigas. Tal es la situación, que Cristina decide parar y ponerse en manos de un psicólogo. Sus ausencias en el aula son cada vez más frecuentes, hasta el punto de que decide abandonar el curso. Mientras ello ocurre, la mujer conoce a otro chico, se enamora de alguien totalmente distinto. Y poco a poco empieza a superar la toxicidad de su anterior pareja. En mayo, dos meses antes del asesinato, su fortaleza sale a la luz con un estremecedor vídeo que sube a TikTok . En la secuencia, aparece ella sobre un primer rótulo: «Frases que él me dijo que nunca olvidaré». Las palabras se acumulan, llenan toda la pantalla. «Que mérito tiene sacar las notas que saco estando contigo», «eres un lastre», «necesitaba follar y no has querido, eres una egoísta», «ojalá te mueras», «eres una zorra que se cree graciosa, pero solo das vergüenza»... La lista es larga, demasiado.

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