lunes, 18 de julio de 2022

Asier Martínez es un portento

Asier Martínez es miope. Dos dioptrías en cada ojo. Sin embargo, no usa gafas ni lentillas para correr. No se adapta a ellas, y asegura que prefiere que todo alrededor le resulte borroso mientras transita a toda velocidad por su calle. La falta de foco en el exterior le permite concentrarse en la mecánica de cada salto, en los movimientos de aproximación, en esa técnica pulida de modo exquisito en los últimos años junto a su entrenador, el africano François Beoringyan. «Está todo tan estudiado que igual es mejor no ver», insiste con una sonrisa. Tuvieron que confluir muchos elementos para que Asier celebrará en la madrugada española del domingo su bronce mundial en Eugene. Contó la suerte, claro que sí. Él es el primero en admitirlo. Dificilísimo haber atrapado ese metal de haber seguido en la pista el jamaicano Hansle Parchment , campeón olímpico en Tokio que se lesionó en el calentamiento, y el estadounidense Devon Allen , mejor marca mundial del año, que fue eliminado por anticiparse en la salida una milésima menos de lo permitido. Con ellos, lo lógico es que todo hubiese quedado en un quinto puesto, lo que anticipaban los pronósticos más optimistas. Pero sin negar esa fortuna, no se puede obviar tampoco el espíritu competitivo de Asier, que le llevó a superar a dos rivales con mejor marca personal y a mejorar la suya propia hasta dejarla en 13.17, récord de España sub-23 y segundo mejor crono nacional de todos los tiempos tras el 13.04 de Orlando Ortega . «Siempre he tenido los pies en el suelo y sé que esta medalla ha llegado por ciertas condiciones ajenas a mí. Yo la he peleado y creo que me la he ganado pero por supuesto no hay que negar que había grandes favoritos que por un motivo u otro han fallado. Han sido dos escasos segundos en los que me he dado cuenta de que realmente podía sacar medalla. Era muy difícil ganar a los dos americanos que quedaban, y así se ha visto porque eran muy superiores, pero no veía a los otros rivales superiores a mí». Asier creció en Zizur Mayor, un pueblo del área metropolitana de Pamplona. Lo de acercarse al atletismo lo tuvo fácil. Su madre, Elena Etxarte, fue campeona de España cadete en vallas. Su padre, Jesús, aún sigue corriendo velocidad en la categoría máster. Él empieza pronto en la Escuela de atletismo Ardoi, en su pueblo. Se le da bien. Su abuela le llama «arin-arin», que traducido del euskera sería algo así como «ligero», «a toda prisa». Cuando crece se decanta por el salto de altura. Y va a parar al Pamplona Atlético, donde Beoringyan, de origen chadiano pero criado en París, es responsable de vallas y altura. Será él, que curiosamente fue saltador de altura en su juventud, quien invita a Asier a probar las vallas, y el experimento resulta un éxito total. Largas jornadas de trabajo Desde entonces ambos solo recuerdan jornadas y jornadas de trabajo. Y varios momentos clave. Para empezar, el cuarto puesto en el Europeo bajo techo de Torun, en 2021, una competición que le pone en el mapa y le impulsa para ganarse la plaza en los Juegos Olímpicos . A Tokio llega con una marca de 13.70 y se marcha con un espectacular 13.22 logrado en la final, donde acaba sexto. Diploma olímpico. Es la mayor sorpresa de la delegación española. El trabajo sigue, y Asier vuelve a rondar la medalla en el Mundial en pista cubierta de Belgrado de este mismo año. Otra vez cuarto. Por fin, el éxito llega en el lugar más insospechado, y para Beoringyan fue la dedicatoria más especial del atleta: «Para él esto significa incluso más que para mí. Él lo ha vivido en primera persona y no todos los momentos han sido fáciles a lo largo de la temporada, pero este premio compensa todo los malo». Beoringyan fue uno de los afectados por el lío burocrático con los visados que afectó a decenas de participantes en el Mundial. El técnico no pudo entrar en Estados Unidos hasta el día anterior al inicio de la competición, una ausencia que por suerte no pasó factura a su pupilo. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Asier, tartán y hielo noticia No Fred Kerley, un talento criado con 13 niños en una única habitación Hoy en día, Asier Martínez sorprende por su sangre fría y su temperamento a prueba de bombas, una de las claves de su éxito, un seguro de vida en competiciones que se acaban decidiendo por milésimas. «No he llorado, y eso que lo he intentado. Pero no soy de lágrima fácil», bromeaba ayer. Con todo, afirma que de pequeño era un saco de nervios. No paraba quieto. Nunca fue muy estudioso, pero le encanta leer y está al día de la actualidad. Fue eso lo que le llevó a estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Bilbao, carrera que lleva mucho mejor desde que puede hacerla casi toda online. Aún tiembla el velocista con el recibimiento que le está preparando su cuadrilla en Pamplona. Seguro que no faltan las bengalas y los petardos. Y tiembla también el atletismo español ante el talento sobrehumano que se ha desatado en la figura de Asier, un atleta especial, que en sus perfiles en las redes sociales manda un cálido recuerdo, en euskera, «a todos los que lo dan todo».

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