lunes, 25 de julio de 2022

Cola de conejo, acuarela y barniz para dar lustre a los Comuneros

El vasto vestíbulo de las Cortes de Castilla y León ha acogido exposiciones, grandes fotografías de familia e incluso generosos ágapes durante la celebración de cualquier día 'd' en tiempos de 'vacas gordas', pero nunca hasta la fecha se había convertido en taller de restauración. Desde el pasado 23 de junio reposa sobre su suelo el enorme lienzo 'Los comuneros de Castilla' pintado en 1887 por Juan Planella y Rodríguez, uno de los máximos exponentes del realismo costumbrista español. L legó al Parlamento regional el pasado marzo, fruto de un acuerdo entre el Museo del Prado y la Fundación Castilla y León. Hasta esa fecha, el cuadro dormía desde hace 90 años en los depósitos de la pinacoteca nacional, donde 'aterrizó' tras pasar por diversas instituciones, entre ellas el Ayuntamiento de Barcelona y el Museo de Arte de Cataluña. Después de proceder primero a su desenrulo y ya extendido en el suelo, sobre él trabajan cuatro restauradoras de la empresa Patrimonio Inteligente. Será la estampa habitual durante los próximos once meses que duren las labores. Para ellas no es corriente trabajar en un sitio «privilegiado» como lo es este espacio y hacer visible su trabajo a los visitantes del Parlamento regional. Ana González, jefa del equipo de restauración , cree que «gustará ver la evolución», ya que sus prácticas suelen ser «procesos muy largos en los que sólo se ve el antes y el después». Ahora están con el trabajo más 'deslucido', cuyo resultado cuesta ver a simple vista a cualquier persona ajena al proceso. El desenrulo desenmascaró zonas «bastante frágiles» en torno a las costuras -está compuesto por varios fragmentos debido a su descomunal tamaño (468x757 centímetros)-, así como «un montón de deformaciones y arrugas» del propio plegado. También «ha perdido bastante policromía porque en su día estuvo mal enrollado y, además, estuvo en contacto con humedades». El proceso, del que se encarga la empresa 'Patrimonio Inteligente', tendrá varias fases. La primera, y una de las más «importantes» es tratar el lienzo: «Debemos conseguir eliminar los pliegues y a la vez fijar la pintura y eso se hace mediante la aplicación de humedad, calor y cola de conejo», y volviéndolo a empapelar. Desgarros Una vez que todo esté empapelado, suprimidas las deformaciones y bien fijada la pintura, las restauradoras darán la vuelta al soporte para tratar su reverso, es decir, la tela: «Se limpiará la suciedad mediante aspirado o brochas, ya lo iremos viendo». En esta fase, será clave reforzar las zonas de las costuras y tratar los bordes, que en algunas zonas han sufrido desgarros. Se colocarán entonces unas bandas de tensión en todo el perímetro para que esté preparado y luego colocarlo en un nuevo bastidor que se fabricará para ello. Tratado el reverso, será el momento de trabajar en el anverso, es decir, la cara de la pintura: «Cuando lo desempapelemos veremos en qué estado está la pintura y si hay que regenerar el barniz. Ahora mismo se pueden intuir cosas, pero luego sabremos lo que de verdad requiere, ya que es el cuadro el que manda siempre». Trabajar en un lienzo de tales dimensiones supone un reto para Ana y su equipo. El tamaño condiciona, y en este caso «mucho», ya que obligará a cambiar de orden algunos procesos. Por ejemplo, mientras el estucado de las lagunas «normalmente se hace en vertical», aquí probablemente se realice sobre el suelo para evitar que se deforme la tela. Luego se procederá a la reintegración cromática. Cuando llegue este momento se encontrarán con otra de las dificultades del proceso, ya que el único referente que tienen es la misma «fotografía en blanco y negro» que cuelga ahora, con el tamaño original del lienzo, del muro del vestíbulo donde en un futuro lo hará el cuadro. Aún así, la restauradora jefe cree que les servirá de «mucha» ayuda a la hora de «reintegrar si hay alguna zona figurativa». «Aunque las lagunas realmente son muy grandes, la obra ofrece mucha información; siempre hay que observarla en su conjunto», apunta. Todo el proceso está siendo supervisado por Lucía Martínez, restauradora del Museo del Prado: «Estuvo el día del desenrulado y revisará el comienzo de cada proceso. Es bastante accesible y nos indicó que ante cualquier dificultad contactáramos con ella». La pinacoteca ha cedido la obra a las Cortes en concepto de depósito. Fue una de las últimas iniciativas planteadas en el marco de la celebración del quinto centenario de la Revuelta de las Comunidades. Reyes Calderón, jefa del Servicio de Depósitos, explicó el día de su llegada que mientras en el siglo XIX estas cesiones se hacían «por cuestión de espacio y tamaño de las obras», con el paso del tiempo los criterios cambiaron y se atiende más a la vinculación de estos bienes con los lugares donde son custodiados, como en este caso ocurre al representar uno de los episodios de la revuelta comunera, en concreto la partida de una expedición hacia el campo de batalla, posiblemente capitaneada por Juan de Padilla y Antonio de Acuña.

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