domingo, 24 de julio de 2022

La epidemia que asoló Madrid en 1909 e infectó hasta a su alcalde

Cuando aún estamos saliendo de una pandemia de dimensiones planetarias que nos ha traído de cabeza durante más de dos años, la del Covid-19, tal vez sea momento de recordar otra epidemia que asoló Madrid hace algo más de cien años: el tifus exantemático . Una dolencia que generó miles de muertos, colapsó los hospitales y que las autoridades negaron hasta que la evidencia se impuso. Antes de la gran epidemia de 1909, hubo otro episodio de tifus en 1903. El tifus era una enfermedad muy relacionada con la miseria, la pobreza y las malas condiciones de vida. Las deficiencias de higiene y salud pública en la capital eran muchas a comienzos del siglo XX, y los brotes se repetían con frecuencia. MÁS INFORMACIÓN estandar No La enorme esfera armilar que nunca vimos en Valdebernardo y las autopistas subterráneas que no pasaron del plano Sara Medialdea estandar No Cuando las viviendas sociales de Madrid las diseñaban los 'Nobel' de la arquitectura Sara Medialdea 1909 comenzó con una plaga de casos que parecían tener su origen en el asilo de mendigos de Tovar, situado en el paseo de Pontones. Así lo denunciaba en el pleno municipal de enero el concejal Pablo Iglesias , que criticó las penosas condiciones de este lugar en el que los mendigos acostumbraban a refugiarse por la noche. Traslados por la calle Cuando comenzaron a aparecer los signos de la enfermedad, los pacientes eran trasladados por los celadores del propio asilo hasta el Hospital Provincial en camillas, por la calle, con lo cual contribuyeron a la extensión de la enfermedad. Pero las autoridades se negaban a admitir el carácter epidémico de la enfermedad, e insistían en que eran «casos aislados y nada peligrosos para el vecindario». Sin embargo, los registros del Hospital Provincial recogen el horror de los listados de pacientes que ingresaban y, al día siguiente o a los dos días, habían fallecido. La enfermedad avanzada ante la pasividad de las administraciones y la indignación de la prensa, y la polémica por esta causa llegó hasta el Senado, donde se acusó al Ayuntamiento de negligencia por negar la epidemia. A mediados de febrero, los responsables sanitarios municipales aseguraban que no habían encontrado «ni un solo caso» de tifus exantemático en el asilo Tovar, y sí «fiebres gástricas que degeneraron en fiebres de carácter tífico». Pero en ninguno, añadía, se había dado «la licuefacción permanente de la sangre típica del tifus exantemático». La autoridad política aseguraba que era casi imposible que el contagio se extendiera a Madrid «por sus condiciones topográficas» La posibilidad de que la enfermedad estuviera campando a sus anchas por la capital no se admitía; el entonces senador Alberto Aguilera -que acabó el año como alcalde de Madrid- llegó a defender en la Cámara Alta que era prácticamente imposible que se difundiera al resto de la población «porque en Madrid, por sus condiciones topográficas, por su clima seco y por otras condiciones, no tienen las enfermedades perniciosas el peligro, por ejemplo, que tienen en Barcelona, en París y en otros pueblos que gozan de fama más saludable». La actitud cambió por una circunstancia sobrevenida e inesperada: el alcalde madrileño, el conde de Peñalver , cayó enfermo tras una visita al asilo Tovar. Durante la primera mitad de marzo de 1909, el regidor estuvo enfermo de gravedad, y de ello daban cuenta los periódicos. Y hay autores que recogen que a causa de este contagio en acto de servicio, se le concedió más adelante la Cruz de la Beneficencia. Hospital de epidemias La historia, ya se sabe, es cíclica. Tal vez por eso resulta tan familiar alguno de los hechos que se produjo un siglo atrás, con motivo de este letal brote de tifus: el 31 de marzo de 1909 se preguntaba en el Senado al ministro de la Gobernación qué había del plano y proyecto que se había presentado para construir un hospital de epidemias , en ese momento en que tanto se necesitaba. Imposible ya de ocultar la envergadura del problema sanitario, el Ayuntamiento reconoció la situación y comenzó a aplicar medidas: entre ellas, la obligación de lavar y desinfectar los colchones de lana de los enfermos; la desinfección de los establecimientos donde se los recibía; la inspección sanitaria de casas de dormir, tabernas, posadas, cafetines, casas de huéspedes y otros sitios donde pudieran refugiarse los mendigos -para identificar focos de inspección en los bajos fondos de Madrid-; el riego de las calles siempre anterior a su barrido... Ante el hacinamiento en el Hospital Provincial, comenzaron a trasladarse pacientes a otros centros, como el de San Juan de Dios. Contra la opinión de algunos médicos, que lo consideraban altamente peligroso ya que los pacientes llegaban a veces por su propio pie, en coches de punto o tranvías que luego no se desinfectaban. La epidemia de tifus se saldó con miles de fallecidos en Madrid. Hacía entonces el prestigioso doctor Ángel Fernández-Caro esta reflexión: «En esta epidemia ha ocurrido lo mismo que sucede siempre en todas las epidemias en Madrid, negadas al principio, ocultadas después, discutidas y afirmadas últimamente, para achacarse mutuas y recíprocas responsabilidades cuando el mal ya no tiene remedio».

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