domingo, 24 de julio de 2022

'-azo'

Sería muy largo de explicar por qué mi tío Jesús Tranquillas salió de su Valbuena natal para visitar la ciudad de los Medici, Florencia. El caso es que, a su vuelta, volvió con la mejor de las descripciones del David de Miguel Ángel: «Menudo zamarro mas cojonudo». Estos días veo la tele y pego la oreja en las conversaciones de las terrazas de los bares y todo es «azo». Las mollejas se han convertido en un «platazo», ir de vacaciones es un «planazo». Las cosas ya no son ni bonitas ni feas sino que tienen «pintaza». Nos hemos quedado sin adjetivos para describir el mundo. La vagancia y la ignorancia nos han llevado a reducir el lenguaje a su mínima expresión. Nos hemos cargado el lenguaje y con él la vida. La gente dice eso de «me muero» por cualquier tontería sin reparar en la barbaridad que supone la expresión, mientras lo que has hecho a la hora del vermut es el «planazo» de tu vida. La herramienta de Cervantes y Shakespeare se ha hecho una liposucción tan extrema que es incapaz de describir la realidad. Ese asidero que nos une al mundo está escuálido como las modelos de pasarela. El lenguaje actual nos lleva a la frustración porque hasta los sosos nos creemos en la obligación de que nuestra falta de sal sea merecedora y digna de elogio. Hasta lo más nimio se ha convertido en superlativo, lo intrascendente en el eje vertebrador de nuestros anhelos. Nuestra vida ya no merece la pena ser vivida porque no hay lenguaje para diferenciar lo que es bueno, malo o regular. Todo tiene que ser excelso sin darnos cuenta de que nosotros somos de carne y hueso, bípedos implumes y sin cola que, por mucho que nos creamos, nunca llegaremos a ser dioses. Cuando paseen por la playa abarrotada fíjense en ese «cuerpazo» que hay en la orilla y piensen si puede llegar a más en esta vida o es que ustedes simplemente son mortales. Ya sé que no es un «planazo» pensar en esto porque a partir de los quinientos años todo se aja, excepto que te llames David y te haya tallado Miguel Ángel, que son cosas que te conservan siempre joven y te conceden la condición de zamarro y, para más señas, cojonudo. «Esculturaza», por mas que nos empeñemos, no pega ni con cola, y «obraza» vale lo mismo para un roto que para un descosido.

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