viernes, 29 de julio de 2022

Atrapados un año en una comunidad de vecinos por las obras de un ascensor fantasma

Sus viviendas se convirtieron en una suerte de celda de la que solo con dificultades pueden salir y la pequeña finca que conforma la comunidad de vecinos pasó a ser, hace un año, una prisión que les mantiene alejados del exterior. Nunca imaginarían que la solución que haría su día a día más fácil en solo seis meses, y en la que invirtieron gran parte de sus ahorros, se tornaría en un confinamiento impuesto por las interminables obras de un ascensor , de las que no pueden escapar. Carmen, con 90 años, ve la calle desde hace ocho meses a través de su terraza de un cuarto piso; Heladio, de 91, duda si bajar a dar un paseo por miedo a caerse y se detiene, casi, entre peldaño y peldaño para asegurar sus pasos; Celestino, de 75, se ha visto a obligado a dejar su hogar tras una operación de pulmón porque no puede subir los centenares de escaleras. La pesadilla de esta comunidad no existiría si la empresa TK Elevator (ThyssenKrupp) hubiese cumplido los plazos de un proyecto que tendría que haber finalizado en diciembre del año pasado. Fue la necesidad la que llevó a los vecinos del número 1 de la calle de los Hermanos García Noblejas –en el límite entre los distritos de Ciudad Lineal y San Blas-Canillejas– a contratar los servicios de la compañía alemana para que instalara un elevador en el inmueble, habitado, en su gran mayoría, por personas mayores, dependientes y con problemas de movilidad. Querían comodidad, no depender de ayudas para tocar la vía pública. Pero, por ahora, han recibido lo contrario a lo pactado. Las obras comenzaron, tal y como consta en el proyecto, el 6 de junio de 2021 y tenían un plazo de ejecución de seis meses . En diciembre, los trabajos deberían haber llegado a su fin. Más de un año después, el ascensor es una especie de fantasma sin funcionamiento y la fachada trasera, que protege la escalera del exterior, un cierre acristalado que está sin terminar. Carmen y Heladio, dos de los vecinos del bloque, con dificultades para salir; y un tramo del cierre de la escalera protegido por tablones de madera Tania Sieira Para cumplir con las exigencias de la Comunidad de Madrid y poder recibir una subvención en la rehabilitación del edificio, la remodelación tenía que ser integral y pasaba por tirar también la antigua escalera que comunicaba las cuatro plantas del inmueble. « ThyssenKrupp marcó la fecha de inicio, después de que nosotros solo pusiésemos como condición que la escalera se tirase la primera quincena de agosto del año pasado para causar menos molestias a los vecinos», comienza a explicar Javier Tarancón, presidente de la comunidad. Primera queja Ellos se comprometieron a irse de vacaciones en esas fechas para dejar trabajar a los obreros. Y lo hicieron. Pero a su vuelta, todo continuaba igual. Antes de escapar, a Javier le dio tiempo a poner la primera queja ante la empresa para saber por qué no habían iniciado los trabajos . No tuvieron respuesta. Fue la última semana de octubre cuando la escalera se derribó. En algunas de las puertas –todas ellas protegidas por cartón para evitar el polvo y los daños derivados de la obra– todavía cuelgan los mensajes con las fechas. «Restricciones en las salidas y entradas de sus viviendas la semana del 25 al 29 de octubre de 2021 debido a las obras que se están llevando a cabo para la instalación de un ascensor», puede leerse en los papeles. Algunos vecinos volvieron a abandonar sus hogares y a alquilar una habitación de hotel. Fue el caso de Rosa y su madre Carmen, propietarias del cuarto. Ella sufre deterioro cognitivo y, desde entonces, está encerrada en su casa. «Lleva sin salir desde octubre. La peluquera sube a casa, el médico también... Ha perdido mucha movilidad y masa corporal en estos nueve meses», cuenta su hija. Antes, Carmen veía la luz del sol desde una silla de ruedas y bajaba agarrada de una mano al pasamanos y, de otra, a Rosa. «La última vez que intenté sacarla, cuando vio los peldaños y que no tenía donde agarrarse, le dio un ataque de ansiedad», afirma. Su madre, nonagenaria, sufrió incluso un trombo en mayo. «Creemos que es debido a no poder andar», añade Rosa, resignada. Para adecuarse al reglamento, las obras civiles incluían también un cambio en el cierre de la nueva escalera , que forma la fachada trasera del edificio y que da a un patio de vecinos. «La caja de la escalera la tiran la última semana de octubre, cuando construyen la nueva. Pero no colocan el nuevo cierre de cristales. Desde noviembre hasta mayo ha estado el esqueleto del edificio, sin ningún tipo de protección ni agarre , solo tablones de madera», asevera el presidente de la comunidad. A día de hoy, esa fachada no está terminada, pese a que en marzo instalaron unos andamios para poder dar solución. En el tramo que lleva a la primera planta, donde hay un consultorio médico, siguen algunos de los tablones. El temor es que cualquier paciente o vecino pueda tener un traspié y darse un mal golpe. En las siguientes alturas, falta todavía el gran cristal del medio, una ventana que no saben cuándo llegará. «Cada mes, desde ese 1 de agosto, mando comunicaciones. Era un proyecto de seis meses de ejecución y, un año después, así seguimos», se lamenta Javier, que ya ha puesto el caso en manos de un abogado. «El pasamanos del primer piso lo tuvimos que poner los vecinos para que nadie se cayese», agrega. Aunque ellos contrataron toda la obra con TK Elevator, la empresa subcontrató la parte civil a otra sociedad. Los vecinos ni siquiera conocen el nombre. «Nosotros lo contratamos todo con ellos y ellos deben darnos soluciones», subraya Javier, con el apoyo de todos los moradores. Hace meses pagaron el 100% de la obra, 126.000 euros, para no incumplir el contrato. La otra parte no hace lo mismo. «Basta de mentiras» Presos de la desesperación, esta semana Javier hizo unos carteles de grandes dimensiones que colocó en la entrada para llamar la atención. Una protesta para dar a conocer su situación. «Basta ya de mentiras, engaños, chapuzas e incumplimientos. Queremos terminación de obra para poder salir a la calle sin riesgo», dicen en ellos. Además, también ha sacado parte de los escombros y comunicó a TK esta queja. «Los obreros llevaban meses sin venir hasta que pusimos los carteles, desde mayo no aparecían. Están parcheando porque dicen que hasta que no pongan los cristales no pueden pintar», cuenta Javier. Preguntado uno de ellos, confirma la versión. «Es la primera vez que vengo. Nosotros venimos cuando Thyssen nos da la orden», dice el trabajador de la subcontrata. «Ufff... falta mucho por terminar», reconoce. El 13 de junio de este año, seis meses después de lo acordado, Thyssen comunicó que la obra del ascensor estaba terminada. A día de hoy, por un retraso en la ampliación de la potencia de la luz , el elevador sigue sin funcionar. A pesar de eso, tampoco podría ponerse en marcha, puesto que la obra civil no está concluida. Desde la empresa admiten a ABC el retraso, pero lo achacan a la falta de materiales derivada de «la situación coyuntural». «Hay un retraso en el suministro de componentes. Estamos pendientes del suministro de unos cerramientos para poder terminar. Hasta que lleguen, nos comprometemos a poner remates temporales para que el ascensor funcione», dicen a este diario fuentes de la empresa alemana. Para los vecinos, estas afirmaciones ya no son suficientes, y piden que les hagan llegar un compromiso por escrito. Mientras tanto, Heladio arrastra su bastón por el medio centenar de peldaños que lo separan de la calle. A sus 91 años, el ascensor no es un capricho. Hace descansos en cada pequeño rellano que se encuentra para tomar aliento. «Me lleva 25 minutos subir y bajar, y a veces lo hago con miedo. Ahora está el pasamanos, pero durante meses estuvo el suelo de chapa cubierto con cartones y no pusieron las baldosas hasta marzo», dice: «Uy, ya creo que necesito el ascensor . Me canso mucho». Su mujer, Dora, lo contempla desde la puerta de su vivienda. «Esto es una vergüenza, estamos desquiciados, de los nervios», apostilla. En la planta superior, el piso tendría que estar ocupado por Celestino y Francisca, que han optado por abandonar el inmueble tras una operación de pulmón que a él le impide subir y bajar las escaleras. El tiempo pasa, las soluciones no llegan y la incertidumbre crece en esta pequeña comunidad que mira hacia la caja de un ascensor inoperativo..

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