domingo, 31 de julio de 2022

García Padrós: memoria y bisturí de Las Ventas

Los ojos del doctor Máximo García Padrós , nacido en los 'isidros' del año 1943, han visto la historia pura de la tauromaquia madrileña. La cara B de la gloria, la sangre sobre el traje de luces y ese olor a supervivencia y adrenalina que exhala el torero cuando sabe que entre el triunfo y la vida suele tirar por lo primero. García Padrós muestra la enfermería de Las Ventas con la naturalidad del profesional que enseña su hábitat. Llegó en el 66 como ayudante de su padre, Máximo García de la Torre , y de ahí a ser el ángel de la guarda del coso de Alcalá dieciséis años después. A la entrada, para los guiris y paseantes, hay colgado un atlas de anatomía humana: la femoral y la explicación del sistema circulatorio. Dentro están el despacho, la sala de operaciones y demás dependencias del sanatorio. Donde ese mapa de venas y arterias se sabe de memoria tras muchos años y muchos remiendos sobre la carne. MÉDICOS 4 Jefes de Cirugía Ha tenido el coso de Las Ventas desde su inauguración en 1931 García Padrós, cirujano de leyenda en un mundo de leyendas, habla sin los alamares ni el barroquismo del mundo de la tauromaquia. Con naturalidad, incluso con humor, explica las instalaciones, la medicina urgente y su propia vida. «Trabajo de domingos a toros», bromea quien se ha criado viendo abrochar vidas como otros han visto crecer el morlaco en la dehesa. En el año 82, año de los mundiales, toma posesión como jefe de Cirugía de la plaza. Y lo primero, recuerda, «era formar el equipo», un equipo coordinado donde la Medicina, más que compartimentarse, se ayudase mutuamente. Su padre, el doctor García de la Torre, ya tuvo el afán de fundar la Sociedad Española de Cirugía Taurina. Orgullo de hijo bajo un cuadro que le pintó un monosabio que luego se licenciaría en Bellas Artes, Fermín Vázquez . Es inevitable, mientras cuenta que ve la corrida por un televisor Sharp y que muchas veces «tiene la premonición» de por dónde va a ir la cogida, que se le pregunte por Paquirri y la evolución posterior de su labor. «Lo de Paquirri no vuelve a pasar», porque «han cambiado mucho las circunstancias, todas las plazas tienen cirujano y quirófano móvil», y hasta la propia «sociedad persigue el bien del torero». García Padrós conversa con su padre e Ignacio Aguirre ABC Contra las leyes de sus pacientes, no tiene ni ritos ni manías. Su preocupación es que «el equipo esté completo», que esas siete personas (normalmente son siete) anden coordinadas. Su desvelo es llegar una «hora antes» de que suenen los clarines. Allí, la televisión, insiste, es fundamental. Tras muchos años, y aunque por modestia no lo diga, percibe hasta el viento y la mala pisada que anticipan su labor . Lo primero es «desnudar al torero», porque lo aparatoso de la sangre quizá puede esconder «una lesión de cervicales». Y no hay que ser morboso pero sí dar las estadísticas de la efectividad. «3.963 toreros, novilleros, rejoneadores...» han entrado en sus dominios. De ahí, setenta intervenciones «muy graves», de las que si «no actuaba, se morían». Pero la enfermería de Las Ventas también ha visto «partos», golpes de calor y así. Por eso hay unas camas que están aparte del quirófano y que sorprenden al periodista. RINCONES Detalles taurinos y dedicatorias en el despacho anexo a la sala de operaciones TANIA SIERIA Si bien el doctor no tiene ritos, sí que sigue un protocolo personal con su paciente. Ir «a la UCI» a interesarse por él. Porque, frente a sus compañeros, en una enfermería como la de Las Ventas «hay que operar sin analíticas previas». De ahí el peso de la experiencia que él acrisola y que traslada a su hijo. «Hay que saber parar, templar y mandar al torero» El cirujano nunca se ha puesto, y lo dice sonriente, delante de un toro. Aunque una vez un morlaco pasó por delante de la enfermería. Quizá la anécdota más demoledora sea la de cuando en los ochenta «echaron una mano» a los veterinarios «para operar a un caballo». Sin anestesia y el riesgo de una coz. El protagonista de este perfil recogió, junto a su homólogo del coso de Zaragoza, el Premio Taurino de este periódico en representación de los cirujanos de las plazas de España el pasado junio. Como hombre de Ciencia es poco dado a los focos, «no le gusta ir al campo» ni eso que llaman la «vida del toro». Amigos toreros tiene, claro, y dan fe las fotografías que jalonan su despacho. Él sabe que a veces, en ese momento que se ha referido antes entre la gloria y la vida, debe actuar con psicología, «saber mandar, parar y templar» hasta que los toreros se dan cuenta de que «no tienen más remedio» que dejarse en manos del galeno.

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