En sus piernas, 1.275 partidos. En su cuerpo, incontables lesiones, más o menos largas, todas dolorosas porque también desgastan las emociones, la perspectiva, las ilusiones. Más allá de esos siete milímetros de rotura en el músculo abdominal de esta que obligó a abandonar antes de tiempo el torneo de Wimbledon, la cicatriz es un poco más profunda porque ha tenido que ser él quien decidiera que no podía batir a su peor rival de siempre, su propio cuerpo. Y duele. «Y mucho», admitía Rafa Nadal. Por el momento, por el lugar, por la sensación de que el túnel no se acaba nunca, por todo. Es la rotura de 7 milímetros y es la herida de tener que abandonar lo que aumenta el dolor. Son casi dos décadas en la élite y 1.063 victorias, 212 derrotas, muchas de ellas en las que al rival al otro lado de la red se le sumaba uno interno. Ante Taylor Fritz el miércoles, es el ejemplo más reciente. Aun así, en su palmarés solo aparecen nueve retiradas con el partido iniciado y siete abandonos antes de comenzar el partido (lo que en inglés se denomina walkover, w/o), como es el caso de este Wimbledon. Él lo dijo: respeto al torneo, al rival, a sí mismo. Noticias Relacionadas estandar No Wimbledon Nadal se retira de Wimbledon Laura Marta estandar No ¿Qué le ha pasado a Rafa Nadal en el abdomen en Wimbledon? Maria Albert En los registros brillan las alegrías y se omiten las heridas, las crónicas y las espontáneas. Pero todas han obligado a largas y cortas ausencias, en superficies de todos los colores, en torneos de todas las categorías. Las rodillas acusaron el bote más bajo de la pelota en Wimbledon: sin jugar en 2009, con especial repercusión en 2012, derrota ante Lukas Rosol en segunda ronda y abandono del circuito hasta febrero del año siguiente. Hubo rotura de fibras en el US Open de 2009, que aumentó al forzar y que aguantó como pudo para terminar el choque de semifinales ante Juan Martín del Potro. En cuartos de Australia 2011, ante Ferrer, Nadal: «Toni, estoy en cuartos de Australia, no me retiro ni cagando», gritó a su tío con una rotura de fibras acechando su continuidad. La espalda lo atacó a la vez que Stan Wawrinka en la final de Melbourne en 2014 y la muñeca derecha lo dejó sin US Open ese año. La otra muñeca lo obligó a retirarse en tercera ronda de Roland Garros 2016. El psoas-ilíaco le impidió terminar su partido ante Marin Cilic en cuartos del Abierto de Australia 2018, y la rodilla derecha y Juan Martín del Potro, en la semifinal del US Open ese curso. Código Desktop Imagen para móvil, amp y app Código móvil Código AMP 4380 Código APP En este Wimbledon 2022, otro adiós prematuro. «A nivel de cuerpo tengo poco descanso, cuando no es una cosa es otra. Parece que el pie ya no me limita tanto y aparece esto. Es algo menos importante no como el pie, pero sea lo que sea, son las semifinales de un Grand Slam y surge este problema». Aunque para una lesión nunca hay buenos momentos, la de este Wimbledon 2022 llega en pleno apogeo, cinco victorias, cada vez mejores, con un muy buen nivel de tenis y tan cerca de la final. De quién sabe si conquistar un tercer Grand Slam consecutivo, lo nunca visto, el 23. De ahí que la decisión no se tomara ni después del partido de Fritz, ni al día siguiente con más información del problema, ni después del entrenamiento de la mañana, sino al final del día, cuando ya se han puesto todas las opciones sobre la mesa, se ha escuchado a todos los que saben y aconsejan de la mejor manera, se ha hecho examen de conciencia personal y se ha valorado cómo estaría el cuerpo para un partido, para dos partidos, para el después. «Así no podía jugar ni ser competitivo. Sin poder sacar, mis opciones de ganar el torneo, que era lo único que me servía a estas alturas, con dos partidos con Kyrgios y supuestamente Djokovic, disminuían en su totalidad y el riesgo de empeorar era claro». «A nivel de cuerpo tengo poco descanso, cuando no es una cosa es otra. Parece que el pie ya no me limita tanto y aparece esto. Es algo menos importante porque se cura con tiempo, no como el pie, pero sea lo que sea, son las semifinales de un Grand Slam y hay este problema». Son aguijones que también se suman, por mucho que casi esté acostumbrado, en la cabeza. Pero es desde ahí donde empieza a cerrar las cicatrices. Apenas unas horas después de sufrir uno de los peores días de su carrera profesional, y ha tenido muchos, tan poco amigo de tener que abandonar partidos o torneos, sobre todo en este Wimbledon en pleno apogeo, pasó revisión médica en Barcelona y admitió la mayor: duele, pero se sacará la espina: «Es mucho mejor perder que lesionarse, sin ninguna duda. Lo que duele es que no he podido competir en una situación privilegiada. Pero no queda más remedio que mirar hacia delante, aceptar lo que viene. La recuperación es simple. Nos hemos parado a tiempo y en teoría en tres o cuatro semanas no debe haber problemas para volver». No solo eso, sino que ya informó que volvería antes a la pista, pues lo que le impide y limita la lesión es el saque, ningún problema en el juego de fondo. Noticia Relacionada Wimbledon estandar No Djokovic apaga a Norrie y jugará su cuarta final de Wimbledon consecutiva Laura Marta El serbio, que suma su victoria 27 consecutiva en Wimbledon, sube el nivel tras perder el primer set para dejar sin opciones al británico, héroe local «Es lo que hay», resume con una sonrisa entre el cansancio y la resignación. Como si eso fuera bastante. Otra fórmula que parece simple de aplicar cuando Nadal lo dice porque lo ha hecho una y mil veces. Desde aquella fractura por estrés en Estoril 2004 que derivó en el síndrome de Muller-Weiss que todavía hoy, dieciocho años después sobrevuela como una amenaza. «La del pie me preocupa más que esta lesión», todavía dijo ayer. Una se cura con tiempo, la otra solo se puede sobrellevar, con infiltraciones, antiinflamatorios, analgésicos, con radiofrecuencia para dormir el nervio. Imposible calibrar el umbral de dolor del español, porque solo uno mismo lo sabe y es personal e intransferible. Pero sí se puede observar esa capacidad de levantarse cuando otros, muchos otros, haría tiempo que habrían dicho basta. Con todo lo ganado, con todo lo sufrido, con todo lo perdido. No Nadal, que solo él conoce sus limitaciones y, repite, no pone en riesgo ni su salud ni mucho menos su felicidad. Las heridas del cuerpo las cura la cabeza. La que se mantiene siempre sana y es feliz dándose otra oportunidad en el tenis, aunque vuelvan los rivales, los del otro lado de la red y los que se esconden en el propio Nadal.
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