El problema desapareció durante la primera ola de la pandemia. El confinamiento silenció las ajetreadas calles de Madrid. Pero la vuelta a la normalidad rescató el ruido y la proliferación de terrazas Covid para paliar los efectos de la crisis sanitaria lo empeoró. En el último año, muchos vecinos se han rebelado en contra de los decibelios de más que perjudican su salud. Los grandes eventos del verano no hacen sino ahondar el conflicto, como las fiestas del Orgullo que se celebraron la semana pasada en el corazón de la ciudad, el festival Mad Cool en Valdebebas o los conciertos de Las Noches del Botánico. El mapa del ruido en Madrid está salpicado de puntos negros. Los centinelas oficiales que vigilan la contaminación acústica están repartidos por toda la capital. Son 31 estaciones de medición que transmiten los datos en tiempo real a una base central y, a diario, este sistema del ayuntamiento emite los informes. Por la noche, 16 de las 31 estaciones superan el límite sonoro de 55 decibelios , la marca establecida por la Unión Europea y por la ordenanza municipal para garantizar el descanso y la salud de las personas. Solo siete sobrepasan los niveles máximos diurnos, según las cifras publicadas en el portal de datos abiertos del Ayuntamiento de Madrid. Claro que no es solo ocio: los decibelios del tráfico rodado también contaminan. EN CIFRAS 70 Decibelios Se consideran niveles industriales de ruido. En zonas como la calle de Ponzano y el barrio de La Latina, las asociaciones vecinales que cuentan con sus propios sonómetros denuncian que se rebasa esa marca. Al margen de esta red fija de control, el Área de Medio Ambiente cuenta con otras 16 estaciones móviles para radiografiar el ruido en distintas zonas de la ciudad y el impacto acústico del ocio nocturno . En el distrito de Chamberí, atravesado por calles como Ponzano y Santa Engracia, el consistorio emprendió uno de estos estudios. En 2018 y 2019, las mediciones registraron una media de entre 60 y 65 decibelios a medianoche, algunas más de 75 decibelios, en varios puntos del distrito, «muy por encima de los valores que la Organización Mundial de la Salud considera seguros para evitar problemas cardiovasculares o enfermedades psiquiátricas», criticó el pasado abril la asociación vecinal El Organillo de Chamberí, que después de años de batallas con pancartas decidió acudir a Bruselas . Hace tres meses, el Parlamento Europeo admitió a trámite la petición de El Organillo, firmada en octubre de 2021 por su presidente, Julio López, que reclamaba medidas inmediatas para frenar las molestias de la hostelería. Que se «lleve a cabo una investigación de las vulneraciones de derechos », que se considere «una revisión de la directiva europea sobre evaluación y protección del ruido ambiental» y que «se inste al Ayuntamiento de Madrid a que tome de inmediato medidas efectivas para proteger a sus ciudadanos de los dañinos efectos de la elevada contaminación acústica», reclamaba el escrito de 10 páginas, con pruebas gráficas del problema. Chamberí, dicen sus habitantes, es el espejo de «la falta de implantación de medidas municipales» y Ponzano, el Tártaro vecinal desde hace años , ahora con medio centenar de terrazas que también invaden las plazas de aparcamiento. Mientras las patrullas policiales son «insuficientes» y las denuncias caen en saco roto, el consistorio ultima la declaración de la vía como Zona de Protección Acústica Especial (ZPAE) , un blindaje en el limbo desde 2019. Los decibelios del Orgullo El corazón de Madrid es el foco por antonomasia del ruido, desatado la semana pasada durante la celebración del Orgullo. Sin restricciones ni mascarillas, la fiesta se desenvolvió como en 2019. Aunque José Luis Martínez-Almeida no continuó la barra libre de decibelios concedida por la exalcaldesa Manuela Carmena , el consistorio sí amplió los límites sonoros , hasta los 95 decibelios a ciertas horas y en ciertos puntos donde se levantaron los escenarios. «Nosotros aplicamos la ordenanza, es posible superar los niveles máximos previa valoración de la incidencia acústica, lo dejamos en manos de los servicios técnicos», declaró este lunes el delegado de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, en la comisión del ramo. Este diario ha solicitado los registros sonoros de la semana del Orgullo, pero desde el área aún no han recopilado la información. En 2013, antes de la exoneración total de Carmena, los organizadores afrontaron una multa de 160.000 euros por rebasar los límites. MÁS INFORMACIÓN noticia No El Orgullo marcha frente al odio en Madrid: «No es normal que solo podamos salir tranquilos hoy» Antes de que arrancara el Orgullo, muchos vecinos de Chueca, epicentro de la reivindicación LGTBI+, huyeron del barrio . Las fiestas de Lavapiés y de La Paloma, en agosto, son otras fechas calientes para los residentes del centro, si bien los niveles máximos del ruido se exceden por costumbre. Algunas asociaciones vecinales han instalado sus propios centinelas para poder protestar con los datos en la mano. «Tenemos tres sonómetros y los tres superan los límites siempre» , asegura el presidente de la asociación Cavas-La Latina, Saturnino Vera. Sus aparatos están ubicados en la calle de Toledo con la Plaza Mayor, en la Cava Baja y en la plaza del Humilladero. De lunes a miércoles, los registros nocturnos oscilan entre los 40 y los 45 decibelios, afirma Saturnino; a partir del jueves y, sobre todo, durante el fin de semana, el ruido se dispara y es común que supere los 65 decibelios. «De madrugada es un despropósito total, a las 2 de la mañana hay 80 decibelios», sostiene. La marca de los 70 decibelios se considera ruido industrial. La escala es logarítmica ; un aumento de solo 3 decibelios ya supone el doble de intensidad de ruido. «El ayuntamiento no está haciendo suficiente», critica Vera. Su asociación ya se ha reunido con una abogada para elaborar una denuncia ante la inacción del consistorio de Almeida en materia de contaminación acústica. También por la invasión de pisos turísticos y terrazas y la suciedad de sus calles. No es la primera vez que una asociación vecinal recurre a los tribunales. Antes de elevar sus quejas a Bruselas, El Organillo interpuso un recurso contencioso administrativo contra el ayuntamiento por «no restituir los derechos fundamentales» de los residentes y permitir los «ruidos antijurídicos». Música en las ventanas La pesadilla de los barrios céntricos se extiende, de forma temporal, a las ubicaciones que acogen festivales de música en periodo estival. Las zonas residenciales colindantes con Ciudad Universitaria, donde se celebran los 47 conciertos de Las Noches del Botánico , y los bloques de pisos de Valdebebas cercanos al recinto del Mad Cool son algunas de las afectadas. También quienes viven en las inmediaciones del estadio Wanda Metropolitano , que en el último año se ha consolidado como otra de las sedes musicales de Madrid. «Parece ser que la megafonía no tiene limitación alguna, por la noche retiemblan hasta los cristales. Llevamos un año y pico denunciando, pedimos [al ayuntamiento] un medidor en los alrededores y no han querido porque saben que incumplen», cuenta el presidente de la asociación Las Rosas-Las Musas hasta hace unos meses, Pablo Moreno, que vive a un par de kilómetros del Wanda. «Hay gente que ya está pensando en irse» .
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lunes, 11 de julio de 2022
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