domingo, 3 de noviembre de 2019

Javier Fernández: «Mi mayor orgullo es cómo he sabido llegar tan lejos»

Después de conseguir un bronce olímpico, dos oros mundiales y siete coronas europeas consecutivas, Javier Fernández decidió retirarse. Habían sido muchísimas horas de entrenamiento, de viajes, de sacrificios además de todas las proezas que siempre llevarán su nombre. Suficiente para este madrileño que lleva más de diez en la élite. Pero nunca se ha llegado a quitar los patines ni el gusanillo de los segundos antes de saltar al hielo. Al contrario, si antes sentía nervios por la competición, ahora los siente por su coreografía, por que la música se escuche, por que las luces se enciendan cuando deben, por que se hayan vendido bien las entradas, por que sus compañeros estén a gusto, por que los espectadores se lleven el mejor recuerdo a casa. Sí, Javier Fernández se retiró, pero el patinaje artístico sigue llenando pabellones por él. Este es el tercer año de «Revolution on Ice», un sueño personal con el que lleva a media España la magia en la que él creyó lo suficiente como para dejarlo todo y emprender una aventura sin red a Estados Unidos, a Canadá, y de la que se volvió con medallas, récords, éxitos, experiencias y una satisfacción personal que exhibe en cada espectáculo. Málaga (9 de noviembre), Zaragoza (16), Bilbao (14 de diciembre), La Coruña (21), Madrid (28 y 29). «Muchas cosas están involucradas: las personas que vienen a actuar, el hielo, el audio, las luces, temas artísticos, la historia, promoción... Es un trabajo mucho más complejo y extenso que hacer solo una coreografía y entrenarla», explica en conversación con ABC. No se trata de un Mundial, ni de unos Juegos Olímpicos, pero ha puesto el alma en este proyecto como la ponía en cada figura, en cada cuádruple, en cada personaje. Ya no es El hombre de la Mancha o Chaplin o un Pirata del Caribe, pero la responsabilidad por su deporte se ha multiplicado. «Cuando tienes un proyecto así la mayor responsabilidad es que salga bien. Con todas las personas que hay, y que son los mejores del mundo, sé que está en buenas manos, pero son miles de detalles y pueden pasar mil cosas. Los patinadores a los que llamo son compañeros míos y están especialmente escogidos para la idea de espectáculo que queremos hacer. Está todo estudiado». Responsabilidad No es un Mundial, ni unos Juegos Olímpicos, pero... «Sí, me pongo nervioso. Es un estrés diferente. Sigue siendo enfrentarme a un público y quiero cumplir las expectativas, incluyendo cómo patino yo. La satisfacción está ahí, en que la gente sigue viniendo y que el espectáculo, que antes era un sueño y ya no lo es, evoluciona y crece». Habla su lado empresario, el que ha tenido que aprender después de dejar de ser atleta. Acomodado de nuevo en España, ha reducido los entrenamientos a sesiones más relajadas, tres o cuatro semanas antes de los espectáculos, sin dejar de hacer otros deportes. Aunque no se ha echado kilos encima porque siempre comió bien -«mis padres me enseñaron muy bien y me he cuidado mucho, aunque viviera fuera solo»-, sí que notó que el cuerpo le pasaba la factura tras la exigencia. «Tuve una época que notaba más dolores, me aparecían de repente. Ahora no tanto. Creo que mi cuerpo se ha acostumbrado también a no entrenarse diariamente, solo esporádicamente, y de momento me respeta». ¿Ha perdido facultades tras retirarse? «No mucho. La velocidad la pierdes con los años, no con dejar de entrenar, como la agilidad. Los nervios, por ejemplo, no los he perdido nunca porque son personales». Afirma que la vida después del deporte le está sentando bien, que no ha sentido ningún vacío tras decir adiós, pero incide en la importancia que tiene una buena orientación. «Un deportista tiene que saber qué hacer porque su vida va a cambiar completamente cuando se retire. Sé que el CSD y el COE están trabajando en esto, pero es un asunto complejo, y todavía es necesario un poquito más de ayuda. Yo no he sentido mucho el cambio porque sigo unido al deporte. Los medios españoles siempre me han tratado muy bien y continuamos en el círculo. No me gustaría perderlo todo. Se irá perdiendo, pero mantenerme dentro es bueno para mi deporte». Sin remordimientos Ha pasado poco tiempo desde que decidió apartarse del deporte profesional. Mantiene su capacidad para mirar solo el presente y día a día hacia el futuro. «Los trofeos los tengo en mi casa y los veo diariamente, pero las coreografías las vi en la competición y ahora mismo me centro en lo que hago, no en lo que he hecho. Aunque sí que hay días en los que recapitulamos un poco. ¿Mi mayor orgullo? Cómo he sabido llegar tan lejos». Sin más noticias de aquella idea de un Centro de Alto Rendimiento de deportes de hielo, sigue con su intención de ser entrenador: «Quiero hacer un club en el que pueda llevar yo la administración para encontrar todos los recursos posibles para los deportistas». Por el momento se curte en cursillos con niños y personas con discapacidad. Tan centrado en su hoy que es tajante cuando se le pregunta por si ha tenido alguna duda en regresar, como lo hicieron Michael Phelps o Michael Jordan: «No. Fue una decisión muy pensada. Me gusta ver algunas competiciones. Pero no, no lo echo de menos. Quizá algunas partes de la preparación, aunque las sigo teniendo con los espectáculos, pero la competición en sí no. Son momentos que no son nada fáciles, de mucha tensión, de muchos nervios y a mí nunca me gustó estar con esa tensión y esos nervios». Reconoce que esa relación con los compañeros y rivales sí la ha perdido un poco, aunque sigan en contacto. «El verlos casi cada semana en los torneos; el ambiente de trabajo en los entrenamientos... ¿Los viajes? ¡Qué va! Si sigo viajando igual o más que antes». Viajes para convencer a los artistas y a los músicos o para protagonizar las noches de Revolution on Ice donde se pone en la piel de un niño que sueña con ser un gran deportista.

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