lunes, 4 de noviembre de 2019

El complicado encaje de Griezmann en el Barcelona

Dista mucho el fútbol de ser una ciencia exacta. Ni siquiera se acoge a los principios de la lógica. Las grandes inversiones o el innato talento no guarda obligatoriamente una relación directa con los resultados, por mucho que ayude a ello. Es una de las explicaciones que podría justificar el paupérrimo rendimiento de Antoine Griezmann, por el que el Barcelona desembolsó 120 millones de euros, convirtiéndole en el segundo fichaje más caro de la historia del Barcelona, solo superado por Philippe Coutinho, otro que, por cierto, fracasó con la zamarra azulgrana. Cuatro goles y tres asistencias se antojan insuficientes para el fichaje estrella de la temporada, que tampoco mejora los números del denostado Coutinho. Pero el rendimiento no es solamente el único problema que atenaza a Griezmann. Los pesos pesados del vestuario le pasan factura por su desplante el año pasado cuando apostaron fuertemente por él. Reconfortado por el clan francés del club azulgrana (Lenglet, Umtiti, Dembélé y Todibo), no acaba de conectar con Luis Suárez ni con Messi. Lejos de aceptar el acercamiento que el galo siente por la patria del uruguayo, con el que trata de compartir mate, Suárez no duda en recriminarle abiertamente algunas decisiones sobre el terreno de juego. Sucedió, por ejemplo, ante el Levante tras un disparo defectuoso de Griezmann en lugar de pasarle la pelota. Una falta de sintonía que se traslada también a Leo Messi, con quien la relación nunca ha sido fluida. La relación con Messi El argentino ya torcía el gesto este verano cada vez que le preguntaban por la llegada de Griezmann y ahora prácticamente no le dirige la palabra. «Messi no es una persona que hablé mucho y yo tampoco y así es difícil que nos hablemos, pero los dos estamos en la buena dirección», reconocía el galo antes del partido ante el Inter, a principios de octubre. En el vestuario ven a Griezmann como el culpable indirecto de que el Barcelona no fichara a Neymar, con el que tanto Messi como Suárez sí compartían largas conversaciones, continuos mensajes telefónicos y el habitual mate. Cuesta ver a los tres delanteros con la misma sintonía y complicidad en los entrenamientos o desplazamientos que cuando el paulista vestía de azulgrana. Los problemas en el vestuario se trasladan también al terreno de juego, donde a Ernesto Valverde parece costarle encontrar acomodo a sus características. La libertad de la que gozaba en el Atlético permanece encorsetada por el liderazgo de Messi, que le relega a jugar en banda izquierda, posición en la que no se encuentra cómodo. Descarado e irónico, deja entrever que es la causa de su bajo rendimiento: «¿Si me iría mejor jugando por la derecha? Es una buena pregunta aunque tengo que dar una respuesta aburrida. Hay un míster, una táctica y hay que intentar meterse en ella». Trabajo defensivo Valverde, no obstante, valora su trabajo. En el Ciutat de Valencia se elogió mucho su rendimiento defensivo, asimilado de su etapa con el Cholo Simeone. «No tiene que dejar el aspecto defensivo. Tiene que sumar en la parte ofensiva también. Se está metiendo bien en el juego del equipo. Esa parte defensiva a nosotros nos viene bien, y tiene despliegue. Ha hecho goles y esperamos que haga más», le defendía ayer Valverde. Hoy tendrá una nueva oportunidad ante el Slavia de Praga, en un partido en el que el Barcelona quiere encarrilar de forma definitiva su pase a los octavos pero en el que no será menos importante la rehabilitación de su imagen tras la sonrojante derrota el sábado ante el Levante. Griezmann deberá asumir los galones tras la lesión de Luis Suárez. La Champions es el escaparate con el que el francés anhela convertir en papel mojado la advertencia de su esposa, que jugó un papel determinante en que prolongase un año más su estancia en el Atlético. «En el Barça serás uno más, pero en el Atleti si ganas serás leyenda», le aseguraba Erika Choperena en junio de 2018.

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