Al rodríguez, que en diez días irá a arreglar esos heraldos de divorcio que le llegan de su B., se le ha aparecido como del rayo el legionario, que, según sé de él, en este verano iremos poniendo en mayúsculas su nombre. El legionario, que ya dijimos que estuvo en la batalla de Edchera , ha ido arrastrando su pena negra (sic) penal por penal, leyendo y cultivándose, de El Dueso al Puerto de Santamaría, o al revés. Conoce al Lute , que fue serpiente de verano, víctima propiciatoria y leguleyo estudiado en el 'maco'. Al rodríguez, el legionario, con coleta y bicicleta eléctrica marca Trek, le contaba sus problemas con las cámaras y los tubulares. Se encontraron en el bar Matías del barrio, donde no hay cámaras, y Matías, gallego, no enciende ni el plasma cuando hay toros o Tour. La cuestión es que el legionario y el rodríguez, del que de momento sabemos que nació en la Gota de Leche del Mesón de Paredes, se hizo como golfante en la plaza de Progreso y que es medio 'anarca', a sus años... «El legionario le da paz y le ha recomendado escuchar la BSO de 'La misión' para conciliar los buenos sueños» Al rodríguez, el legionario le da esa tranquilidad que le ha quitado la hija, que en la videollamada le cuenta con acentazo de la costa lo de las jeringuillas. Porque el legionario, una mezcla 'agazpachada' entre Sean Connery y Peret y una prestancia de vasco achaparrado, se ha encariñado con el rodríguez con ese amor de hombre legionario de dos solitarios que están condenados a encontrarse. El legionario cree que las cámaras del Metro, las de la RENFE, y las de la DGT lo persiguen por un «secreto» que nadie puede conocer. El legionario tiene las piernas fuertes, pero heridas, porque en su entender hubo un contubernio que frenó las escaleras del Metro en cuanto lo vieron con su bicicleta, sus gafas de 'bakaladero' y hocicó. El rodríguez no le da veracidad, o no le da mucha veracidad, pero la vena del cuello se le enciende y el rodríguez es de que le cuenten fantasías, como Landero . Allí estaban ayer los dos, acostumbrando el cuerpo a los 27° en interior y mirando en el móvil, con delectación, un cuadro de El Bosco. Quizá vayan al Prado, con la fresca inherente a los tintes.
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