martes, 23 de agosto de 2022

Una liga pendiente de los misiles

Ucrania , devastada y exhausta después de seis meses de invasión rusa, se agarra al fútbol como fuerza catalizadora hacia un futuro sin guerra. Shakhtar y Metalist fueron los equipos encargados de inaugurar ayer la nueva temporada de la Premier League ucraniana, una competición de futuro incierto, sometida por completo al capricho de las bombas y los misiles, pero que de momento ha servido para levantar la moral nacional y, de paso, recordar al mundo que el drama continúa vigente. Fútbol contra la guerra y por la paz. Para la vuelta se elige una fecha significativa. Es el Día de la Bandera Nacional ucraniana, jornada previa del aniversario de la independencia del régimen soviético. Son las doce menos cinco y por los videomarcadores del Estadio Olímpico de Kiev, vacío de espectadores, aparece la imagen de Volodimir Zelenski , presidente ucraniano, que celebra en su mensaje el regreso del campeonato. Luego, los jugadores de ambos equipos saltan al campo envueltos en la bandera y comparten una pancarta: «Tenemos el mismo coraje». Un minuto de silencio por los caídos antecede el saque de honor realizado por un soldado del Ejército. Suena el silbato del árbitro y rueda el balón. El Shakhtar-Metalist enfrenta a dos equipos provenientes de dos de las ciudades más castigadas por el conflicto bélico: Donetsk y Kharkiv, ambas situadas al este del país, el principal frente de resistencia. Son zonas vetadas en el extenso protocolo de seguridad que ha elaborado la Asociación Ucraniana de Fútbol (AUF) para que se diera el visto bueno al comienzo de la competición. Los dieciséis equipos de Primera, la mayoría desplazados de sus lugares de origen, jugarán sus partidos en Kiev, su región circundante y dos provincias occidentales cercanas a las fronteras con Polonia y Eslovaquia. Es solo el primer requisito para minimizar los riesgos. «El principal problema de los preparativos de la liga es la seguridad de sus participantes», asegura Andrei Pavelko , presidente de la Asociación Ucraniana de Fútbol, en una declaración que refrenda la necesidad de este regreso. «Celebrar torneos de fútbol durante la guerra no tiene que ver solo con el deporte. Se trata de demostrar el coraje de nuestra gente, su espíritu indomable y su deseo de victoria», se apresura a apostillar para dejar claro que la vuelta del fútbol era urgente. «Mucha gente en el frente nos lo pidió». Después de ver destruidos muchos de los estadios del país, Pavelko teme perder también a toda una generación de jugadores. El protocolo, consensuado entre el Ejército, las fuerzas de seguridad y las autoridades locales, obliga a que los estadios estén vacíos de público y a detener los partidos si suenan las sirenas antiaéreas, una rutina casi diaria en la mayoría de las ciudades ucranianas. Todos los estadios aprobados cuentan con refugios antiaéreos a menos de 500 metros, en los que deberán permanecer los jugadores, cuerpos técnicos y árbitros hasta que cesen las alarmas. Si el sonido de la sirena dura más de una hora, será el árbitro quien decida si el partido se suspende de forma definitiva. MÁS INFORMACIÓN noticia No Los seis meses de la guerra en Ucrania, en cifras noticia No Guille Abascal, el único español alistado en el fútbol ruso noticia No Gales arrebata el sueño mundial a Ucrania Acaba el encuentro en Kiev con empate a cero. Se notan los meses de inactividad en las piernas de los jugadores y tampoco el ambiente general invita a un arranque demasiado combativo. Al menos no ha habido que detener el choque ni visitar los refugios. En las últimas horas, la Embajada de Estados Unidos había advertido de un recrudecimiento de las hostilidades rusas debido a la fiesta nacional ucraniana que llevó al Gobierno a prohibir cualquier tipo de celebración pública. La jornada transcurre también sin incidentes en los otros tres partidos programados para el estreno. Un deporte anulado El Shakhtar era el líder de la liga ucraniana cuando el pasado 24 de febrero el inicio de la invasión obligó a suspender el campeonato. Poco después, ante la imposibilidad de retomarlo, le otorgaron el título de forma definitiva. Pero no hubo copa para el campeón, y mucho menos, celebración. De aquel equipo plagado de brasileños apenas queda nada. Mañana entrará en el sorteo de la fase de grupos de la Champions con una plantilla prácticamente nueva plagada de jóvenes ucranianos sin experiencia internacional. La edad media de sus jugadores se ha reducido a 24,5 años. «Durante mucho tiempo hubo un Shakhtar de primer nivel, pero ahora tenemos que olvidarnos de eso», admite Igor Jovicevic, el entrenador croata del equipo de Donetsk. Los partidos de Champions los jugarán en Polonia, y hasta allí llevarán también el autobús estrenado para esta temporada, en donde muestran los horrores de la guerra a través de varias imágenes de ciudades aniquiladas. Un campeonato con 47 futbolistas extranjeros Pese a la invasión rusa, casi medio centenar de futbolistas extranjeros (47 en total, ninguno de ellos español) permanecen en Ucrania formando parte de las plantillas de los 16 clubes que participan en la liga estrenada ayer. La mayor representación foránea es la de brasileños (once), país que aporta siete jugadores más que Croacia (cuatro). También hay argentinos, albanos, nigerianos, neerlandeses (tres), macedonios, azarbayanos y moldavos (dos). Otros quince países aportan un jugador al campeonato ucraniano. La situación del Shakhtar es compartida por el resto de equipos de la competición, obligados en casi todos los casos a reinventarse o, directamente, a renacer de los escombros. Dos de los clubes de Primera, el Desna Chernígov y el FC Mariúpol , no lo consiguieron. La guerra los desmanteló por completo. Pese a ello, en la Segunda División sí será de la partida un pequeño equipo de la arrasada ciudad portuaria del Dombás, controlada por las tropas rusas desde el pasado mes de mayo. El FSC Mariúpol jugará sus partidos en un pequeño estadio de Demidov, un pueblo al norte de Kiev. «Ahora lo más importante es participar», explica a la agencia AFP Oleksandre Yaroshenko, el presidente del club. «Salir al campo, y decir que somos Mariúpol y que estamos vivos».

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