martes, 23 de agosto de 2022

Elogio de agosto

Estoy con Ramón Gómez de la Serna en que el mejor mes de Madrid es agosto , incluso ahora, cuando el calor es homicida, y aprieta una sequía de ambiente que incluso nos pone a soñar un momento con algún vergel rural, río incluido. Pero agosto en Madrid es un lujo de desierto con semáforos, y también un espejismo del propio Madrid, que es durante el año una verbena de prisas y un trajín de mala leche. Pero espejismo donde puedes tomarte unas cañas. La ciudad, por lo general, no nos deja ver la ciudad, alcalde. Y eso no ocurre en agosto, cuando la mitad del gentío huyó a la playa, y cumplir un itinerario en la ciudad resulta una sorpresa de poco tiempo, porque el atasco ha quedado como una reliquia de los albores del estío, como una víspera de arranque de septiembre. Madrid, en agosto, no se presenta intolerable, sino incluso hospitalaria , porque las terrazas no tienen turno, hay restaurantes sin cita previa, el tráfico está, aún, por inaugurarse, las deshoras son vacacionales, y las rebajas reúnen mucho ramo de valquirias de barrio, o de Europa, que hacen errancia por las órbitas de Gran Vía, poniendo una dorada cenefa de belleza convaleciente entre las tribus crudas, revueltas y raciales de la zona. El centro de Madrid se pone dorado de   turistas , a cualquier hora, y el calor aún aquieta más la lentitud de agosto, que huele a propósito y a nostalgia, porque el verano es juventud, y la juventud huele a lo que uno quiera. El verano es la juventud del tiempo, y la resurrección de la belleza, y eso viene a declararse en agosto, cuando un ralentí de nubes ensancha el crepúsculo y hay una noche sólida que nos recibe como un trópico fuera del mapa. Agosto, con su joven lentitud, arregla al fin una ciudad que no tiene arreglo, porque alivia la madeja de los coches, hace practicables los restaurantes, tiene rato para una última copa, y el turista no es un tostón sino una alegre figuración de postal. Una gente amical que saluda como si la ciudad fuese siempre tan soportable y dispuesta. Qué melancolía, alcalde, que se apague agosto .

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