sábado, 20 de agosto de 2022

Medio millón de cebos para mantener a raya a las ratas y cucarachas de Madrid

Debajo de Madrid existe otra ciudad, una intrincada y oscura, con 4.500 kilómetros de galerías. Un submundo con otros habitantes cuyas incursiones a la superficie están bajo control por técnicos envueltos en trajes amarillos y máscaras antigás. Pasan desapercibidos, pero cada año registran medio millón de alcantarillas para detectar madrigueras de ratas y colocar cebos de cucarachas . Es uno de los planes de prevención del Departamento de Control de Vectores, el servicio municipal con 125 años de vida que mantiene a raya las plagas que aún retan a una capital del siglo XXI. El operario fluorescente se asoma al pozo y tira de un hilo. En el extremo aparece un bloque azulado de rodenticida. «Está un poco roído, entonces se cambia», diagnostica el adjunto al jefe del departamento, el veterinario Víctor Peralta. Los cebos cuelgan de todos los pozos de alcantarillas de Madrid, salvo aquellos de difícil acceso, soldados o en mitad de calzadas que son innecesario tratar. El veneno es un anticoagulante de última generación que mata horas después de la ingesta . «Las ratas son muy inteligentes y si ven que otras se mueren al momento, lo asocian y no volverían a morder», explica una de los 26 técnicos que supervisan tres veces al año el alcantarillado de la capital. 5.000 avisos al año Además del cebo rodenticida, el operario introduce un segundo, más pequeño, en el anillo superior del pozo, un insecticida destinado a la cucaracha roja y americana. Los 500.000 registros anuales de estos cebos permiten diseñar un mapa aproximado de su consumo. «Si hay mucho consumo, ponemos dos bloques», señala Peralta. Sin embargo, el departamento desconoce la población madrileña de ratas de alcantarilla y de cucarachas. Tampoco existe información fiable sobre posibles concentraciones en determinados barrios. MÁS INFORMACIÓN noticia Si De las ratas a las garrapatas: 125 años del servicio de control de plagas en Madrid La única cifra que dispone el departamento es el número de incidencias comunicadas por los ciudadanos, alrededor de 5.000 el año pasado. De los 261 avisos por cucarachas en vía pública registrados en 2018, según el Portal de Datos Abiertos del ayuntamiento, el mayor número se concentró en el distrito de Barajas y en algunos barrios de Arganzuela y Centro. Las alertas se integran en un sistema georreferenciado , pero se trata de una estimación; la misma rata puede motivar varias llamadas al 010 . «Cada plaga tiene su factor predisponente, maleza, agua, acumulación de basura... Algunas en áreas urbanas y otras en zonas verdes, es muy variable, lo que hoy es un punto negro a lo mejor mañana no lo es», puntualiza Peralta. En los últimos años, no obstante, «el número de avisos se mantiene estable», asegura. Botes con distintos tipos de insectos, guardados en el Departamento de Control de Vectores TANIA SIEIRA Ratas, cucarachas y chinches son las únicas plagas a las que el ayuntamiento dedica planes de prevención. Cada año, el departamento barre de hemípteros los edificios municipales, entre ellos, los albergues para personas sin hogar. En estas desinfecciones participan perros adiestrados para rastrear las chinches de cama , canes que han sido rescatados de la calle y seleccionados en la perrera municipal que, como el Departamento de Control de Vectores, depende de Madrid Salud. A partir de ahí, el resto de intervenciones son a demanda, bien por avisos ciudadanos, por derivaciones de los servicios sociales o por situaciones que suponen un riesgo para la salud pública. MÁS INFORMACIÓN noticia No Thor, el 'chucho' abandonado y reclutado para rastrear chinches El servicio de control de plagas actúa en menos de 24 horas, al menos, para elaborar un diagnóstico inicial. En ocasiones, ciudadanos preocupados envían muestras de insectos al laboratorio, donde se acumulan frascos con todo tipo de especies. La respuesta del departamento no es desinfectar o exterminar, sino instalar primero una trampa de captura y monitorización. Un atrayente cargado de ácido láctico, que asemeja el olor de la piel de los seres humanos, seduce a los artrópodos hacia un ventilador que los succiona y atrapa en una bolsa. «Así vemos el tipo de insectos de una zona determinada, cuántos hay, y los analizamos en el laboratorio para valorar la eficacia del tratamiento», indica Peralta. Un control integrado Ratas, avispas, abejas, polillas, moscas negras... Hay un puñado de especies que el ayuntamiento supervisa, pero ninguna se considera plaga como tal. «No hay ningún animal que esté predefinido como plaga, todo depende de que esté por encima de un umbral . El objetivo es que no sean vectores, que no transmitan enfermedades», explica Peralta. Las especies y su control han cambiado mucho desde 1884, cuando nació la que fuera una de las primeras unidades de desinfección urbana de Europa, después de que estallaran varias epidemias de cólera en España. Una veterinaria analiza una de las polillas capturadas en una trampa de monitorización TANIA SIEIRA «Antes, las plagas estaban asociadas a un bajo nivel higiénico y social, pero hay muchos factores que influyen, como el cambio climático y la globalización », afirma Peralta. Las técnicas de control también son distintas, entre otras razones, porque los insecticidas más potentes y más perjudiciales para la salud se prohibieron en la década de los 90. «Antes se realizaba un control químico, ahora es un control integrado, físico y biológico, para evitar riesgos de salud ambiental», añade el veterinario. «Trabajamos con la idea de que hay que convivir con la fauna urbana y, si están por encima de un umbral, se controla» Víctor Peralta Adjunto al jefe del departamento Hoy, una capital salubre como Madrid puede enfrentarse a animales exóticos , insectos que viajan en una maleta o especies que escapan a la superficie cuando suben las temperaturas. Peralta atendió una vez un aviso de cucarachas enormes de Madagascar. «Sería de alguna persona que tuviese un reptil y las habría soltado», recuerda. Hoy, las brigadas de exterminadores, manguera en mano —los antiguos 'mangueros de la Villa'—, son cosa del pasado. «Trabajamos con la idea de que hay que convivir con la fauna urbana y, si están por encima de un umbral, se controla», zanja Peralta.

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