sábado, 20 de agosto de 2022

Thor, el 'chucho' abandonado y reclutado para rastrear chinches

«¡Busca!». El perro atlético y atigrado se lanza para atrapar la pelota entre sus dientes. «¡Muy bien, mi gordo!», elogia su entrenador, Richard Huguenin Molina, suizo, de 48 años y adiestrador de perros abandonados . Los ladridos reciben a los visitantes en el Centro de Protección Animal del Ayuntamiento de Madrid, una perrera donde los canes agitan el rabo y saltan deseosos de ser elegidos para salir a pasear. Algunos de ellos, los que demuestren las aptitudes necesarias, serán seleccionados para una nueva vida como cazadores de chinches . En el centro municipal trabajan dos adiestradores que entrenan a diario a una docena de perros. Ambos están en la cúspide de la pirámide. «No me gusta llamarlo jefe, sino una referencia, una estabilidad, son animales jerárquicos y esa jerarquía es lo que les da estabilidad. Si no la encuentran, empiezan a tomar decisiones por sí solos y, por la sociedad en la que vivimos, suelen ser malas decisiones», cuenta Huguenin, mientras sostiene la correa de Thor, un mestizo (con sangre de pastor belga) de tres años que encontraron en la calle. Tras medio año de adiestramiento, Thor ha sido reclutado para el departamento de control de plagas del consistorio (técnicamente, el Departamento de Control de Vectores, dependiente de Madrid Salud). El perro es puro nervio, juguetón. Cuando está quieto, lloriquea. «Necesitamos que tengan motor y ganas, trabajan con una intensidad muy alta; un perro sociabilizado, sin miedo y con un alto instinto de juego», dice Huguenin. Aunque Thor superó la primera fase de selección a la que someten al medio centenar de perros refugiados, no es el prototipo ideal para buscar chinches. MÁS INFORMACIÓN noticia No Medio millón de cebos para mantener a raya a las ratas y cucarachas de Madrid Jaén es otro mestizo rescatado de la calle, de cuatro años y con algo de terrier. Si no fuese por su «falta de motivación», en palabras de Huguenin, sería el rastreador perfecto. Pequeño y compacto, para llegar a los recovecos de vehículos y viviendas, y de pelaje corto y blanco, donde los insectos son fácilmente visibles. A los tres meses de prueba, no obstante, sus adiestradores lo descartaron. «Tiene un pequeño grado de timidez y desconfianza, porque tiene una sensibilidad muy alta. Pasa alguien, pasa algo, y se desconcentra», asegura Huguenin. Thor es más grande y del color de las chinches, pero solo le importa la pelota . Thor persigue la pelota junto a Richard Huguenin, su adiestrador TANIA SIEIRA El adiestramiento canino es largo y suele durar unos seis meses. Ya sean chinches, drogas o explosivos, el método es el mismo: la asociación del olor con el premio (la pelota amarilla que busca incansable Thor). Huguenin guarda chinches muertas en distintos botes con gasas, madera, tela de colchón, plásticos... Diferentes texturas y contenedores impregnados del olor del hemíptero para que el perro sepa cuál es su objetivo. Las pelotas también se rellenan con telas manchadas y los adiestradores prueban en varios escenarios, al aire libre, en interiores y vehículos, los lugares habituales donde los animales entrarán en acción. Thor realiza el marcaje pasivo de la maceta que oculta un bote con olor a chinches TANIA SIEIRA El resultado final es un perro experto en detectar chinches de cama. «Él solo busca su pelota, ya ha interiorizado que cuando encuentre su olor tiene premio», explica Richard. Thor realiza una exhibición de lo que se denomina marcaje pasivo, una técnica que evita que el animal dañe el mobiliario o toque el insecto. «¡Busca!». A la orden del adiestrador, recorre con brío una fila de macetas boca abajo; todas están vacías, salvo una, donde han ocultado uno de esos botes que desprenden un olor dulzón y rancio . Thor olisquea la tercera maceta y se sienta. «¡Muy bien!», celebra Richard, y le lanza su pelota, que el perro atrapa al vuelo, contento. El departamento acostumbra a contar entre sus filas con un par de perros adiestrados como Thor y, una vez envejecen, les busca una casa de acogida. Una merecida jubilación, una tercera vida.

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