Hace casi cien años, la noche del 23 al 24 de septiembre de 1928, la fiesta acabó en tragedia, y el cielo de Madrid se tiñó de rojo y púrpura. Centenares de personas que abarrotaban uno de los teatros más populares de Madrid, el Novedades , se vieron atrapados entre las llamas y murieron por decenas, la mayoría de ellos por aplastamiento, en los tapones que se formaron al intentar una desesperada huida. El teatro, situado en la calle de Toledo, casi enfrente del Mercado de la Cebada, estaba lleno: era domingo, y muchos se habían animado a acudir a la representación de 'La mejor del puerto'. Eran casi las nueve de la noche, y la obra estaba muy cerca de su final, cuando durante uno de los efectos -la iluminación de un barco por el servicio eléctrico del teatro- provocó un posible cortocircuito, y la chispa rápidamente prendió en parte del decorado. En el portal del teatro se colocaron los primeros cadáveres encontrados en su interior Virgilio Muro Las llamas se extendieron con inusitada rapidez entre el resto de la utilería, y saltaron al telón, lanzando una llamarada que horrorizó al público, que se vio sorprendido en medio de un auténtico infierno. Para complicar más las cosas, al ambiente asfixiante se unió la oscuridad. La desesperación por salir de allí hizo el resto: hombres, mujeres y niños trataban de escapar saltando sobre las butacas y apelotonándose ante las puertas, mientras el humo les cegaba y les ahogaba. La suerte fue esquiva con los que se dirigieron hacia la puerta principal, mientras que tuvieron mayor fortuna los que decidieron ir -o fueron guiados por el destino- hacia la puerta trasera del escenario, en la calle Santa Ana, y lograron así salvar la vida. «La escalera infernal» Suelo y techo ardían, mientras en el anfiteatro algunos espectadores intentaban huir lanzándose hacia el patio de butacas. Y otros, los más, intentaron ganar la salida por la estrecha escalera, que los días posteriores, la prensa bautizó como «la escalera infernal» por lo que allí se produjo. Que no fue sino una tremenda avalancha que, según señalan las crónicas, pudo iniciarse por la caída de un hombre que cojeaba, y cuya muleta quedó atravesada entre los peldaños, obstaculizando el paso del resto y dando lugar al letal tapón humano que se saldó con decenas de cadáveres. En total, fueron 80 las personas fallecidas, y 200 los heridos, en el siniestro. Las llamas atacaron con fuerza en una estructura casi totalmente de madera, y dieron lugar a enormes llamaradas visibles desde muchos puntos de la capital, que helaron la sangre de los madrileños que las presenciaban desde sus balcones. Como quiera que muchos tenían conocidos o familiares en el teatro, o por curiosidad o deseo de ayudar, lo cierto es que la zona del incendio atrajo a muchísimas personas. Tantas, que hasta dificultaron el trabajo de los bomberos. Que, por otra parte, tuvieron muy difícil acceder al local: la puerta principal estaba atascada por los cadáveres. Lo hicieron finalmente por detrás, por la calle Santa Ana. Solidaridad En unas horas, se hicieron con el control. Y a la una de la madrugada, ya entraba el juez de guardia. El relato de lo que allí se encontró la comitiva lo relataba la prensa con un lujo de detalles que hoy resultaría impensable: «El primer trozo de la escalera estaba materialmente taponado por un informe montón de cadáveres achicharrados. Detrás de este montón había otro quizá mayor, y detrás de este podían distinguirse los cuerpos de numerosas víctimas. Algunos cadáveres asían los cabellos del que tenían cerca, otros con los puños crispados, otros asidos a las barandillas laterales, y en los rostros de todos se advertían las huellas del terror». Noticia Relacionada estandar Si La epidemia que asoló Madrid en 1909 e infectó hasta a su alcalde Sara Medialdea El tifus exantemático afectó a miles de personas y colapsó el sistema hospitalario Otras crónicas sitúan en la escena a Víctor Viloria, subcabo de Hospital-Inclusa y vecino de la calle Juanelo 12-14, que junto a otros 9 somatenes ayudaron en las tareas de emergencia, trasladando a los heridos a las casas de socorro, ayudando al desalojo de las casas anejas y ocupándose de la custodia de los enseres de los vecinos que quedaban en la calle. Como siempre, la cara solidaria del pueblo de Madrid se hizo patente en el gesto de los hermanos Enrique y Juan del Rey, dueños del cercano café Reyes, que pusieron su establecimiento a disposición de quien necesitara albergue y asistencia de entre esos que quedaban con los muebles en la calle. El vocal presidente de Madrid, Conde de los Moriles, dice la prensa que «durante la noche entera se consagró a la labor tristísima de recoger cadáveres, retirándolos de los escombros por sus propias manos».
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domingo, 14 de agosto de 2022
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