jueves, 9 de febrero de 2023

Nuestro héroe

La ACME sacó hace poco a la venta un detector de piperos. Con el pipero ocurre como con 'La invasión de los ultracuerpos', que hasta que no lo tienes encima no distingues si se trata de un madridista fetén o ya ha sido atontado por esos peligrosos microorganismos llegados de un lejano planeta. A simple vista el pipero sigue siendo el mismo, va al campo, ocupa su asiento y anima de vez en cuando pero es en crisis como la del escrache racista a Vinicius cuando percibes que se aleja, ligeramente al principio y bruscamente después, cuando la cosa se pone peliaguda. Para saber si el pipero lo es no hay mejor herramienta como decía que ese detector de ACME, que es muy fácil de usar: si, al pasárselo por el cuerpo al madridista, salta la alarma del señorío, ya está, nos encontramos ante un pipero. Si Bernabéu y Di Stéfano, que son los padres de la Constitución del madridismo tal y como lo entendemos hoy, resucitaran y vieran lo que sus hijos consienten que se haga impunemente con uno de los suyos, si comprobaran con sus propios ojos cómo el rajoyismo institucional, ese pernicioso pensamiento cuya tesis fundamental consiste en creer que los problemas se resuelven por sí solos, se ha apropiado del club, volverían a morirse. Y si mi adorado Juanito, que se apuntaba el primero a cualquier refriega que tuviera como objeto defender a un compañero, se pegara también por aquí un garbeo, se volvía para el cielo. Entre tanto acoso, eso sí, resulta entrañable ver cómo un niño galopa por la banda entre patadas e insultos como el llanero solitario lo hacía a lomos de Plata: «Hi-yo, Silver, away!». Muy emocionante, la verdad, casi tanto como una Copa de Europa. A mi amigo Pepe Herrero, mourinhista como yo, le escuché decir el otro día en EsRadio que era la primera vez en toda su vida que pensaba que el club no estaba a la altura de un jugador. Y el antimadridismo, consciente de que ha abierto un butrón, abusa de esa debilidad y sigue perforando. Como Supermán, el mejor y más poderoso club deportivo de la historia también tiene su propia kryptonita que no es otra que la idea de una caballerosidad mal entendida y peor interpretada que lo impregna todo pegajosamente, un moco verde espeso que se adhiere a las paredes del Templo. Mientras tanto y hasta que se aburra, ¡galopa, Vini, galopa! Baila y haznos vibrar. Sé nuestro héroe hasta que te echemos de menos.

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