domingo, 26 de febrero de 2023

El carnaval separatista se acaba

Una señora de pelo color ceniza acaba de romper con un payaso. Dolors Feliu, exmilitante de la antigua Convergencia, lleva ahora la camiseta negra de presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC). El payaso (profesional) es Jordi Pesarrodona, su número dos: él y trece más abandonan a la jefa por la «centralización, autoritarismo y abuso de poder» de la mayoría que impone una «lista cívica» para las autonómicas. El Consejo por la República del Fugado de Waterloo y la secta de Junts de Laura Borràs, procesada por prevaricación y falsedad, conforman con la ANC el búnker de la confrontación con el Estado. La descomposición de la Trinidad filogolpista devolverá al independentismo donde solía: indigesta sopa de siglas que nunca superó el 10 por ciento del voto. José María Aznar anunció que antes de que se rompiera España se rompería Cataluña. No solo acertó, se quedó corto. El 'procés' fracturó la sociedad entre secesionistas y constitucionalistas, pero la disgregación latía entre las 'esteladas'. Con su fantasmagórico Consejo por la República, Puigdemont quiso monitorizar la Generalitat y el Parlament, pero Esquerra no cedió. Luego Junts se fue del gobierno con Esquerra. Ahora quiebra la ANC y el procesamiento de Borràs, todavía presidenta de Junts, ahondará la división , ya latente, entre recalcitrantes y partidarios de reavivar el gen convergente. La desintegración catalana es cuento largo. En 1962 Josep Pla firma un artículo en un monográfico sobre Cataluña de la revista Información Comercial Española que indigna a Jordi Pujol. Alude el ampurdanés a la desunión secular del catalanismo y utiliza de referencia histórica el combate de 'nyerros' y 'cadells', dos facciones de la nobleza feudal, entre los siglos XIII y XVII. Los 'nyerros' eran los Banyuls, señores de Nyer en la Cerdanya. Los 'cadells', la casa Cadell, señores de Arsèguel. Una fuente tan poco españolista como la Gran Enciclopedia Catalana ratifica que aquella fue una lucha por el poder disfrazada de idealismo que paralizó la política catalana: «La red de fidelidades de ambas facciones cubría el Principado y se reproducía en las instituciones catalanas, entre los funcionarios de la Audiencia, en las tensiones locales, en las hostilidades municipales (Manresa; Esparraguera en 1640) y en el bandolerismo rural popular (Rocaguinarda era 'nyerro'; filiación atribuida también al capitoste rebelde, que en 1640 se presentó como comandante superior de un ejército payés catalán)». El determinismo de Pla sobre la crónica desunión catalana, ya desde la Baja Edad Media, contrariaba a un Pujol que soñaba con unificar la sociedad con un Movimiento Nacional a la catalana. Para rebatir la incómoda interpretación que juzga «mutilada y triste», Pujol recurre al mito: 1714, ejemplo de «unidad básica, energía, claridad de objetivos, heroísmo». La crónica nacionalista confirma la tesis de Pla. La Solidaritat de 1906 duró solo tres años. La Lliga quebró en 1922 y una de sus partes fundó la fallida Acció Catalana. En los años republicanos Esquerra se mantuvo unida por el pegamento del poder, aunque desgajada en tres corrientes: la de Companys, el filofascismo de los Badia y el grupo de L'Opinió con Tarradellas. En 1977 el PSC estaba dividido entre las facciones de Joan Raventós (coaligado al PSOE) y Josep Pallach (socio de Pujol). El independentismo era una jaula de grillos con música de Els Segadors, gaitas irlandesas y bombas de Terra Lliure: Estat Català, FNC, MDT, Nacionalistes d'Esquerra, PSAN… No fue hasta 1984, con una Esquerra en decadencia, cuando un Pujol disfrazado de «hombre de Estado» controló todos los resortes de la administración y sus tentáculos clientelares para imponer una única concepción del ser catalán. Como el poder absoluto corrompe absolutamente (lord Acton dixit) sus sucesores disfrazaron la decadencia moral y económica con la utopía disponible del independentismo. El Estado se defendió: de la revolución de las sonrisas a las muecas de la República que no existe y la violencia urbana. Febrero de 2023. La Ominosa Década del 'procès' pasa de los dos millones a los doscientos jubilados que boicotean la Cumbre Hispano Francesa o jalean a Borràs en el Palacio de Justicia. En la ANC, el payaso vicepresidente rompe con la abuela de cabellos canosos. El Carnaval independentista toca a su fin. Miércoles de Ceniza. Entierro de la Sardina. Fuera disfraces. Fundido en Negro.

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