Por fin la celebración de la Virgen de La Paloma volvió a su ser: sin restricciones para entrar a la iglesia, sin mascarillas y con procesión. Los madrileños vivieron encantados el día de su patrona más popular sin las limitaciones que habían sufrido los dos últimos años a causa de la pandemia. Los mantones colgando de lado a lado de la calle, y el olor a gallinejas y entresijos se mezclaba con el soniquete de los organillos y la presencia de los barquilleros: todos los tópicos juntos, y hasta alguna parejas –maduras, eso sí– se arrancaron con un chotis . Por no faltar, no faltó ni el calor, que a pesar del descanso que ha dado la ola de calor, se dejaba sentir en la acera del sol. Los turistas paseaban con cara de alucinados contemplando el espectáculo de las calles convertidas en pueblo en fiestas, las barras en las calles estaban abarrotadas, y un vendedor ofrecía unos claveles reventones de tela para customizar a quien lo quisiera «por un euro». Una mano Tampoco faltaron los políticos. Coordinados como nunca, por cierto: la presidenta Isabel Díaz Ayuso y el alcalde José Luis Martínez-Almeida llegaron juntos, recordando ella las personas que viven «en soledad no deseada», y él pidiéndole a la Virgen «que nos siga echando una mano» para «superar definitivamente la pandemia». Un vendedor de lotería anunciaba su producto y aseguraba al alcalde que llevaba el número que saldría premiado. «¿Me lo garantiza?», le respondió un incrédulo Martínez-Almeida. Ambos políticos despertaban a su paso la curiosidad general, y había quien se acercaba a saludarlos y quien salía en dirección contraria cuando comprobaba quiénes eran. En su recorrido, rodeados de madrileños, ni apreciaron que se cruzaban con el portavoz de Vox, Javier Ortega Smith, que atendía también a quienes pedían hacerse un selfie con él. Y poco más adelante, paraban junto a un puesto de bocadillos de calamares donde un hombre abría barras de pan sin descanso, anticipando el apretón de público de la tarde-noche. Aniversario Para Díaz Ayuso, la fiesta de La Paloma es especialmente querida, porque fue, como recordaba, «mi primer acto como presidenta, en el año 2019». Ayer, junto al alcalde, pudo volver a hacer la ofrenda floral , recuperada como la procesión, que tuvo lugar por la tarde con muchos fieles llenando las calles y asomados a los balcones durante el recorrido del cuadro de la Virgen. También la portavoz de Más Madrid, Rita Maestre, acudió a los actos y a la misa de la Paloma, cumpliendo con la tradición y con una sonrisa que reflejaba su estado de ánimo tras conocerse su embarazo. Noticia Relacionada estandar Si Devoción en la bajada de La Paloma: «Impone, pero es un honor» Carlota Barcala Jorge Aunión, bombero en el parque de Manuel Becerra, es el encargado de descender hoy el cuadro de la Virgen La portavoz del PSOE, Mar Espinar, tuvo además un recuerdo para los bomberos fallecidos –tres este año, de forma inesperada–, y manifestó su «cariño a su familia, amigos y compañeros del cuerpo». La vicealcaldesa, Begoña Villacís, apeló al espíritu de Madrid, «una ciudad para ser feliz», y en esa misma línea, pidió «un poco más de felicidad después de unos años tan duros». En la misa de La Paloma, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro , apeló a ser «humildes» y a contribuir con «valores reales a la humanidad», en un momento en el que «hay guerras y migraciones» y en el que «la historia de los hombres requiere que repensemos la vida desde Dios». Denunció que «buscamos el poder no para servir sino para servirnos de él, no miramos de frente muchas situaciones. Pero también hay grandes esfuerzos para dar salidas y resolver los problemas humanos», destacó. Tras sus palabras, el descenso del cuadro, en esta ocasión de la mano del bombero Jorge Aunión, el momento más esperado y que, pese a ser igual que siempre, consigue estremecer todas las veces. Palomas de bronce La fiesta de La Paloma es también la de los bomberos madrileños, de los que es la madrina. Por eso, la jornada comenzó con la entraga de sus principales galardones, las 'Palomas de bronce', el acto anual de reconocimiento a los bomberos de Madrid y a otras instituciones. En esta ocasión, su entrega estuvo especialmente teñida de emoción por la despedida este año de tres miembros del Cuerpo que fallecieron de forma inesperada, por enfermedad uno, en un accidente de parapente el segundo y en un terrible atropello mientras realizaba un rescate el tercero. Lágrimas de tristeza y de emoción, pero también el orgullo de pertenecer a este colectivo se dejaron sentir durante el evento, celebrado en el Patio de Cristales de la Casa de la Villa. La primera de las palomas de bronce fue para Ángel Martín Recio, un bombero veteranísimo con 36 años «y 4 meses» en el Cuerpo, y que no podía evitar que se le quebrase la voz y se le humedeciesen los ojos al recordar que «hoy será el último día en que vista este uniforme azul». Una chulapa contempla la imagen de La Paloma durante el descenso del cuadro EP El reconocimiento a los medios de comunicación fue para la periodista de Telemadrid Inmaculada Galván, una clásica de la información local. Una tercera paloma de bronce la recibió Carmen Rosa Pallás, del servicio de Neonatología del Hospital 12 de Octubre, un lugar especializado en tratar a los más pequeños de los pacientes, y donde asegura que se aplica más que en ninguna otra parte «ese lema de los bomberos, 'nunca rendirse, nunca dejar de pelear y no dejar a nadie atrás'». Los que ya no están La más emotiva de las 'palomas' de este año fue sin duda la entregada a Esther Romero, viuda de Alberto Díaz García, el bombero fallecido hace apenas unas semanas tras ser atropellado cuando iba en bicicleta a rescatar a un gato, en una actividad voluntaria. En sus palabras de recuerdo, su viuda alabó «una profesión hermosa hecha para la hermosa persona que era Alberto». También recogieron sus galardones las madrinas de los bomberos, todas ellas ataviadas con los trajes típicos de chulapas o goyescas. Llamaba la atención por el contraste una de ellas, jovencísima, con 'piercing' en la nariz y un mechón rebelde de color rosa escapando del pañuelo que cubría su cabeza. El mejor ejemplo de que hay cantera en el casticismo.
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