Ésta es la historia de dos descerebrados a los que probablemente la Justicia no juzgará por ningún delito, pero será imposible que su historia, cuando al final se escriba, no quede manchada por la absoluta inconsciencia y la más que probable mala fe. Bartomeu no cometió delito alguno cuando renovó a Lenglet, Ter Stegen, De Jong y a Piqué. Pero cometió un acto de terrible irresponsabilidad, un atentado contra el Barça y su viabilidad, y le ató una piedra al cuello al que ya sabía que sería su sucesor, Joan Laporta. El 20 de octubre de 2020, al finalizar el partido de la fase de grupos de la Champions contra el Ferencvaros, el todavía presidente se reunió con los mencionados jugadores para pedirles que aceptaran aplazar su retribución. A cambio les ofreció doblarla. De este modo, Bartomeu consiguió los alrededor de 30 millones de euros que le faltaban para poder pagar las nóminas en diciembre (se pagan en diciembre y en junio) así como otros gastos inminentes, pero aumentaba la deuda del club en 300 millones de euros. Conociendo la situación de quiebra técnica de la entidad, y sabiendo que iba a dimitir a la semana siguiente (renunció el 27 de aquel mismo mes), la maniobra no sólo era una argucia para salvar sus cuentas sino que deliberadamente le dejaba al próximo presidente una situación endemoniada. Pero por grave que esto pueda considerarse desde el punto de vista moral o institucional, no hay ni puede haber delito en un contrato firmado por dos partes adultas y libres. ¿Por qué entonces Laporta ha anunciado la presentación de una querella por unos hechos que él es el primero que sabe que no merecen reproche penal alguno? Porque es un orgulloso, otro descerebrado, con no tanta mala fe como Bartomeu, pero igual de filibustero. Laporta tiene hasta el 30 de agosto para inscribir a sus nuevos fichajes, y recursos para conseguirlo, pero en su arrogancia y vanidad no quiere que le echen en cara su improvisación constante, sus argucias y sus trampas al solitario; ni que se le diga que no tenía nada previsto, ni ningún plan estratégico para su presidencia. El presidente del Barça ha tenido siempre problemas para aceptar la realidad, en la creencia de que a última hora ocurrirá un milagro que le salve. Muchas veces ha sido así, como en el caso de los avales, o de estos jugadores que hemos presentado con gran euforia y nadie sabe cómo vamos a pagarlos. Lo más probable es que hoy o mañana, el presidente de la Liga, Javier Tebas, no acepte las cuentas que el Barça le presente y por lo tanto el club no esté en disposición de contar con sus nuevas incorporaciones en el estreno liguero del sábado contra el Rayo. Hay tiempo aún y Laporta acaba de vender otro 25% de Barça Studios a un fondo de inversión todavía más dudoso que la empresa a la que le vendió los cromos digitales. Además, si los cromos digitales eran, a pesar de que todavía no existen, un concepto interesante, el 25% por ciento que se acaba de vender es puro humo, de modo que es imposible no pensar que hay algo que no sabemos a cambio de lo que el fondo de inversión ha pagado los 100 millones de euros que Laporta ha conseguido a la desesperada. Con Lenglet fuera del club, un Piqué muy tocado que al final se quedará porque ha aceptado volver a lo que cobraba antes del autoatraco de Bartomeu, y un Ter Stegen de muy difícil sustitución, por lo menos ahora, la campaña de acoso y derribo, desprestigio y bullying del club se dirige contra Frenkie De Jong, que es una de las soluciones más obvias que Laporta tiene para rebajar la masa salarial de la plantilla y poder inscribir a los nuevos. El holandés no tiene ninguna intención de marcharse, porque aunque sabe que Laporta necesita venderlo, sabe también que Xavi le quiere, y que ningún club del mundo le pagará lo que Bartomeu le firmó para de un solo golpe salvarse y destrozar a su sucesor. Entre la incompetencia y la mala fe de Bartomeu, y el populismo muy al estilo de Jesús Gil y Gil de Laporta, plenamente instalado en el salto de mata y la payasada, como se vio en la grotesca presentación de Lewandowski, el Barça ha saltado al vacío con unas mochilas en las que el que las hizo asegura que sólo hay bocadillos pero Jan profetiza que justo a tiempo se convertirán en paracaídas.
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