domingo, 14 de agosto de 2022

Devoción en la bajada de La Paloma: «Impone, pero es un honor»

De niño, correteó cada día las empedradas calles del barrio de La Latina. De arriba para abajo, y viceversa una y otra vez, hasta llegar al portal de la casa de sus abuelos, aquella en la que su madre creció, con vistas a la Puerta de Toledo y con la parroquia de la Virgen de La Paloma como uno de sus edificios vecinos. El templo de un barrio y, cómo no, de sus ascendientes. Aunque no le viene de familia, Jorge Aunión viste con orgullo el uniforme de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid desde hace 19 años, cuando entró a formar parte del Cuerpo; y hoy será el encargado de hacer descender el cuadro de La Paloma, su patrona, la de los bomberos. «Impone», dice, respecto a la actuación que desarrollará pasado el mediodía en el interior de la iglesia, sabedor de que tendrá miles de ojos sobre su espalda, escudriñando los movimientos de sus brazos. «Pero es un honor, me hace mucha ilusión» , resume. No solo por lo que significa para él y sus compañeros, sino por la devoción que siente su familia. Noticia Relacionada Parque de Bomberos de Las Rozas reportaje Si Incendios, inundaciones, rescates... En el epicentro de los salvadores Jesús Nieto Jurado En un verano especialmente riguroso, y en el que, de momento, los incendios no se han cebado con la región, los especialistas en la lucha contra el fuego cuentan sus protocolos y experiencias Aunión, de 41 años, participó por primera vez en la festividad cuando tenía 15. «Desde entonces, no he faltado nunca», cuenta a este diario en el Parque 2, el de Manuel Becerra, al que pertenece. Iba a la misa, pero también estaba en las maniobras realizadas junto a sus compañeros durante la procesión de la tarde, en la que se descuelgan mediante una escala para honrar a la Virgen. Este año será diferente. En la vuelta a la normalidad de una de las celebraciones más castizas de Madrid (en 2020 no tuvo lugar debido a la pandemia y el año pasado hubo restricciones de aforo), Aunión sabe que tendrá uno de los papeles fundamentales: continuar la tradición iniciada en 1923 que establace que un bombero haga descender la imagen, datada en el siglo XVIII. Cuadro de la Virgen de la Paloma, en el altar de su parroquia GUILLERMO NAVARRO No es poca la presión, pero él se muestra tranquilo. Conoce todos los pasos y lo hace con solo una premisa: sensibilidad, debido a la fragilidad del cuadro que pesa 90 kilogramos y que se sitúa a más de siete metros de altura. No lo puede tocar y mejor si ni siquiera lo roza. «La madera es la original; la corona, de pan de oro, también... Es muy sensible, cualquier pequeño golpe en una esquina puede provocar que se dañe», explica el encargado de la tarea. «Hay que hacerlo muy despacio, con cuidado y no poner la mano en el cristal. La gente que está allí se enfada, porque es una figura a la que veneran», añade. Según lo previsto Aunión confía en que todo salga según lo previsto. Para ello, ha ensayado tres veces . «Estás rodeado de gente que lo ha bajado otras veces y que se saben muy bien los movimientos», dice. Eso le ha dado tranquilidad. Primero tendrá que colocar una escalera de madera de hace medio siglo fabricada, únicamente, para la ocasión. Luego, quitar el ángel que está alrededor del cuadro; volver a subir y poner la polea y la cuerda que llegará hasta el suelo y que guiará el lienzo. Abajo, otros dos compañeros estarán tirando de él, pero él deberá vigilar que ninguna esquina toque otro elemento del altar. Último día de fiesta Desde las 12.30 horas Ofrenda y misa Las actividades solemnes comienzan a las 12.30 horas con la ofrenda floral a la Virgen de La Paloma y la misa, media hora más tarde, en la parroquia. A las 14.15, Bomberos del ayuntamiento bajan el cuadro. A partir de las 20 horas Procesión y canto de la Salve El colofón a las fiestas del distrito de Centro, que terminan hoy con La Paloma, llega con la procesión de la Virgen, a las 20.00 horas. A media noche, se producirá el canto de la Salve, a cargo de Mari Pepa de Chamberí. La junta directiva de la Hermandad fue la que le comunicó la decisión de convertirlo en encargado y él aceptó, en gran parte, por su mujer y su hija, de 11 años. Ambas lo estarán mirando desde los bancos. «Yo siempre he seguido la tradición, pero me gustaba verlo desde atrás, en una segunda fila. Mi mujer es muy devota; mi hija, igual», cuenta. «Sobre todo a mi hija le hace mucha ilusión. A veces me dice que todo va a salir bien; otras, que tenga cuidado porque soy muy torpe», confiesa entre risas: «Esperemos que no tenga razón». Homenaje Hoy, lucirá un crespón negro en homenaje a Pablo Mejía y Alberto Díaz, los bomberos fallecidos en las últimas dos semanas en diferentes accidentes. Pablo perdió la vida mientras practicaba parapente, y Aunión coincidió con él siete años en el parque de Santa Engracia, destino oficial de Pablo. «Era muy tranquilo. En este oficio hacen falta personas que hagan las cosas bien sin darse importancia», dice sobre él. Aunque fue con Alberto con el que mantuvo más relación desde que lo trasladaron a Manuel Becerra. «Era de mi promoción. Nos hacíamos siempre el relevo, muy simpático, muy extrovertido», describe a su compañero . «Ese día -cuando fue atropellado mientras iba en bicicleta- salió de hacer una guardia, se despidió como cualquier jornada...», lamenta Aunión, sin terminar la frase. Horas después, recibieron la fatídica noticia. «Todo el recuero al bajar el cuadro irá para ellos», zanja. Y tal vez, siendo su patrona y ellos, devotos, no haya mejor homenaje que represente el cariño de quienes compartieron tiempo y angustias. MÁS INFORMACIÓN estandar Si Alberto, el bombero que iba a rescatar a una gata en BiciMad y ha muerto atropellado por un conductor a la fuga Aitor Santos Moya estandar No Evacuado el cuerpo sin vida del parapentista que se precipitó en el Pico Mondalindo en Bustarviejo EP Aunión recuerda cuando tenía 22 años, recién llegado al Cuerpo, y un compañero murió tras caerse de una escala; a los tres meses, vivió el incendio del Windsor. Los dos sucesos -más el primero- marcaron su carrera, con la que había soñado desde que tenía 15 años. «Nos sobrepasó, hace que te des cuenta de que este trabajo no es un juego», revela. Solo el cariño que sienten de los ciudadanos cuando acuden a un aviso compensa esas experiencias. «Es muy fácil trabajar, porque sentimos que nos quieren. Llegamos al sitio y ayudamos o solucionamos el problema que tengan», afirma. A esos recuerdos, los felices, se sumará ahora el hito de bajar el cuadro que desde niño veía desde los bancos de madera del templo religioso.

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