Nada será igual que antes. La pandemia del COVID-19 marcará un antes y un después en nuestras vidas. Para muchos porque en el camino se dejan la vida familiares en unas condiciones que son muy difíciles de superar, para el resto porque simplemente nos ha cambiado la vida. Es mucho más que una crisis económica que nos las va a hacer pasar canutas, o que empecemos a valorar mucho más cosas que nos parecían tan habituales que jamás les dimos el tratamiento merecido. Después seremos personas nuevas, con planteamientos y prioridades nuevas. Mas vale que sea así si no queremos fracasar. Hemos vivido demasiado deprisa, pensando que lo podíamos todo y que todo estaba a nuestro alcance, que casi éramos invencibles. En nuestra creciente conciencia individualista nos considerábamos invulnerables, capaces de avanzar más y más hasta el límite de nuestra ambición. Sin embargo, ha llegado un virus, una microscópica partícula inerte que necesita de una célula para ponerse activa y derribar en unos pocos meses la tramoya montada y condicionarlo todo para el futuro. Esta pandemia se ha llevado por delante los desfiles procesionales de la Semana Santa, pero no la celebración religiosa, que estoy seguro que está muy viva en el alma de los que vivimos intensamente estos días. Es tiempo para la reflexión y la meditación. Creyentes y no creyentes deberíamos detenernos a reflexionar sobre nuestras vidas, nuestras actitudes, nuestras prioridades y también nuestras aportaciones y soluciones, Pensar en lo que podemos hacer, lo que debemos hacer y lo que somos capaces de transmitir a nuestro entorno. En nuestra tierra la Semana Santa nos hace sentir orgullosos de lo que somos, de lo que recibimos de nuestros antepasados y hoy mostramos al mundo. Este año no es posible, pero no hay que darlo por perdido. La vida vida sigue y habrá más años. Volverán las procesiones y las fiestas y la vida se pondrá de nuevo en marcha, que para eso es primavera. Pero que lo haga en el buen sentido dependerá del acierto de nuestros gobernantes, pero también dependerá de nosotros. Esto se llama entrega y sacrificio y tendremos que demostrar que sabemos asumirlo. Resistir no es un hecho pasivo, es muy activo, es poner lo mejor que tenemos al servicio de la sociedad. Creo que en la Junta de Castilla y León se está trabajando bien. En la oposición también se está trabajando bien. No es un cheque en blanco, porque errores se cometen siempre, pero se agracede que salvo asonadas incomprensibles e irresponsables, siempre individualistas, haya un sentido de lo común por encima de lo partidario. Es un buen comienzo.
De España https://ift.tt/3c27tIo
0 comentarios:
Publicar un comentario