lunes, 27 de abril de 2020

Los nuevos retos mentales del futbolista

Entre tanta foto de piscina, jardines en los que se podría correr una maratón sin mareos y gimnasios privados que ya quisieran los centros municipales, cada vez resulta más difícil empatizar con el futbolista de élite, convertido en deidad desde el momento en que el aficionado le otorgó la capacidad de poner un remiendo a una mala semana. La sensación se ha cebado con las redes sociales como escaparate indecoroso de lo que representa el sacrificio de la cuarentena para unos y otros. Se llega así al punto en que resulta sencillísimo separar las miserias de estos privilegiados de las más mundanas, las que afectan al común de los mortales. Y cuesta, por más que los datos dibujen un escenario difícilmente refutable, aceptar el panorama que aventuran. El último estudio de FifPro, el sindicato mundial de jugadores, revela un aumento significativo en el número de casos de depresión y ansiedad entre los futbolistas fruto de esta etapa de aislamiento. Según este trabajo de campo, que incluyó a casi 2.000 participantes, el 13 por ciento de los jugadores consultados padecen depresión, el 22 en el caso de las mujeres, mientras que los casos de ansiedad se elevan hasta el 16 por ciento, 18 para las mujeres. En el último sondeo hecho antes del advenimiento de este nuevo mundo, los casos detectados eran menos de la mitad. Las razones son tan llanas como el simple hecho de no tener con quien compartir sus inquietudes, pues muchos de ellos viven solos y lejos de sus familias, más peligroso aún cuando se trata de chicos jóvenes. Y alcanzan motivos más específicos, como la incertidumbre ante un contrato de resolución incierta ahora que no se sabe cuando volverá a rodar la pelota, o la falta de estímulos para afrontar la vida con energía. Para muchos, todo esto se trataba de acudir al estadio y saberse realizados cuando conseguían levantar al público. «Los jugadores están pasando por un juicio constante y, de buenas a primeras, han pasado a ser espectadores de lujo en una realidad diferente. Es cierto que a muchos les ha podido venir bien para coger aire, pues muchas veces vemos casos de estrés emocional. Pero según pasa el tiempo vuelve esa necesidad de reconocimiento que casi todos tienen», analiza Javier Soriano, psicólogo deportivo que ha trabajado con el Real Madrid o la AFE. Ahonda en un aspecto complementario: «Reducir los niveles de ejercicio de manera drástica puede contribuir a que aparezcan cuadros depresivos. Es una idea que apoya la propia biología. El estar durante 30 años compitiendo sin parar te hace segregar una serie de endorfinas que generan felicidad, y si de repente lo cortas se genera un cambio brusco en tu organismo que puede afectar a tu estado emocional». La presión Mientras que esa liberación de la que habla Soriano se puede aventurar en futbolistas que estuviesen jugando bajo una presión mayor, las consecuencias pueden palparse en un sentido opuesto cuando los futbolistas estuvieran yendo con el viento a favor. Es el caso de Nemanja Maksimovic, bastión nuclear del Getafe de Bordalás, peleando por una plaza Champions y con una trayectoria de ensueño en la Europa League. «Me preocupa. Llevamos mucho tiempo sin jugar, sin entrenar... Tenemos un grupo de Whatsapp del que estoy muy pendiente. 'Capitán Molina' nos informa cuando hay algo nuevo o cambian las cosas con la Liga o la AFE. Todo va a depender del Gobierno», explica a ABC el mediocentro azulón. Se apaña con una bicicleta estática y algo de gimnasio para cumplir con los planes que le envían los preparadores, sin la menor idea de cuándo podrá volver a juntarse con sus compañeros. Y aunque quema el tiempo con películas, libros y alguna receta de cocina junto a su mujer, echa en falta el día a día del vestuario. «Para nosotros también es difícil estar todo el día en casa, estamos acostumbrados a competir sin parar», insiste. Soriano señala la importancia de mantener unos hábitos que permitan al jugador seguir sintiéndose deportista. Ahí, la alimentación juega un papel primordial. El reputado doctor Antonio Escribano, endocrino de la RFEF, apunta en la misma dirección. «A todos los que me han preguntado les he dicho lo mismo: que rebajen la ingesta de hidratos de carbono como el arroz, la pasta o la patata y mantengan las mismas rutinas». Él, que está acostumbrado a tratarlos, condensa el diagnóstico de este nuevo panorama: «Esto es una avería de la vida, entre comillas, en un momento imprevisto. Y la actividad de los deportistas sigue un pequeño calendario cronológico de lo que es la actividad anual. Eso genera un estadio de predisposición mental para afrontar lo eventos que van viniendo. Pero de repente se para el reloj. Todos vamos por la autovía de la vida, pero ahora vamos por el camino del todoterreno, campo a través, y hay que inventarlo». Gradas vacías La llegada del nuevo fútbol traerá una novedad determinante: se jugará a puerta cerrada. «Imagínate contra el Inter, el duelo más importante de la historia del Getafe. Una canción te puede cambiar el partido», asegura Maksimovic. Para Soriano, partirán con ventaja aquellos equipos que encuentren en el vestuario líderes que compensen la falta de activación que antes daba la grada. También quienes tengan mayor cohesión interna, algo que puede verse en los clubes de poblaciones pequeñas. Escribano sugiere, además, que deberían permitirse más cambios para mejorar la recuperación de los jugadores, e incluso reducir la duración de cada tiempo. Por último, abre un melón: ¿cómo se gestionará el estrés que producirán situaciones proclives al contagio como forcejeos en los balones parados, abrazos tras un gol o el contacto en el vestuario? Lo dicho, un nuevo fútbol.

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