domingo, 26 de abril de 2020

Angélica, secuestrada en Rusia por su madre, que está ingresada con Covid-19

Angélica tenía seis años cuando se despidió de su padre en Barcelona en julio de 2017. Iba a pasar las vacaciones con su madre a San Petersburgo (Rusia), ciudad natal de ésta y donde vive su abuela. La vuelta se fue dilatando, cada vez con una excusa distinta, y desde entonces ni Abraham Otero, padre de la pequeña ni nadie de la familia la ha vuelto a ver. Ni las denuncias a su expareja, Yulia Matveeva, por secuestro, ni las súplicas ni la promesa de ayudarla a retomar su vida en Barcelona habían dado resultado. Abraham, que tenía la custodia compartida de su hija desde que la pareja se separó cinco años antes, solo podía hablar con la niña cuando a su ex le apetecía. «Papá, ¿cuándo vas a venir a verme?», le preguntaba la cría. Ahora, Yulia está ingresada en un hospital con Covid-19, según le ha contado ella misma. En teoría Angélica está con su abuela materna pero ésta ni responde al teléfono ni vive en una de las direcciones facilitadas. La abuela, problemas de alcoholismo «La abuela no es una persona adecuada, tiene graves problemas de alcoholismo e introdujo a su hija Yulia en la prostitución cuando era menor», explica Javier Somoza, presidente de Nisde, la asociación de niños sin derechos, que ayuda a la familia. En octubre de 2017 se pidió la restitución a España de Angélica en virtud del Convenio de La Haya. Rusia respondió cinco meses después. Si Abraham quería recuperar a su hija debía ir allí y asumir los gastos de representación jurídica y defensa (algo que España facilita de forma gratuita cuando la situación es la contraria). No pudo hacerlo. «Contratamos a una abogada aquí, pero hizo mal los trámites», se lamenta Mónica Otero, tía de la niña que lleva peleando tres años por volver a abrazar a su única sobrina. Retiró las denuncias En enero, Abraham convenció a su ex de que regresara con su hija y habían iniciado un entendimiento. Pero el Covid-19 lo ha frustrado. «Mi hermano retiró las denuncias por sustracción que había presentado. Yulia le dijo que volvería este verano, si no tenía nada penal ni civil pendiente. También le mandamos la documentación necesaria para que pudiera pedir un visado pero no lo había movido», explica Mónica a ABC. Abraham prometió a la madre de su hija que la ayudaría a empezar de nuevo. Cuando Yulia se llevó a la niña a Rusia la relación entre ellos era buena, pese a los precedentes. Yulia ejercía como prostituta pero se lo había ocultado a su pareja. Dejó esa vida y tuvieron a la niña. En uno de los viajes de su madre a Barcelona la convenció de que volviera a ejercer y ganara dinero. Cuando Abraham se enteró puso fin a la relación. Acordaron una custodia compartida que más o menos se cumplía. «Mi padre y mi hermano le pintaron el piso, le cuidaban al gato cuando ella viajaba, pero todo cambió. Luego supimos que desde Rusia volaba a París para trabajar como escort y dejaba a mi sobrina con su madre», cuenta Mónica sin ocultar la preocupación. Cuando empezó la pandemia Abraham le pidió a su ex que la niña llamara a la abuela paterna que ha vivido la pérdida de su hermano por el Covid-19. Y lo hizo. A partir del 27 de marzo empezaron los angustiosos mensajes de whatsapp de Yulia. Tenía síntomas de coronavirus que se fueron agudizando. El 9 de abril la ingresaron en un hospital, aunque no dijo cuál, y después pasaron diez días sin respuesta, salvo un mensaje escrito en ruso -supuestamente por otra persona- en el que contaba que Yulia estaba conectada a un respirador. Mientras la niña tiene bloqueada a toda la familia paterna en el teléfono que le regalaron y la abuela no contesta a ninguna de las llamadas. Una de las direcciones que dio era falsa. «Estamos muy preocupados. Necesitamos ayuda de Justicia», suplica Mónica. Justicia empieza a buscar a la niña La Dirección General de Cooperación Jurídica Internacional, del Ministerio de Justicia, conoce el secuestro de Angélica desde octubre de 2017. Hasta ahora solo habían tramitado la petición a Rusia de que fuera restituida. El 21 de abril desde Nisde, la asociación niños sin derechos, pidieron a Justicia que intervinieran por el desamparo en el que está la niña, española, y el temor a que su abuela la dedique a la prostitución. «Es un deber del Estado español la debida protección de sus menores», reclaman. Dos días después la directora general de Cooperación Jurídica respondió que están «analizando el caso y realizando las gestiones oportunas». Es la primera vez que contestan a la asociación. «Han visto la gravedad del caso que les hemos detallado y la situación médica de la madre», dice Javier Somoza, presidente de Nisde. «Ojalá la encuentren», pide la tía de Angélica, esperanzada como toda la familia, tres años después.

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